El reestreno de la película de Steven Spielberg celebra el 40 aniversario de este clásico del cine de ciencia ficción.

Caracas. Cuarenta años después vuelve a proyectarse en cines E. T., el extraterrestre, el clásico de Steven Spielberg, esa obra entrañable sobre la amistad, la responsabilidad y la familia.

Es un largometraje que se mantiene a pesar de las décadas transcurridas, una historia que al proyectarse nuevamente permite constatar la fuerza de sus múltiples mensajes.

Elliott (Henry Thomas) es el segundo hermano de tres. Su madre, Mary (Dee Wallace) acaba de separarse de su esposo, quien se fue a vivir a México con otra pareja. La vida en casa trata de ser lo más llevadera posible, pese a la ausencia, que todavía genera conmoción.

Viven en Crescent City, California. Mientras en el hogar tratan de retomar el camino, un grupo de extraterrestres explora una zona cercana, pero son sorprendidos por agentes del gobierno estadounidense. Huyen precipitadamente y dejan a uno de los suyos en la Tierra.

Elliott es “ninguneado” por su hermano mayor, Michael (Robert MacNaughton), así como por los amigos de éste. No lo toman en cuenta durante los juegos, y lo ven más bien como el indicado, por su aparente docilidad, para cualquier labor mínima. La hermana menor, Gertie (Drew Barrymore) todavía despierta al mundo, aunque con suspicacia sabe apuntar con sus comentarios hilarantes la dinámica familiar.

E.T. El extraterrestre
La película está repleta de escenas icónicas de la historia del cine

La rutina empieza a enrarecerse cuando Elliott cuenta durante la cena que vio en el patio a un ser extraño. No se lo toman en serio, ni los hermanos ni la madre, todavía algo desorbitada por la ausencia inesperada.

Esa conversación es un detonante para exponer las heridas de la familia. Elliot reclama comprensión, y como un acto de venganza, asevera que tal vez su papá si lo comprendería, pero lamentablemente está lejos, y con otra persona.

E. T., el extraterrestre toma el camino de un drama familiar que sabe cómo convivir con la ciencia ficción. Cuando finalmente el muchacho descubre al alienígena, lo protege. Ejerce un rol que antes reclamaba, y surge un ímpetu hasta entonces solapado por las continuas indiferencias del hermano, así como las imprecisiones de la mamá.

Dicen que los líderes no se lo proponen, sino que surgen en los momentos en los que se precisa la más excelsa conducción. Bueno, en E. T., el extraterrestre Elliot se convierte en el motor del grupo de hermanos que esconden y protegen a la extraña y amable criatura.

E.T. El extraterrestre
E. T., el extraterrestre sabe muy bien cómo manejar los momentos de suspenso en su trama

Una de las escenas más poderosas, y que no lo parece, es cuando Elliot usa sus juguetes para explicarle lo que hay en su habitación. En pocos segundos le muestra cómo es el mundo, con sus aliados y detractores, sus cazadores y presas. Pero lo hace sin proponérselo, de la manera más sutil e ingenua, con una perspectiva tan universal como profunda. Porque muchas veces, las lecturas de la vida están presentes en lo más inmediato y común.

El largometraje estará en cartelera desde el 6 de octubre. Una película que además recalca el poder de la amistad y es de esas historias en la que los niños vencen a los todopoderosos, los David que vencen al Goliat, esta vez representado en un poderoso Estado que ni con toda su maquinaria es capaz de aplacar la fuerza de los jóvenes, motivados realmente por la libertad y la amistad.

Asimismo, E. T., el extraterrestre demuestra cómo es posible la reconciliación cuando los momentos son exasperantes, pues los que antes se metían con Elliot se suman a su liderazgo porque la causa es noble y legítima; una muestra más del ánimo cooperador del ser humano, que lo convierte en la especie más contundente sobre la Tierra. Es un mensaje mucho más alentador en medio de noticias alarmantes.

E.T. El extraterrestre
Al final, la película se convierte en una aventura grupal por la salvación

Otro tema determinante en esta cinta es el adiós. En su clímax, muestra cómo hay relaciones en la vida que son cortas, pero lo suficientemente intensas para permanecer para siempre en la existencia individual, pues en cada persona es donde se traduce el entorno y cómo alguien puede enriquecerlo para la posteridad. Una vez que ocurre la despedida, hay una puerta abierta a la espontaneidad de la bondad, al sacrificio y al riesgo que se corre cuando se persigue el objetivo loable de la libertad. Sin dudas, también hay una clara alusión al respeto hacia el extraño.  

Al final, tanto E. T. como Elliot buscan emanciparse, regresar a casa. El extraterrestre se perdió y se alejó de su hogar, mientras el joven se encontraba en un lugar roto y sin horizonte. Ahí es cuando el accidente se convierte en dicha, porque su encuentro funciona como brújula para redirigir la vida. En el caso del extraterrestre, a no venirse a menos ante lo que parece un imposible: comunicarse con su especie para el rescate.

Todo esto dirigido magistralmente por Steven Spielberg, quien hace cuatro décadas ya no titubeaba al mostrarse como el gran director que deslumbraba con su ingenio: los encuadres, los juegos con el sol, las referencias cinematográficas, los contrastes de luces, el manejo de los rostros y la aparente sencillez de su entorno.

Con guion de Melissa Mathison y música de John Williams E. T., el extraterrestre vuelve para demostrar por qué es un clásico del cine, una obra maestra; un sueño que se convierte en historia inmortal, y a la vez en lección llena de esperanza.

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