El Coplero Enamorado les da forma a sus estufas de barro cantando

coplero

El Coplero Enamorado dejó el canto por la fabricación de estufas y hornos portátiles de barro, que aprendió a hacer cuando era niño gracias a su papá. 

San Fernando de Apure. El barro es a sus manos como el verso a su boca, natural, fluido y sin ningún esfuerzo; admite que le encanta darle forma, pero no tanto como a la copla y la música, lo cual hace “desde que tengo uso de razón”.

Es reconocido por sus famosas estufas y hornos portátiles de barro en la comunidad El Recreo, en San Fernando de Apure, donde en poco tiempo ha instalado por lo menos 20 de estas piezas en casas y apartamentos del popular barrio capitalino.

Debido a su sencillez y hablar humilde, nadie se imagina, sin embargo, que William Hernández grabó un disco en Villavicencio, Colombia; uno en Barquisimeto, Lara; otro en Valle de la Pascua, Guárico y cuatro en Maracay, Aragua.

coplero
El Coplero Enamorado aprendió de su padre el arte de trabajar el barro. Foto: Sulay García.

Entre sus 7 producciones discográficas, El Coplero Enamorado, como se le conoce en el medio artístico, tiene más de 100 canciones de su autoría; “Ilusión soñada”, entre las más sonadas, dedicada a su amor platónico, una mujer casada.

El cantante del género pasaje llanero relata que “debido a como está el país, aunque no culpo a nadie porque tan sólo Dios sabrá, ahora me ha tocado trabajar la artesanía, pero acuérdate que el trabajo no deshonra a nadie, eso es valor”.

Ama reivindicar un arte ancestral con sus fogones y hornos, pero reconoce que “retrocedimos 50 años”, debido a que el negocio no solo se origina en su necesidad de sobrevivencia o en su destreza con el barro, sino por a una crisis de gas doméstico que ha obligado a un país entero a cocinar con leña, luego de haber sido pionero de Latinoamérica por su condición petrolera, en tener gasoducto, lamenta el cantante.

Más de un año en el barro

“Me encuentro muy conmovido con la hija de la vecina de allá en la casa cercana, los dos nos correspondemos, pero sus padres como que me tienen rabia”, canta a capela primero, para contar que hace más de un año pasó del canto al barro.

Resulta que fui a cantar a una casa muy humilde, para hacer un regalo de unos 15 años y vi a la señora lidiando con el humo, por eso le pedí una pala para sacar la tierra y a las 4 horas ya le había hecho el fogón”.

Contó que así comenzó todo, la señora le regó la fama entre sus conocidos porque quedó encantada con su estufa sellada y libre de humo.

coplero
Grabó su primer disco cuando tenía 22 años de edad. Foto: Sulay García.

Primero en San Félix, estado Bolívar, luego en Upata, Maracay, Valencia y desde hace ocho meses, en San Fernando de Apure; en total, van 130 unidades hechas de diferentes modelos, tamaños y costo, aunque ninguna de las piezas ha superado los 20 dólares, revela.

No le ha ido mal con el negocio de las estufas y seguro mientras siga el desabastecimiento del gas y el amor por estas cocinas a leña blindadas de barro, no le faltará trabajo, pero el hijo de Capuchino a orillas del Orinoco aún no está completo.

De campesino a coplero enamorado

“Me decían El Coplero Enamorado porque les escribí toda la vida a ustedes las mujeres”, precisa el compositor y cantante.

Recuerda que, a sus 14 años de edad, al verlo rodeado de mujeres, comenzó su admiración por Juan de Los Santos Contreras, El Carrao de Palmarito.

Comprende desde entonces el poder del verbo ligero y espontáneo del hombre recio de campo, pero romántico; continúa cultivando la tierra y el canto y de este su consentido: el pasaje.

Siete años después, Venezuela conoce de El Coplero Enamorado, al grabar su primer disco en 1982, a los 22 años de edad.

Desde entonces, canta sin parar a pesar de la crisis económica y de la COVID-19. Vive del barro, pero canta mientras lo moldea.

Después de ser orgullosamente campesino, me vi en unos cuantos canales de televisión cantando y todavía se ve mi cara en algunas portadas y estandartes en varios sitios del país”, comenta con nostalgia.

Explica que ser cantante, médico, abogado, arquitecto, da lo mismo en la actual Venezuela: “Todos estamos igualitos, pasando trabajo”, se ríe.

Confiesa que aprendió a hacer las estufas viendo a su padre desde niño, pero jamás había hecho una hasta que dejó de ser el coplero y “me tocó apelar a esta bonita herencia que me dejaron mis padres”.


Participa en la conversación