Al cumplirse el 25 de marzo un año de la más prolongada oscurana seguida de apagones que no paran, ingenieros especialistas dan un balance poco alentador y una advertencia oportuna, en medio de la pandemia y de la omisión estatal. Es prioritario atender la hidroelectricidad.

Caracas. En marzo de 2019, cuando la pandemia del COVID-19 era impensable, Venezuela tuvo solamente nueve días laborables, de los 31 días del mes, como consecuencia de otro mal: las fallas eléctricas.

El país no se recuperaba aún de los estragos del primer megapagón, el 7 de marzo, cuando una segunda gran interrupción de energía eléctrica, la noche del 25 de marzo, dejó a casi toda la población sin luz ni actividades por más de dos días consecutivos. –Un tercero ocurrió el 30 de marzo–. La explosión de uno de los tres transformadores trifásicos (AT2) de 1500 MVA, que vitalizan el Complejo Hidroeléctrico Simón Bolívar-Guri, la central hidroeléctrica más grande del país, ocasionó un incendio que fue controlado ocho horas más tarde debido a la falta de extintores de fuego, de acuerdo con los reportes. La planta quedó más debilitada, y la población sumida en incertidumbre. El gran apagón fue catalogado de “catastrófico” para el Sistema Eléctrico Nacional.

A un año de aquella oscurana y de apagones que no paran, especialistas dan un balance poco alentador y una advertencia oportuna, en medio de la pandemia y de la omisión estatal, y se basan en datos rigurosamente técnicos no oficiales.

Aunque Corpoelec trasladó al Guri equipos de otras subestaciones en meses recientes y el banco AT2 fue recuperado, para tratar de revitalizar la central hidroelécrica de la cual depende el servicio eléctrico en gran medida, el SEN es hoy más vulnerable que antes de marzo 2019, afirma el ingeniero José Aguilar, consultor internacional del tema. No aguanta que la demanda crezca una pizca más.

Por cada 100.000 habitantes que vuelvan al país se requerirían por lo menos 170 MV más, aunque el consumo es modulado y depende de la zona donde vayan a vivir, señala el experto al referirse a la exhortación de Nicolás Maduro a repatriar venezolanos. Esto sería una incongruencia energética y también una imprudencia sanitaria; una carga más para un sistema de salud inoperante.

Y explica: “¿De dónde saldría el combustible diésel o gas para cubrir ese requerimiento adicional de potencia, las termoeléctricas? Ya la hidroelectricidad en el Guri, aunque disponible, no tiene por dónde sacar esa energía con la seguridad necesaria, debido a las limitaciones del Sistema de Transmisión derivadas de los daños ocasionados por su mala operación, en especial por los severos daños desde el mes de marzo de 2019 y también en octubre de 2017”.

El ingeniero hidrometeorologista Valdemar Andrade, exjefe de una unidad de Edelca y conocedor del embalse Guri, coincide con la advertencia, aunque indica que la capacidad disponible en Guri “ha mejorado notablemente”, según informaciones obtenidas. Que las unidades del Bajo Caroní estén mejor no significa que puedan generar toda la energía, eso va a depender de la Transmisión que sigue mal.

Por el megapagón del 7 de marzo se perdieron por lo menos 10 autotransformadores de gran envergadura para los sistemas de 765 y 400 kV, algunos de los cuales se sustituyeron, pero el impacto de la interrupción del día 25 fue mayor, y el suministro es aún inestable.

“Este fue un evento fatídico para el SEN, pues entre los apagones del 25 y el del 7 marzo una gran cantidad de equipos en el Sistema Interconectado Nacional, en su transmisión en los voltajes de 765/400/230 kV, sufrieron graves daños. Esto ha ocasionado compras de entre unas cinco a seis docenas y media aproximadamente de autotransformadores y otros componentes en un país asiático, los cuales todavía no han llegado al país”, expresa Aguilar. “Se verá si funcionan como los equipos originales y si son producto de una burla a las sanciones, o de empresas de maletín, etcétera”.

De un disparo a la sobrecarga

El origen de la explosión del banco AT2, de gran tamaño, ubicado en el patio B de la subestación Guri B y que permitía transferir energía y potencia de las hidroeléctricas Caruachi y Macagua a todo el país, se conoce ahora con más claridad.

Ni disparos de fusil, como dijo Nicolás Maduro; ni la falta de un repuesto (bushing) en el autotransformador, como señalaron expertos. Tampoco por bajo nivel del embalse. Para esa fecha estaba en 265,00 m.s.n.m, es decir, por encima del promedio histórico para esa misma fecha que era de 262,40 m.s.n.m, refiere Andrade.

El evento que ocurrió a las 10:00 p. m. fue causado por una sobrecarga de los equipos, una violación de los límites de operaciones por parte del personal, cuando intentaban enviar energía a Zulia y los Andes, mientras en Caracas apenas se restablecía el servicio. Lo indican datos técnicos no oficiales, dice Aguilar.

“Aunque se hubiese cambiado el bushing y se hubiese dejado el equipamiento a punto, el abuso de este, la sobrecarga fue tal que la falla tenía una altísima probabilidad de ocurrencia”, explica.

Atender la hidro de emergencia

Después de los “catastróficos” eventos en el Guri, prestar atención la hidroelectricidad debe ser prioritario, aunque debe ser coordinada con la termoelectricidad, consideran los ingenieros. Permite el ahorro del escaso combustible en estos tiempos, que requieren las plantas termoeléctricas, la mayoría paralizada, para poder auxiliar; y además abarata el costo del servicio eléctrico. Es un compromiso pendiente. Aunque se reparen unidades y adquieran nuevos equipos de incierta conveniencia y funcionalidad, argumentan los expertos.

El desafío es asegurar ahora los mantenimientos de las centrales hidroeléctricas, principalmente las del Bajo Caroní –como el Guri–, que cuentan con grandes unidades de generación. Estos tardan, según su tipo, entre una semana cada 12 meses y un año cada cinco lustros, y este último requiere el cambio de todas las piezas de la unidad.

“En el Bajo Caroní se han venido ejecutando estos mantenimientos, pero el Guri no cuenta con el debido procedimiento Algunos están paralizados en la Casa de Maquinas 2. El asunto es poder sacar la unidad del servicio, y esto debe ser un proceso coordinado y definido”, explicó Aguilar.

Además, hay que considerar si hay suficiente respaldo térmico para hacerlo.

Sin embargo, lo fundamental es un plan coherente de recuperación en todas las áreas de la cadena de valor de la electricidad: generación, transmisión, distribución, área comercial. Y que sea planificado, coinciden los expertos en el sistema eléctrico. Como tratar una enfermedad.

“El plan será exitoso en la medida que los vicios que nos han traído hasta esta debacle no tengan reincidencia y ocurran grandes transformaciones culturales y en la manera de hacer las cosas en el SEN, sin cuotas políticas en cargos, ni privilegios y sin corrupción. Además de contar con una estrategia comunicacional clara, efectiva y ética con la colectividad nacional”, expresó Aguilar.


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