Escuelas de Fe y Alegría suman esfuerzos para aliviar el hambre en Petare y la Cota 905

Fe y Alegría se convierte en escuelas solidarias

Cecodap advierte que la alimentación ahora es responsabilidad de las instituciones y juega un papel fundamental para el progreso académico de los niños. Rosana Herrera, directora del Paulo Sexto en la Cota 905, señala que, de una matrícula de 840 alumnos, 260 son asistidos a través del comedor escolar y 72 presentaban desnutrición aguda en julio. Por lo menos 30 % del estudiantado tiene severas dificultades para alimentarse en casa.

Caracas. Con un índice de desnutrición aguda que arropa 13,5 % de la población infantil, según Caritas Venezuela, la comunidad educativa no se queda al margen de la crisis y se replantea, en medio de la devastación de algunas instituciones, una nueva visión de lo académico: para estudiar hay que alimentarse. Se trata de una perspectiva compartida, que impulsa a escuelas públicas del país a implementar alternativas de asistencia a niños y adolescentes, cuyos estómagos crujen de hambre. Es el drama de las familias más pobres, núcleos desasistidos que ven en las escuelas un salvavidas para sobrevivir a la cuestión humanitaria.

En la Cota 905 la situación es consabida por los niños “dejados”, pequeños cuyos padres se fueron a otros países para ganar dinero, ayudar a su familia o escapar de la injuria de la situación económica. En esa comunidad, la Escuela Paulo Sexto, adscrita a Fe y Alegría, es la vitrina de un problema que se profundiza conforme se encarece la vida. De acuerdo con un monitoreo realizado por los docentes de esa institución, en julio, 72 menores estaban en situación de desnutrición aguda. La falta de alimentos, ingresos y la pérdida del poder adquisitivo golpea las mesas en los hogares.

Rosana Herrera, directora del Paulo Sexto, señala que de una matrícula de 840 alumnos, 260 son asistidos a través del comedor escolar, entre los distintos turnos. Por lo menos 30 % del estudiantado tiene severas dificultades para alimentarse en casa, según cifras aportadas por la directora. Frente a esa situación de extrema urgencia, Herrera asegura que han respondido con organización y liderazgo para atender a una plantilla de estudiantes con edades entre 3 y 18 años.

La docente explica que crearon un plan de alimentación escolar para atender los casos más urgentes: los 72 jóvenes en situaciones precarias. El plan, explica Herrera, consiste en suministrar suplementos alimenticios con altos contenidos calóricos y ricos en nutrientes, además de la comida que reciben en el comedor del plantel.

Por primera vez en 50 años no se cerró la institución durante el período de vacaciones, en agosto. Durante ese mes, honramos nuestro compromiso con los niños en estado de desnutrición. Es trabajo que realizamos con ayuda de los representantes y para el cual contamos con el apoyo de colaboradores que prefieren mantenerse en el anonimato”.

Para hacer seguimiento al estado de salud de los estudiantes más perjudicados, cuatro docentes se formaron como monitores. Tres meses después de esa iniciativa, la comunidad tiene buenos resultados: 23 de los niños en estado de desnutrición aguda ya fueron estabilizados y alcanzaron niveles óptimos de salud. Esta semana, el plantel hará otra medición de talla y peso, para determinar cuántos de sus alumnos están en riesgo de desnutrición y cuántos corren realmente peligro.

Según el Monitoreo de la Situación Nutricional en Niños menores de cinco años, realizado por Caritas Venezuela en 46 parroquias, entre abril y julio de este año, 34 % de los niños están en riesgo de desnutrición y han comenzado a deteriorarse. La problemática es compleja y deja secuelas irreversibles en el rendimiento cognitivo de los estudiantes, advierten los docentes. Las dificultades crecen de manera vertiginosa en Vargas, Miranda, Distrito Capital, Zulia, Lara, Carabobo y Sucre, denuncia Caritas. A propósito de ello, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación advierte que la prevalencia del hambre  prácticamente se triplicó entre 2015 y 2017, cuando la población subalimentada pasó de 3,6 % en 2010-2012 a 11,7 %.

El informe Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2018, elaborado por la FAO, indica que el número de personas en esta situación alcanzó los 3,7 millones en Venezuela.

Se han perdido los muy importantes avances que el país había alcanzado en la década del 2000”, considera el documento.

En medio del contexto adverso, el Colegio Paulo Sexto, en la cota 905, no es el único en reproducir un programa de asistencia alimentaria. La experiencia también se replica en el Colegio Jesús Maestro, en el barrio José Félix Ribas de Petare, uno de los más asolados por la pobreza en el Área Metropolitana. Allí, 80 niños de la comunidad, con cuadros complejos de salud, reciben desayuno, almuerzo y cena. Y los padres colaboran con la recaudación de los alimentos. Ivón González, regente de la institución, asegura que los educadores han tomado un rol activo en la labor de socorrer a niños desnutridos.

“Para quien no lo sabe, José Félix Ribas tiene 10 zonas, y el Colegio Jesús Mestro está ubicado en la última de ellas. Hay docentes que viven en Guarenas y la periferia de la ciudad y deben tomar hasta cuatro vehículos para llegar. Para ir a la institución deben subir en rústico y este solo llega hasta la zona 9 y los maestros completan la ruta caminando”, cuenta la religiosa.

Quienes promueven las iniciativas de asistencia creen en la escuela como un espacio de protección integral, capaz de resguardar a los niños que son víctimas del conflicto humanitario que atraviesa el país. González señala que, además, cuentan con el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), que ha desarrollado un plan piloto de Escuela Saludable, que no es otra cosa sino un plan de promoción de salud integral que busca promover competencias en el desarrollo de inteligencias múltiples.

“Es ofrecer oportunidades para que los niños exploren sus fortalezas en medio de la crisis”, asegura Noelbis Aguilar, directora nacional de las escuelas de Fe y Alegría, quien señala que de 176 instituciones que tienen a escala nacional, unas 46 tienen comedores comprometidos con la comunidad. “No solo vemos a niños pequeños en los barrios, son niños con bajo rendimiento cognitivo”, alerta.

Maracaibo

Voceros de Cecodap advierten que la alimentación, que era un tema ajeno a las escuelas, apartado de la comunidad educativa, ahora es responsabilidad de las instituciones y juega un papel fundamental para el progreso académico de los niños. La organización que defiende el derecho de los niños y adolescentes, sostiene que la cobertura de la matrícula estudiantil se redijo de 51 %, en 2006, a 33 %, en 2016. Según la Encuesta Sobre Condiciones de vida 2017, 2,8 millones de estudiantes asisten a clases de manera irregular por problemas en su alimentación y dificultades para trasladarse.

La investigación, elaborada por la UCV, la USB y la UCAB, advierte que el rezago escolar es de 15 % en el rango de edades entre 12 y 17 años, lo que significa que el país hay más de 475.000 adolescentes escolarizados con rezago escolar severo, cuyo riesgo de exclusión educativa puede potenciarse si el entorno sociofamiliar es adverso y no hay políticas que apunten a la retención escolar.

Fotos: Archivo


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