#GüiriaDuele por su salud precaria y la migración

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Las pocas opciones de acceso a la salud en Güiria y el déficit en su único hospital, donde solo hay un internista, un obstetra y un traumatólogo, dejan cada día más desamparados a los habitantes de este pueblo costero del oriente venezolano, un rincón donde también conviven el coronavirus, la desnutrición y el paludismo.

Esta es la octava entrega de la cobertura especial #GüiriaDuele, una alianza de periodismo colaborativo entre Efecto Cocuyo, Historias que laten, Crónica.Uno y Radio Fe y Alegría Noticias.

Caracas. “Aquí le ha dado ‘covid’ a todo el mundo”, dice César* con firmeza.

Para César, los güireños han tenido “un santo aparte en el cielo” durante la pandemia. Este lugareño, que trabaja en una farmacia de Güiria, ha visto a muchos de sus conocidos perder repentinamente el olfato y el gusto. Algunos le han comentado que tuvieron síntomas leves. Entre sus allegados, muy pocos han tenido que ser hospitalizados. Solo cuenta “dos o tres excepciones”, incluido un señor con problemas respiratorios crónicos que finalmente falleció. La mayoría, según relata, se enfrentó al virus atacando los síntomas con “acetaminofén y remedios caseros”.

A inicios de la emergencia nacional por el coronavirus en marzo de 2020, entre los habitantes del pueblo costero de Güiria, en el municipio Valdez del estado Sucre, no había una “idea clara” de lo que era el COVID-19. César se acuerda de cómo las personas confundían los síntomas y lo veían como una gripe más. Sin muchas medidas de prevención, el coronavirus comenzó a circular libremente por las calles del pueblo.

Los ojos del mundo se posaron sobre Güiria —pueblo pesquero de la península de Paria, en el noreste de Venezuela— el pasado 12 de diciembre de 2020, cuando se conoció sobre el naufragio del peñero Mi Recuerdo, cargado de venezolanos que viajaban a Trinidad y Tobago. Mucho se ha hablado sobre el pueblo, pero poco se recuerda que hasta allá se extendió la pandemia.

“Aquí no se reportan casos de COVID-19. Aquí todos los casos son ‘virosis, virosis, virosis’”, agrega Mireya*, otra de las habitantes de Güiria.

En Güiria, que hasta 2011 contaba con 40.000 habitantes según el último censo, solo hay tres opciones de acceso a la salud: el Hospital Dr. Andrés Gutiérrez Solís, nombrado así en honor a un famoso médico güireño y conocido como el Hospital de Güiria; una clínica pequeña y las jornadas de salud de Cáritas de Venezuela, organización perteneciente a la iglesia católica.

Los güireños afirman que acuden “por costumbre” y cercanía al Hospital de Güiria, un hospital tipo I, centros diseñados para prestar atención primaria y secundaria a poblaciones que cuenten entre 20.000 y 60.000 habitantes. Sin embargo, según su propio personal está en “condiciones precarias”: de 40 camas, solo 20 quedan operativas y además carecen de lo más esencial: no hay termómetro, no hay equipo de rayos X, ni antibióticos ni antiinflamatorios.

El personal médico y de enfermería del Hospital de Güiria ha atendido pacientes con pocos equipos de protección. Tratan de “cubrirse bien” —cuidarse con los pocos insumos que tienen— para no contaminarse. Algunos se han contagiado. Sin embargo, lo que más los preocupa es no poder atender pacientes críticos.

“No tenemos aquí equipos ventiladores mecánicos para intubar a un paciente en caso de ser necesario. Todos han sido referidos a Carúpano y otros en muy mal estado a Cumaná, pero aquí no tenemos el potencial necesario ni la infraestructura para atender a estos pacientes”, dice Pedro*, uno de los trabajadores del hospital.

Cuando llega un paciente con los síntomas, intentan mantenerse lo más alejados posible para atenderlo, pues los equipos de protección que tenían se han gastado y no han sido repuestos. El deterioro y la ausencia de insumos para dar respuestas, además, los ha obligado a referir pacientes con mayor frecuencia a otros centros de salud.

“Al principio trasladaban algunos a Cumaná porque aquí no hacen el diagnóstico. Los trasladaban y hacían el protocolo, los aislaban. Todo lo que hacían cuando estaba comenzando la pandemia. Los llevaban para Cumaná porque no había elementos de diagnóstico aquí. Pero los casos que llevaron para Cumaná en su mayoría no eran COVID-19, eran paludismo u otra enfermedad y los trataban allá”, recuerda César.

Así lo confirman en el Hospital Universitario Dr. Antonio Patricio de Alcalá (Huapa), conocido como el Hospital de Cumaná —en la capital del estado Sucre— en un trayecto que puede tomar hasta cinco horas por carreteras precarias. Es el centro de salud piloto de la entidad y además funciona como “centinela” durante la pandemia, lo que ocasionó que casi todas sus alas se convirtieran en unidades para la atención de personas con coronavirus.

Algunos güireños se han tenido que trasladar hasta el Hospital Universitario de Cumaná para ser atendidos | Foto; EspromedBio

“Los que pueden venir a Cumaná pueden ser los que se compliquen, los que no lleguen a Carúpano o los que van a la unidad de cuidados intensivos”, explica Esperanza*, una especialista del Huapa. 

Es un hospital grande que debería tener 140 camas en funcionamiento, pero, según el Capítulo Sucre de la organización no gubernamental Médicos Unidos de Venezuela, menos del 40% de esas camas están operativas.

Hasta allá han llegado habitantes del municipio Valdez. Aunque la prioridad es el COVID-19, han tenido que hospitalizar pacientes que presentan trombocitopenias severas (niveles muy bajos de plaquetas), deshidratación, consecuencias neurológicas o intolerancia a los medicamentos.

“Tuvimos un repunte de paludismo en el estado, y en la ciudad de Cumaná ha sido bastante fuerte. Tanto adultos como niños y niños en pediatría que han estado hospitalizados, incluso casos de dengue con paludismo. El paludismo ha vuelto”, resalta la especialista del Huapa.

Un hospital que no mejora

Cuando Mireya vio a su hija llorar por un dolor abdominal y vómitos, su primera decisión fue llevarla al Hospital de Güiria. Pero cuando llegaron, la precariedad que encontraron hacía lucir su propia casa como un mejor lugar para su atención: no había nadie que las atendiera de manera inmediata.  

Tampoco había tensiómetro. El único modo que tenía Mireya de medirle la tensión arterial fue con un equipo que ellas llevaron. Mientras aguardaban, veían cómo el único médico de guardia entraba y salía de la sala de parto sin poder atender más pacientes. Luego de un largo rato, el médico finalmente la revisó, pero la envió a su casa porque en el hospital “no había nada para calmar el dolor”. Finalmente se devolvieron a su hogar a esperar que el dolor se fuera.

En el Hospital Dr. Andrés Gutiérrez Solís hay dos quirófanos, pero no tienen cirujano. Además solo tiene tres especialistas en su hospital: un internista, un obstetra y un traumatólogo. El resto son médicos generales, principalmente médicos integrales comunitarios. 

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Fachada del Hospital de Güiria | Foto: Facebook @guiriacomve

Actualmente no cuentan con pediatra, por lo que el servicio de pediatría puede hospitalizar pero solo con médicos generales. Los otros pacientes que pueden ingresar son de medicina interna y mujeres en trabajos de parto.

Si llegan personas con apendicitis, colecistitis, pacientes politraumatizados o con heridas abdominales, poco puede hacer el hospital. No hay médicos de planta que atiendan eventualidades quirúrgicas; tampoco hay ni un anestesiólogo que apoye para la intervención. 

En el centro no pueden recibir pacientes graves porque no hay soporte ventilatorio ni medidas de emergencia básicas y a veces piden hasta 30 dólares por oxígeno para los pacientes.

Las intervenciones quirúrgicas las hacían con planes a través de un convenio de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) con la alcaldía del municipio Valdez para trasladar médicos, en fechas puntuales, desde Carúpano o Cumaná. Sin embargo, los habitantes y trabajadores aseguran que han ido disminuyendo con el paso del tiempo.

La práctica actual de la dirección, a cargo de la licenciada en Enfermería Carmen Maestre, es contratar médicos por solo “uno, dos o tres días”, según los trabajadores del centro, quienes junto a algunos pobladores la señalan de tener el centro “abandonado”, pues al igual que los médicos contratados por pocos días, tampoco vive en Güiria.

Salir de Güiria por sus propios medios es una de las alternativas a las que han recurrido los las personas cuando se les presenta una emergencia médica. Cinco años atrás, el hospital contaba con dos ambulancias, pero en 2021 ninguna funciona. Ahora dependen de la ambulancia de Pdvsa “cuando está buena” o de Protección Civil.

Un traslado desde Güiria hasta Carúpano —la ciudad más cercana— puede llegar a costar 15 dólares, equivalentes a 19,4 salarios mínimos para el 8 de enero de 2021. Conseguir gasolina tampoco es fácil ni barato en medio de la crisis de combustible que atraviesa el país.

“Si llega un paciente infartado con un ACV hemorrágico que necesita que lo valore un cardiólogo o un neurólogo, no tenemos. A veces nos arriesgamos a tenerlo aquí porque el paciente no posee recursos económicos para pagar un carro o un vehículo a Carúpano. Si tiene que irse por sus propios medios los costos son elevados”, resalta Pedro.

Dos horas que marcan la diferencia

A dos horas por carretera queda el centro médico más cercano a Güiria: el Hospital Central de Carúpano “Dr. Santos Aníbal Dominicci”. Es la institución de referencia para los habitantes de la península de Paria. Hasta allá llegó uno de los sobrinos de Mireya tras atenderse en el Hospital de Güiria. Pero ahí tampoco recibió el tratamiento adecuado: su piel lucía distinta y había empezado a hincharse, por lo que su madre tomó la decisión de trasladarlo a un centro privado en Carúpano. Fue allí donde le diagnosticaron neumonía: tres cuartas partes de su pulmón izquierdo estaban comprometidas con líquido.

“Eso fue gracias a mi hermana que se movió del Hospital de Güiria y del Hospital de Carúpano, donde no duró ni un día, a una clínica, porque si no lo hacía su hijo se le hubiera muerto. Gracias a Dios no sucedió así”, dice Mireya. “Estamos expuestos a que el que no tenga cómo moverse se le muera el familiar”.

El Hospital de Carúpano, según datos de la organización no gubernamental Médicos Unidos de Venezuela, tiene entre 60 y 80 camas, pero con la pandemia, las salas de hospitalización de sus cuatro servicios básicos fueron convertidas en unidades para COVID-19. Las consultas externas están suspendidas para otras patologías, por lo que muchos pacientes han quedado desatendidos.

Según Cáritas de Venezuela, Sucre es uno de los estados afectados por las medidas tomadas durante la pandemia. En su boletín epidemiológico sobre COVID-19 (junio 2020), reportó que los servicios de salud en las diócesis evaluadas, incluidas las del estado Sucre, se enfocaron en la contención y mitigación de la pandemia, lo que redujo al mínimo la operatividad de otros servicios, especialmente los dirigidos a atender enfermedades crónicas y a la prevención.

De acuerdo con uno de los estudios más relevantes del país, la Encuesta de Condiciones de Vida del venezolano (Encovi) 2020, 13,5% de la población evaluada en el municipio Valdez del estado Sucre reportó algún problema de salud en los últimos 30 días del estudio y buscó atención en un servicio, una farmacia o un curandero. Solo 7,4% reportó haber pagado por consulta o atención médica.

Mientras, la desnutrición se mantiene

Valdez es uno de los municipios del estado Sucre con presencia de organizaciones que participan en el Plan de Respuesta Humanitaria para Venezuela 2020 de las Naciones Unidas, que busca apoyar en medio de la emergencia humanitaria compleja que vive el país. Cáritas de Venezuela es una de ellas.

De acuerdo con los registros de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha, por sus siglas en inglés), las labores de la “Inmaculada Concepción”, como se llama la Cáritas parroquial del municipio Valdez, tenía entre sus tareas el fortalecimiento de los sistemas de información y vigilancia epidemiológica, incluidos actores comunitarios de salud, y la implementación de intervenciones de alto impacto dirigidas a enfermedades inmunoprevenibles.

En Güiria, Cáritas pasa consultas de medicina general, pediatría, neurología pediátrica y nefrología pediátrica, principalmente los jueves. Generalmente evalúan entre 20 adultos y 40 niños por jornada. Según fuentes de Cáritas, las afecciones más comunes en el pueblo en neurología pediátrica son los casos de epilepsia, mientras que en pediatría predominan los casos de desnutrición.

Muchos de los casos más severos han tenido que ser trasladados hasta Carúpano ante la falta de pediatras en el Hospital de Güiria.

“Siempre hay niños que llegan desnutridos y se tratan de rescatar. Yo creo que no ha empeorado: llegan los desnutridos, van saliendo y van llegando otros. Los casos más fuertes son los que se han trasladado para Carúpano porque son los más pequeños, los lactantes, los que tienen más riesgo”, dice Martín*, uno de los trabajadores de Cáritas.

Caritas aún está recopilando y procesando los datos de desnutrición de los últimos meses de 2020 para incluirlos en los informes de la organización como parte de la diócesis de Carúpano. Sin embargo, en el más reciente boletín del Sistema de Alerta, Monitoreo y Atención en Nutrición y Salud (Saman) de Cáritas, que data de julio de 2020, Carúpano y Cumaná reportaron la alerta humanitaria más intensa por desnutrición.

Carúpano (que engloba Paria) estuvo entre las diócesis con mayor cantidad de niños con desnutrición, con 22,2% de niños con desnutrición aguda moderada y severa.

En una evaluación de las diócesis, incluida Carúpano, el 58% de los hogares no había podido tener acceso a proteínas de alto valor biológico ni a nutrientes esenciales. Además el 81% de los hogares evaluados en la diócesis de Carúpano reportó no haber tenido suministro de agua continua en la última semana anterior a la evaluación.

Los resultados de la Encovi 2020 son similares. El 34 % de los niños menores de cinco años tenían tallas inferiores a la mediana del patrón de crecimiento infantil de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La economía, la alimentación e incluso la salud han sido algunas de las razones por las cuales los güireños han migrado a Trinidad y Tobago. De acuerdo con los mismos habitantes de Güiria, un día de trabajo en Trinidad es mucho más rentable al compararse con Venezuela, país con el salario más bajo de la región. Un día en el sector de la construcción en Trinidad puede significar ganar 40 dólares al día.

Así, algunos se van para enviar dinero a sus familias para pagar tanto alimentos como medicamentos.

Pero la migración no tiene un único destino: también ha sido interna. Algunos dejaron Güiria en búsqueda de otras ciudades donde puedan recibir tratamiento para sus enfermedades crónicas.

“Mucha gente ha migrado a los centros más poblados. Recientemente se fue un amigo con insuficiencia renal para Margarita. Alguien con una cardiopatía vendió su casa en Güiria y se fue con sus hijos para Valencia porque no hay posibilidades de tratar alguna de esas enfermedades crónicas. Por eso la gente va a otros estados”, relata César.

¿Qué piden los güireños?

Los habitantes de Güiria ven cómo todo se deteriora y nada se renueva. En el ámbito de la salud, solo piden ambulancias operativas, buenos electrocardiógrafos, equipos de ecos y de anestesia, pediatras para el hospital de Güiria, más médicos de planta, insumos y medicamentos.

Recuperándose de la tragedia que significó el naufragio y conviviendo con los desaires de cada visita al hospital, los güireños solo quieren vivir tranquilos y estar preparados para el día a día y para cualquier contingencia. 

Lo mínimo que exigen son ambulancias.

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En 2017 contaban con ambulancias recuperadas | Foto: Notialfa visión

“Queremos ambulancias. Esta es una zona fronteriza, tenemos que tener algo. No sabemos qué se presente y no tenemos ni una ambulancia disponible para que el paciente salga a la hora que necesite”, pide Pedro.

*Los nombres de los protagonistas fueron cambiados para proteger su integridad.

Esta cobertura especial #GüiriaDuele es producto de una alianza de periodismo colaborativo entre Efecto CocuyoHistorias que laten, Crónica.Uno y Radio Fe y Alegría.

Créditos: Infografía: Gina Domingos / Efecto Cocuyo

Documentación: Jhonatan Gutiérrez/ Historias que laten

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