La jefa del Servicio de Nutrición, Crecimiento y Desarrollo de este centro asistencial expresó que una población general debe consumir al menos 2700 calorías para tener una vida sana. “Estar por debajo de eso es hambre, subalimentación”. La especialista comentó que en el hospital registran casos no solo de niños con mala alimentación sino también de sus padres: “Refieren que han perdido entre 8 a 9 kilos. Muchas veces se sacrifican y no comen para darle a sus niños lo poco que tienen”.
Caracas. La magnitud del problema no está clara. Las cifras que proponen los organismos internacionales sobre Venezuela hablan de subalimentación, no de desnutrición infantil. Y la data no refleja la realidad. El informe de la FAO sobre Latinoamérica y el Caribe divulgado este año, en el caso venezolano solo incluye información oficial de 2009 cuando se refiere a los indicadores de desnutrición infantil aguda y crónica.
Quienes se encargan de investigar y documentar tienen una idea más completa sobre el drama nacional. Lo mismo que quienes trabajan para enfrentar sus estragos. La doctora Ingrid Soto lo ve a diario. Y lo ha hecho durante tiempo suficiente como para saber que nunca antes fue como es hoy. Soto es la jefa del Servicio de Nutrición, Crecimiento y Desarrollo del Hospital J. M. de los Ríos, de Caracas, y está en la coordinación del mismo servicio en el Hospital San Juan de Dios.
“Lo que estos organismo toman en cuenta es qué cantidad de población está recibiendo la cantidad de calorías suficientes para vivir una vida sana. Se establece en 2700 calorías, pero eso es para población general. Estar por debajo de eso es hambre, subalimentación”, explica.
¿Y cómo sabemos cuál es la realidad actual de la desnutrición infantil?
—No tenemos data. El Sistema de Vigilancia Alimentario y Nutricional, del Instituto Nacional de Nutrición (INN) se encargaba de informar sobre la situación, pero desde 2007 no publica cifras. Lo que tenemos son estudios puntuales, entre ellos el que hace Cáritas en algunas comunidades. Eso no necesariamente se puede extrapolar al resto de la población, pero sí permite ver tendencias. Si cada vez que vas a mirar a la misma población encuentras más afectado el estado nutricional, obviamente algo está pasando. Igual ocurre aquí en el hospital: toda la vida hemos tenido desnutridos graves, pero hasta 2015 veíamos a alrededor de 30 pacientes, el año pasado vimos a 110 pacientes, es decir, se triplicaron los casos de desnutrición infantil grave. Y la tendencia que llevamos este año es similar: lo que ocurrió el año pasado lo estamos viendo otra vez. Durante los primeros seis meses de 2015 tuvimos 43 pacientes y en el primer semestre de este año atendimos a 49 niños.
¿Qué es un caso grave de desnutrición?
—La desnutrición grave presenta varias formas.
Una es el niño marasmático, con poca masa muscular y grasa. Son como esos niños que veíamos en las fotos de Biafra, niños que han consumido todas sus reservas calóricas y proteínicas. Y la otra forma es la edematosa: el nené se hincha. Hay muchas teorías sobre las razones, pero la más aceptada señala que es por la falta de proteínas en la dieta. Y otra cosa que también nos está preocupando —y es lo que se ve más cuando hay problemas de alimentación— es que las formas edematosas, aumentan. Eso lo hemos visto en nuestra casuística.
En el año 2015 vimos apenas a dos pacientes edematizados, el año pasado tuvimos a muchos más niños edematizados. Todos los estudios dicen que cuando aparecen las formas edematosas es porque hay alguna crisis alimentaria de cualquier tipo, o porque hubo una catástrofe, o por el alto costo de los alimentos, que es lo que está pasando aquí. Y la escasez también lleva a que las familias no tengan suficientes alimentos para dar a los niños. Que las formas edematosas hayan aumentado en el 2016 y lo que va de este año, lo estamos relacionando con la escasez y el alto costo de los alimentos.
¿Los padres de esos niños también muestran signos de desnutrición?
—Estamos anotando cuántos kilos van rebajando esos padres y refieren que han perdido entre 8 a 9 kilos. Muchas veces se sacrifican y no comen para darle a sus niños lo poco que tienen.
¿Y qué es lo poco que le pueden dar? ¿Qué están comiendo esos niños?
—Escuchamos que les dan tubérculos, en general. Nada de leche ni fórmulas infantiles que están, además, desaparecidas.
¿Qué hace un hospital como este por esos niños?
—Cuando están desnutridos graves, hay que hospitalizarlos. Si tienen alguna enfermedad asociada, los dejamos aquí. Si no están infectados tratamos de mandarlos a centros de recuperación nutricional que tiene el Instituto Nacional de Nutrición. Lo otro es que si la mamá vive cerca, los atendemos acá en el servicio una o dos veces a la semana. Afortunadamente, recibimos fórmula infantil por donaciones y se la suministramos a los niños, pero no siempre tenemos.
¿Esa dotación de fórmula infantil la tienen solo por vía de donantes?
—Sí, por donaciones, no por la institución. Incluso, la fórmula de la que dispone el mismo hospital también es por donación. El Estado no está suministrando ese tipo de alimentos al hospital.
¿Estos centros de nutrición también dependen de las donaciones?
—Son centros que dependen del INN, pero creo que deben tener el mismo problema que nosotros para adquirir fórmula y leche. Más que todo los están recuperando ahorita en ambulatorios con esta “nutrachicha” que hizo el INN, aunque eso es fundamentalmente carbohidrato y casi no tiene proteínas. Antes se repartía un producto buenísimo, el Lactovisoy. Pero eso lo perdimos también.
¿En promedio, cuánto puede pasar un bebé hospitalizado en el proceso de recuperación?
—Tratamos de que no estén mucho en el hospital porque por el problema inmunológico que tienen son más susceptibles de contagiarse de enfermedades. Pero lo mínimo para sacarlo de un caso de desnutrición grave serían unos 45 días, por lo menos para llegar al peso mínimo.
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Tras una desnutrición grave, ¿el niño se recupera completamente?
—Eso depende de varios factores. Si hay desnutrición en la vida intrauterina o durante sus dos primeros años, que es un momento de alto crecimiento, es difícil que el niño se recupere de esa desnutrición. Y prácticamente 60 % de nuestros pacientes por desnutrición grave son lactantes. Lo otro depende del programa al que sometas a ese niño, si consume su fórmula, si se hace un programa de estimulación, etcétera; pero el problema es que estos pacientes generalmente viven en pobreza y sus padres no tienen recursos para adquirir el alimento y tampoco tienen la suficiente formación como para dar al niño la estimulación de modo que pueda recuperar su talla y los aspectos cognitivos. Esos niños necesitan vitaminas, minerales y aquí en el hospital les damos el sulfato de zinc, pero el resto de las vitaminas las tienen que comprar los padres. Y así todo llega al mismo punto: no hay recursos.
El niño llegó a esa situación porque los padres no tienen recursos y no los van a tener para costear la recuperación…
—A menos de que el Estado les de un subsidio para que esos niños se recuperen.
Cosa que no sucede…
—No. Lo que hay es el famoso Clap, que a veces dan y a veces no. En ocasiones, con un informe médico explicando la situación del niño desnutrido, les dan a los padres la oportunidad de comprar hasta dos bolsas de Clap.
Pero esa es fundamentalmente comida de adultos…
—Exactamente. Y no incluye proteínas. Y en ocasiones trae un solo pote de leche, que se comparte con el resto de la familia.
¿Cómo son las otras formas menos severas de desnutrición?
—La desnutrición puede ser desde las formas subclínicas, en las que el niño empieza a perder reservas musculares y de grasa, pero todavía mantiene talla y peso adecuados a su edad. Si el niño consume sus reservas y sigue sin recibir una alimentación adecuada, pasa de leve a moderada y a la última etapa, que es la desnutrición grave. Si eso se mantiene en el tiempo termina siendo una desnutrición crónica que afectará también la talla del niño. Si es aguda solo afecta el peso.
¿También ha aumentado la cantidad de pacientes con desnutrición subclínica?
—Sí. En Venezuela estábamos preocupados durante los últimos años porque la cantidad de niños obesos que estábamos viendo era una cosa impresionante. Nosotros tenemos una consulta todos los viernes para niños obesos, pero ahora vemos si acaso uno o dos niños obesos y el resto del tiempo recibimos a niños con desnutrición.
Esos obesos eran producto de una dieta basada en carbohidratos, ¿y ahora qué se ve en esas consultas?
—Al disminuir la cantidad de consumo de carbohidratos y de azúcares —refrescos, chucherías, azúcar, aceite— al fin esos niños gordos están rebajando pero es por lo mismo: porque los padres no tienen recursos para comprar esos alimentos. La manera de rebajar no es pasar hambre. Es tan malo ser obeso como desnutrido. No queremos ni una cosa ni la otra, pero lo que vemos en la práctica diaria —y lo demuestran algunos estudios— es que están disminuyendo los obesos y aumentando los desnutridos.
¿Cómo se detectan las primeras fases de la desnutrición?
—Lo primero que se nota es que tiene que empezar a correr el cinturón. Cuando el niño rebaja cambia la composición corporal, rebajan los músculos y la grasa, aunque el peso esté adecuado a la edad. Lo que más asusta a las madres —y esto ya es desnutrición grave— es que el niño aparentemente estaba bien y un día se edematiza, se hincha, y ahí vienen corriendo al hospital. Pero en realidad cuando es de una manera progresiva no se dan mucha cuenta.
Deberían estar atentas a cosas como que el niño esté como más dormido, que se ponga pálido, somnoliento, desmayos en la escuela… Hay mamás que están haciendo lo siguiente: levantan tarde al niño para obviar el desayuno, hacen una comida al mediodía y los acuestan temprano, con lo cual tratan de hacer una o máximo dos comidas al día. Algunas familias solo hacen una comida al día. Y ojalá que esa comida fuera suficiente, pero la calidad de esa comida es terrible: es a base de tubérculos.
Y las madres que ya no pueden hacer teteros con leche, los preparan con arroz. Hacen como una chicha. Y eso no tiene proteínas, cosa que es importantísima en el proceso de crecimiento. También estamos viendo mucha anemia por el déficit de hierro.
En el caso de la lactancia, donde se concentra la mayor cantidad de casos, ¿una madre desnutrida puede alimentar bien al niño?
—Lo que se ha visto cuando la desnutrición es muy severa en la madre es que sigue produciendo leche, pero en menor cantidad y es posible que con deficiencia en ciertos micronutrientes. Por eso nosotros promocionamos tanto la lactancia materna. Es la mejor opción para proteger al niño aun cuando la madre esté muy desnutrida y siempre será mejor una leche materna que un agua de arroz. El problema es que en la realidad de estas madres muchas veces no tienen un solo hijo, sino 4 ó 5 y no dedican suficiente tiempo a la lactancia.
¿Cuáles son las enfermedades asociadas a la desnutrición más comunes?
—Diarrea y problemas respiratorios. Por la deficiencia de vitaminas y minerales, todo el sistema inmunológico está deprimido y el niño será más susceptible a las enfermedades. Y hay que llamar la atención sobre el ambiente en el que viven, con problemas de agua, por ejemplo, que no pueden hervir porque falla el gas. En fin, son asuntos que tienen que ver con la pobreza y esto es más que la falta de alimentos, también inciden las condiciones higiénicas. Estamos viendo escabiosis en casi todos los pacientes. Y ni siquiera hay tratamiento para la escabiosis en estos días. El hacinamiento, la contaminación del agua, son cosas que influyen sobre ese niño cuyo sistema inmunológico ya está deprimido.
¿Este resurgimiento de la desnutrición entonces tiene su explicación en la pobreza?
—Sí, lo que pasa es que ahora vemos más pobres que antes. La Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi), demuestra que cada año la pobreza va en aumento. Y hasta a nosotros que somos profesionales cada vez nos alcanza menos para cubrir el costo de la cesta alimentaria. Es lo que llaman la pobreza relativa: profesionales que cuentan con un ingreso pero que no les alcanza para cubrir la cesta alimentaria. Y a veces tienen para comprarla, pero no la consiguen.
Quizás antes la desnutrición podía ser un problema puntual, en ciertos hogares y que se explicaba por desconocimiento…
—Sí, claro. O en situaciones de pobreza crítica. Pero en realidad tenía que ver más con problemas de educación. Entonces le enseñabas a la mamá cómo alimentar bien a su niño, cómo combinar ciertos alimentos y lo hacían, tenías esa opción. Ahorita le explicas pero aunque le des indicaciones nutricionales la mamá no tiene los recursos.
Ahora tenemos pobreza y desabastecimiento…
—Exacto. Y escasez y una inflación que no te permite cubrir tus necesidades. Y las instituciones no están en capacidad de responder suficientemente. La situación del hospital nos preocupa muchísimo porque no tenemos los elementos para poder recuperar a los pacientes: ni la fórmula, ni las vitaminas y minerales. Se le está dando de alta muy rápido a los niños porque no hay recursos. Aunque ahora hay varias ONG que vienen a colaborar al hospital. Cuando ocurren las desgracias siempre hay almas que se conmueven.
Fotos: Oscar Medina
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