Iván Mikolji y su lucha por preservar los peces que muchos no saben que existen

Iván Mikolji tiene unos 15 años fotografiando fauna y flora con fines científicos y conservacionistas, pero ha encontrado en la naturaleza una forma de hacer arte en compañía de su cámara. Los titilares y reflejos que se forman sobre el agua han sido una respuesta a esa necesidad y ahora expone su trabajo en galerías.

Valencia. El 21 de abril del 2022, Iván Mikolji inauguró su exposición fotográfica titulada: Reflejos y Titilares Acuáticos en el Gabinete del Dibujo y de la Estampa de Valencia. Son más de 20 fotos que engloban el trabajo de años. Mikolji, que se denomina explorador de ríos, lleva muchos años recorriendo Venezuela con una cámara y un estuche para usar este aparato bajo el agua.

En 1986, recibió de manos de su hermana su primera cámara, una Minolta de rollo. Para aquel entonces Mikolji, oriundo de Valencia, exploraba las cuevas de El Cafetal en Caracas y fotografiaba el río, también en su ciudad iba al cerro de El Trigal, así como eran constantes sus visitas al Acuario de Valencia, especialmente al serpentario, en el que fotografiaba a todos los ofidios. Hasta que un día Pequiven le pidió al joven de 15 años de edad que hiciera fotos a las serpientes para que ellos dieran unas charlas educativas.

Foto: Armando Díaz

De ahí en adelante Mikolji no se detuvo. Sin embargo, fue a finales de 2005 que formalizó sus expediciones por el país. No solo fotografiaba, sino que investigaba y tomaba notas de su entorno. Desde entonces su pasión se transformó en trabajo, ya que sus imágenes eran un sustento para investigadores científicos.

La fotografía vino de la mano con mi labor. Era la única forma de dejar un registro por donde uno pasaba”.

Mikolji se ha descrito toda su vida como explorador o documentalista, pero no como fotógrafo. “Creía que ser fotógrafo era solo ser alguien que le gustaba las cámaras, pero a mí no me llamaba la atención en sí, sino lo que haces con ella. Siempre veo a las cámaras así, aunque uno las use para dejar registros”.

Pero, él también es un fotógrafo, porque dibuja con luz. Y Mikolji es un adicto a la luz, a cómo se refleja en el agua y a las cosas que se refraccionan en ella.

Fotografía: Armando Díaz
De sol a sol

Para Iván Mikolji, los días de expedición terminan como comienzan, es decir, buscando el amanecer y el atardecer. Toma su brújula, busca la dirección adecuada y planea el punto específico para hacer la toma. Se levanta a las 4:00 a. m., instala los trípodes y junto con su equipo espera el amanecer.

Los viajes originalmente solían ser de 15 días, pero tanto tiempo en selvas, ríos o sabanas se volvía agotador, además de afectar su salud.

Hay algunos peces pequeñitos que te van mordiendo poco a poco al pasar tanto rato en el agua, y te hablo de horas. A veces salíamos de esas expediciones con otitis e infecciones. Entonces descubrimos que 10 era el número mágico para regresar sanos y salvos”.

En su maleta lleva comidas de poco peso, usualmente cereales dulces, galletas de soda y, una que otra vez, atún en lata.

La rutina continúa y en la mañana se dedica a hacer fotos en gran angular, por lo que cuando el sol está fuerte cambian de modalidad para realizar macrofotografías, luego vuelven a gran angular, pero bajo el agua. Al mediodía y en la tarde se hace todo el registro científico y a finales de la tarde es cuando Mikolji se relaja y empieza a hacer lo que más le gusta: captar reflejos. “Son fotos ya más de arte, pero igual tienen su ciencia”.

Foto: Armando Díaz.

Una vez filman el atardecer, si es necesario, realiza un registro de la fauna, lo que sale en la noche y también lo que llaman la transición de la noche, que es cuando los animales nocturnos salen a cazar. “Eso es más o menos entre las 9:00 y las 9:30”.

En ese tiempo fotografían peces cuchillo, corronchos, peces gato, camarones y muchos invertebrados, así como reptiles. Al terminar la jornada toca descansar. Puede ser en carpas, en hoteles o, incluso, dentro del carro. Ahí aprovechan y revisan el material. Si hay electricidad disponible, incluso descargan las fotos y ven qué sirve y qué no. Esta práctica les permite saber cuáles serán los objetivos de los siguientes días, qué ya ha sido fotografiado, qué no y qué deben repetir. Dicho proceso se extiende hasta la medianoche y es a las 12:30 cuando duermen.

“En las expediciones no da tiempo de parrandear ni de nada”, dice Mikolji, que precisa que solo duermen cuatro horas, incluso menos”.

Reflejos, titilares y colores

Los reflejos como expresión artística llegaron a él tras incontables horas. “Ahí vi la posibilidad de realizar un trabajo en sí. Los reflejos subacuáticos empezaron en Patanemo, bajo el agua, y vi el movimiento del agua en la foto y dije: ‘Si puedo hacerle foto a este movimiento, nada más serían obras’ y solo empecé con el reflejo, no con lo que está reflejado, y me salían fotos increíble. Luego busque sobre el agua y me topé con los titilares”.

Foto: Iván Mikolji

Para este trabajo, Mikolji se equipa con caretas, snorkels, trajes de neopreno, un drone, una cámara con lente macro, otra con lente gran angular, un estuche acuático y una cámara de video. Todos sus equipos fotográficos son de la marca Sony.

Mikolji ha viajado por toda Venezuela. Desde la cuenca del Orinoco hasta los ríos cristalinos más cercanos con la frontera con Colombia, también por la Gran Sabana y el Delta del Amacuro, sin olvidar San Fernando de Atabapo y la cordillera de la costa. No hay rincón que se le resista. En México, Estados Unidos y Colombia también ha hecho registros.

Foto: Armando Díaz

Los reflejos y titilares vienen de la mano con descubrimientos. Como parte de las expediciones Ivan Mikolji ha descubierto nuevas especies, ese fue el caso de una orquídea de género craniche, también  otras plantas acuáticas cuya existencia era desconocida. “Descubrimos la coloración de muchos peces que no se habían visto vivos. Una de ellas fue Serrasalmus nalceni en el río Uracoa”.

Foto: Iván Mikolji

El explorador explica que redescubrir las especies se hace mediante la fotografía. En muchos casos los especímenes que se tienen en laboratorios han perdido el color por los años dentro del formol y otros conservantes, por lo que al fotografiarles permite saber con exactitud cuáles son sus colores.

Muchos de estos descubrimientos ocurren mediante peticiones de algún científico. “Íbamos al instituto de Zoología Tropical y nos íbamos al laboratorio de Histología y buscábamos a Antonio Machado, Donald Taphorn y Oscar Lasso. Les preguntábamos qué peces necesitaban. Entonces ellos daban las coordenadas y nos decían a dónde ir y nos íbamos detrás de nuestros tesoros biológicos”.

Uno de esos tesoros fue la piraña Serrasalmus cariospiño de Atabapo. Nadie sabía su coloración y las fotos de Mikolji develaron el misterio.

Foto: Iván Mikolji
Fotografiensis Mikolji

A Ivan Mikolji se le conoce mundialmente como el Pirahna Man u Hombre Piraña, debido a que muchos de sus descubrimientos han sido de esta especie, como ocurrió con el Serrasalums neveriensis, en el río Neverí. “Nadie sabía que ahí había pirañas, pero lo descubrimos”.

Parte de su trabajo le genera sorpresa. Más allá de sus descubrimientos, es el poco conocimiento que tienen los lugareños sobre lo que habita en las aguas en las que pescan. “Si no es comestible, ellos no saben que eso está ahí”, comenta Mikolji.

Sabemos muy poco sobre nuestros peces de río. En la ciudad es peor. Esa falta de información es lo que más me ha sorprendido porque…¿Cómo preservamos algo que no sabemos que existe?”.

Foto: Armando Díaz

Desde su perspectiva, Venezuela es una tierra hermosa rebosante de diversidad biológica. “Para mí, todo es bueno”, dice en referencia a sus viajes. “Recuerdo una vez en época de sequía. Estaba en Puerto Ayacucho y vi unos árboles que florecían y eran totalmente blancos. Les hice fotos y las llevé a los botánicos. Resulta que es un árbol endémico, es decir, solo de esa zona y está emparentado con el araguaney. Te hablo del Tabebuia orinocensis, en referencia al río Orinoco. Cuando lo busqué en Internet no encontré nada sobre él. Ni una foto. Ahora sí las hay”.

Fotografía: Iván Mikolji

En cada jornada de trabajo Ivan Mikolji realiza entre 3000 y 5000 fotos, eso dependerá del tipo de foto que haga. La mayoría se lleva esa cantidad. Si es un pez, mucho más, porque si no se le enfocan los ojos, no sirve. Hay cardúmenes que pasan por el río cada 45 minutos. Por tal motivo, tiene reglas muy específicas: nadie puede estar río arriba, tampoco delante de él, no se puede hacer ruido, no se puede arrojar nada al agua y extrema quietud. “Si pasa todo esto el agua se enturbia, queda con sedimentos y los peces se espantan. Es una tarea de mucha paciencia”.

Y no miente. En Yaracuy, en el río Guaquira, le tocó fotografiar a un pez llamado cochinito que nadaba en un agua de 5 centímetros de profundidad. “Debía hacer la foto bien y eso es igual a mitad y mitad. Qué te quiero decir, pues que la mitad de arriba se viera fuera del agua, la otra debajo y con el pez bien enfocado. Me tomó cinco horas hacerla y yo no me moví del sitio”.

Foto: Armando Díaz

Lo más peligroso de las expediciones aclara Mikolji no son los animales, ni la naturaleza en sí, sino el hombre. “Se ven muchas cosas en carretera. Se escuchan muchas cosas. Además, que cuando estás en casi todos los lugares ves la huella del hombre”. Precisa que hay que ir muy lejos para no encontrar basura. De hecho, pasan varias horas limpiando los sitios en los que trabajan.

9 libros 

Por ahora, la cantidad de expediciones de Mikolji han disminuido. Solo sale si tiene que fotografiar a algún animal en específico para uno de los 9 libros en los que está trabajando. Uno de esos reposa sobre una de las mesas en la galería en la que expone su trabajo. Es solo una pequeña parte. Mikolji cuenta con un registro aprobado y revisado de más de 400.000 fotos, entre titilares y animales. Algunos cuelgan de las paredes.

Los titilares son pequeños destellos. Son únicos porque nunca brilla la luz dos veces de la misma manera sobre el agua. Los suelos pueden ser rojos, marrones, verdes azules o negros. Todo cambiará según el lecho, el ángulo de la foto, el movimiento del agua y la manera en la que esta golpea las rocas.

Foto: Armando Díaz

Estas fotos son pequeñitas, de 1 pulgada por 1. Iván Mikolji ha dedicado su vida a mostrar la maravilla de la luz en una forma muy pequeña. La agranda, la magnifica, la inmortaliza. También lo hace con los reflejos y con los arcoíris. En una pared de la galería se ve un mosaico de fotos con un hermoso arcoíris cuyos siete colores se fragmenta en cuadros blancos.

Yo miré aquello allá arriba y era hermoso, mientras que abajo había mucho caos. Nadie se imaginaría al ver esa foto, todo lo que pasa abajo, pero así es nuestro mundo, diverso”.

Foto: Armando Díaz

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