La familia Martínez mantiene la tradición de los Diablos Danzantes de Canoabo desde 1958

Diablos Danzantes

Gloria Martínez heredó el linaje familiar y está a la cabeza de la cofradía. Ha sido la única capataz en la historia de los diablos de Canoabo, en el municipio Bejuma del estado Carabobo.

Valencia. Gloria Martínez es heredera de un linaje familiar. Tiene una responsabilidad importante: estar a la cabeza de la cofradía de los Diablos Danzantes de Canoabo, en el estado Carabobo.

Los Martínez llevan la batuta de la tradición desde que el padre de Gloria, Augusto Martínez, tomó las riendas en 1958. Gloria es la segunda generación de diablos y ahora su hijo, en la tercera, porta el vestuario del diablo mayor.

El 8 de junio pasado los Diablos Danzantes de Canoabo volvieron a las calles del pueblo, ubicado en los valles altos de Carabobo, precisamente en el municipio Bejuma, a 77 kilómetros de la Plaza Bolívar de Valencia.

Diablos Danzantes
Diablo mayor.| Foto: Armando Díaz.

Carabobo cuenta con cuatro cofradías de diablos danzantes, se tratan de Patanemo, San Millán, Guacara y Canoabo.

Los Diablos Danzantes son una manifestación religiosa, cultural, folklórica popular y tradicional que lleva en Canoabo más de 300 años, relata Martínez.

Rendimos homenaje al Santísimo Sacramento del Altar el Día de Corpus Christi, la cual celebramos el noveno jueves después del jueves santo.

La tradición llegó a Canoabo mediante la transculturización y catolización de los indígenas que poblaban la zona, que en vocablo indígena se traduce en “aldea de agua dulce”. Martínez toma la fecha de fundación de Canoabo, 19 de marzo de 1711 como punto de partida.

Diablos Danzantes
Diablos danzan frente a la iglesia de Canoabo. Fotografía: Armando Díaz.

Este 2023 danzaron 60 diablos, sin contar otros miembros de la cofradía que hacen el evento posible. Es un repunte importante desde el inicio de la pandemia cuando participaron 43 personas. Antes del COVID-19 salieron 73.

Diablos feministas

Martínez se define como una orgullosa diablo, una completa protectora y predicadora de la religión católica. Hasta el momento ella ha sido la única capataz en la historia de los diablos, no solo de Canoabo sino de Venezuela. Permitir a la mujer formar parte de la tradición es uno de los puntos más importantes. Más allá de la confección de ropas, las mujeres son personal activo en las danzas.

Diablos Danzantes
Diablo danzante sosteniendo una de las cintas atada al maguey. | Foto: Armando Díaz.

De pequeña Martínez fue danzante, luego instructora y desde el 2011 es la custodia principal, cargo que desempeña desde que su madre falleció.

Mi conexión con los diablos es espiritual y de consanguineidad. Fui esa niña que está sentada en la máquina de coser mientras mi mamá hacía cada traje de la cofradía, o sentada al lado de mi abuela cogiendo los granos o atizando con ella pero siempre escuchando todo lo que tenía que ver con los diablos danzantes, recuerda.

Foto: Armando Díaz.

Era difícil que esta mujer no amara ese mundo. Recuerda que durante el gobierno de Henrique Salas Romer y Henrique Salas Feo, ambos exgobernadores de Carabobo, se llevaron reuniones con todos los diablos danzantes del país mediante la Secretaría de Cultura de Carabobo.

Se buscaba crear una unificación y el Estado investigaba nuestras tradiciones y entre nosotros incluso intercambiábamos experiencias.

Fue ahí en donde Martínez explicó por qué su cofradía tiene a mujeres como diablos. A nosotros nuestras madres nos ofrecen al Santísimo Sacramento del Altar, desde ese mismo instante estamos vinculados a los diablos, sin importar si somos mujeres u hombres. Cuando se es diablo no importa el género, solo se es diablo.

Sin embargo reconoce que en muchas de estas tradiciones ha habido siempre un apabullante machismo.

Diablos sin máscara.| Foto: Armando Díaz.
Ser diablo

Para ser Diablo Danzante de Canoabo hay solo dos requisitos, haber nacido en Canoabo y estar bautizado bajo la fe católica.

Año a año los diablos de Canoabo se preparan para su día con 10 semanas de antelación, justo una semana antes de Semana Santa. Ahí se hace el llamado a los miembros y se empieza a hablar de fe, a explicar en qué consiste la festividad, qué es la espiritualidad y hablar especialmente del sacrificio de Jesús.

En ese tiempo se confeccionan los trajes y las máscaras, pero Martínez hace una pausa y dice que la máscara de cada diablo será siempre la misma. Esto en referencia a los colores y formas, que no cambiarán porque es parte del portador, quien por lo general empieza en la tradición desde niño.

En la medida que van creciendo lo que se hace es crear otra idéntica, solo que más grande.

Diablo mascota. Fotografía: Armando Dìaz.

Estas máscaras se hacen con una tapara y con papel maché, explica Martínez. Las formas pueden variar desde abstracciones, hasta animales y demonios.

Este quizás es el rasgo más destacado, la máscara pero hay más. Por ejemplo, la ropa es extremadamente holgada menos en las empuñaduras, para evitar que se marque la silueta de los cuerpos y así se distinga si el diablo es hombre o mujer.

A las mujeres se les pide que se recojan muy bien el pelo y se les pone una tela en la máscara para dejarlo incógnito.

Diablo danzan alrededor del maguey.| Foto: Armando Díaz.

Además el uniforme cuenta con el pantalón que tiene un rabo, cintas en los lados y una capa pequeña. Sin olvidar cinco piezas de un material parecido al estambre, en el cual se colocan las pichaguas, que son un instrumento parecido a un cascabel, hecho con taparas pero de tamaño muy pequeño como castañuelas, que se rellenan con un material que las hace sonar y ayuda a espantar espíritus malignos.

Alpargatas de los diablos con pichaguas.| Foto: Armando Díaz.
Un vez diablo, siempre se es diablo

Si bien este 2023 fueron 60 los danzantes, hay que añadirles los músicos, los promeseros y custodios que completan a todo el equipo de la festividad. Martínez hace hincapié en que no siempre son los mismos, pero que la cantidad de diablos es ilimitada.

Si pasamos por cada una de nuestras casas en el pueblo te encontrarás con que hubo o hay un diablo danzante. El que es diablo danzante lo es toda la vida.

Las ausencias se pueden deber a la crisis del país que ha obligado a muchos a emigrar, pero también están las enfermedades, compromisos laborales o la muerte. En casos así el diablo mayor de esa generación será el que reemplace al ausente.

Diablo mayor y diablo mascota junto a los danzantes.| Foto: Armando Diaz.

Dentro de la cofradía hay distintos tipos de diablos. A la cabeza el diablo mayor o capataz, luego el diablo guía, le siguen los danzantes y las mascotas. El primero de la lista es el único que usa máscara con cuernos. La misma que hoy usa el hijo de Martínez, que data de 1958 y que luego de su uso pasa a un sitio de resguardo porque es una reliquia y un símbolo de la tradición.

Para nosotros una máscara es un traje, una reliquia que está bendita eso se cuida, eso se guarda, comenta Martínez, quien explica que en el caso de los diablos mascotas son diablos niños que acompañan al diablo mayor en ese toque de inocencia y pureza. El diablo mascota al crecer decide volverse danzante.

Diablo mascota.| Foto: Armando Díaz.
La ruta

Año a año los diablos bailan por todo Canoabo, pero no hay rutas definidas, por lo que el recorrido es distinto siempre. Sin embargo, todo depende del sacerdote quien lleva el santísimo y marca la pauta.

En ese interín deben recorrer cuatro altares ubicados en dirección a los cuatro puntos cardinales y en cada uno se hacen diversas oraciones y petitorios. “Siempre se empieza por el este porque es por donde sale el sol”, enfatiza Martínez.

En esa danza suenan diversos tipos de merengues tocados con mandolinas, cuatros, guitarras y maraca. Cuando llegan a la iglesia realizan el ritual, compuesto por varias partes, la primera de ellas es hacer tres círculos, luego dos círculos pequeños, se teje maguey, que es un enorme palo de madera de cuatro metros, del cual se desprenden varias cintas, máximo 12 y siempre en números pares. No es pesado, debido a que la madera de maguey es liviana en su interior.

Después se baila con el público y luego la parte más importante, “la caída”, que es cuando los diablos se arrojan al suelo ante el encuentro con el santísimo en una señal del triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal, caen redimidos ante su magnificencia para que luego se de el cierre con la bendición sacerdotal.

Diablo danzante con el tronco de maguey.| Foto: Armando Díaz.

Los Diablos Danzantes de Canoabo cuentan con el reconocimiento de patrimonio cultural carabobeño desde 2005, al año siguiente fue reconocido como patrimonio de Bejuma.

No obstante, en 2012 la tradición general recibió el reconocimiento de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, sin embargo se desconoce si de manera individual poseen el reconocimiento.

Látigo del diablo mayor.| Foto: Armando Díaz.

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