El Instituto Metropolitano de la Mujer maneja casos en los que una madre beneficiada por la GMVV no denuncia a su agresor porque le dicen que le pueden quitar el apartamento.

Mabel Sarmiento Garmendia/@mabelsarmiento

Caracas. La violencia de género no es fácil de asumir y de aceptar. Reconocer que el hombre con el que se vive, se duerme y se tiene intimidad es un agresor es algo que no acepta con facilidad, y cuando se reconoce, no hay vuelta atrás.

Se dice que la mujer venezolana, y quizá de la región latinoamericana, alcanzó más relevancia dentro de la sociedad con la masificación de la educación y con la incorporación del género a la fuerza laboral, que tomó empuje a partir de los 80′. Pero aun así, las mujeres siguen atrapadas en un sistema patriarcal y machista.

Simple: la sociedad no reconoce este delito. Además las mujeres a veces tienen vergüenza, se creen las responsables de problema, siente temor por una futura separación o porque les quiten a los hijos.

“Te amo pero me perteneces, frases como estas las ponen en situaciones de desventajas en todos los terrenos, físico, psicológico y social”, según Carlos Colina, sociólogo y comunicólogo del Instituto de Investigaciones de la Comunicación, Ininco de la Universidad Central de Venezuela.

Ahora, dijo, con la doble jornada laboral, son más evidentes que nunca la vulnerabilidades en la que están las sometidas las mujeres; eso sin contar que se ha visto conculcada su libertad de consumo y ve mancillada su dignidad en una cola perenne para acceder a los productos básicos. También recordó el investigador a las mujeres de la diáspora venezolana.

No solo hacen las jornadas laborales, los oficios de la casa, sino también las colas.

Expuestas a todo

Con relación a las colas, Andreína Aguilera, directora ejecutiva del Instituto Metropolitano de la Mujer, Inmemujer, explicó que las cifras de violencia de género (las que recibe este organismo) están bajando y no es porque ocurran menos eventos, sino porque las víctimas ponen en una balanza lo que pueden hacer en el tiempo que les queda.

“Los estudios nos dicen que ellas se ponen en una disyuntiva: o vamos a buscar ayuda o nos metemos en la cola. Y terminan yéndose por la segunda opción”, explicó.

Aguilera señaló que si tienen que buscar comida para los hijos lo otro -la violencia de género-, queda en segundo plano, luego pasa a tercer plano y quizás llegan cuando la situación de violencia es insostenible.

De acuerdo con los resultados presentados por Inmemujer los tipos de violencia que más frecuente se ven son: agresión psicológica, junto con sus compañeras inseparables: el acoso y el hostigamiento.

“Y eso también se está viendo en las afueras de los comercios cuando a una mujer le exigen la partida de nacimiento, la cédula para comprar una toallas sanitarias o un desodorante”, indicó.

Pero no solo en ese nivel está la agresión. Aguilera explicó que, incluso, que el sistema las hace doblemente víctimas, pues manejan casos de beneficiarias de la Gran Misión Vivienda Venezuela, GMVV, que no pueden dejar al marido violento, porque la convivencia en pareja (bien sea matrimonio o concubinato) es un requisito para seguir disfrutando del inmueble.

“Ellas manifiestan que tienen que seguir viviendo con el hombre que las maltrata. Les da miedo que les quiten la casa de sus hijos y por eso aguantan, también por el desconocimiento de las leyes y sus derechos”, acotó.

Igual destacó que la violencia de género no acaba cuando las mujeres se separan. “Las ex parejas las consideran de su propiedad”, señaló al tiempo que dijo que  36% de los victimarios de las mujeres están fuera del hogar.

Pero hay un dato relevante en todo esto y es que la violencia no se mide por el ingreso o por el nivel educativo, es decir, todas independientemente de su condición social o económica, son o pueden ser blanco de un agresor.

Tanto es as, que 42% de las mujeres asistidas por Inmemujer (409), tienen estudios diversificados y 25%, (241) alcanzaron nivel universitario; mientras que solo 30% de los maltratadores (que casi siempre son mayores que sus parejas y tienen algún tipo de adicción, en su mayoría con el alcohol) llegó al bachillerato y 18% tiene educación de tercer nivel: universitaria y TSU.

El reto del feminismo venezolano, según el sociólogo Colina de cara a un nuevo aniversario del Día Internacional de la Mujer a celebrarse el próximo 8 de marzo, consiste en adecuar la crítica del patriarcado con el reconocimiento del carácter matricentrado de muchas familias venezolanas, que es cuando la mujer asume las riendas del hogar.

“Simplemente la mujer debería ocupar mayores espacios públicos de poder en la esfera institucional y racional y el hombre reivindicar una presencia más responsable y amable en el hogar, porque tampoco podemos ser injustos con muchos padres ejemplares”, concluyó Colina.

Foto: Cheché Díaz

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