La autogestión comenzó en 1962 cuando los fundadores y el Banco Obrero crean la Asociación Civil de Administradores de la Unidad Vecinal Alberto Ravell, a los fines de promover la preservación y mantenimiento del condominio.

Caracas. La urbanización Alberto Ravell, en la parroquia El Valle, es un ícono en la zona. La hicieron pensando en la comodidad de sus habitantes. En sus espacios los vecinos encontraban todo a la mano, desde una bodega, hasta un ambulatorio.

Son 16 bloques que integran 51 edificios, todos rodeados por plazas, espacios verdes, canchas y áreas comunes.

Esta urbanización, creada por el extinto Banco Obrero en un área de 48.000 metros cuadrados, se inauguró en octubre de 1961. Llamada Unidad Vecinal o Urbanización Alberto Ravell, se hizo con el interés social, bajo la modalidad de propiedad horizontal.

El Banco Obrero adjudicó estos apartamentos a matrimonios que en su oportunidad solicitaron al Estado una vivienda para desarrollar o formar sus familias. En marzo de ese año les dieron el visto bueno de habitabilidad y muchos fueron ocupando los apartamentos de 73 a 75 metros cuadrados, cuyo monto iba de los 21.000 a 25.000 bolívares.

Maritza Padrón, hija de fundadores, dijo que la cuota inicial era de 2500 bolívares y las mensualidades pagaderas a 13 años eran de 192 bolívares.

Foto: Gleybert Asencio

Además de los 16 bloques hay uno experimental, lo llaman los prefabricados, en donde viven ocho familias. Esas unidades eran el modelo de la urbanización, pero no se replicaron en el transcurso de la construcción.

En total hay 408 apartamentos, el mismo número de matrimonios que se mudaron durante su fundación y de los cuales solo quedan ocho parejas vivas. Otros 60 son viudos, viudas o solteros. Los demás ocupantes son sucesores o descendientes, explicó Alonso Becerra líder de la comunidad.

Se dio a conocer con autogestión 

La Ravell, como se conoce a la urbanización en El Valle, se manejó siempre con autogestión. “Cuando llegaron los primeros habitantes no había luz ni enrejado. Se hicieron muchas verbenas para poner las rejas de los jardines y cercas de las caminerías”, contó Padrón.

Foto: Gleybert Asencio

Este sistema de organización comenzó en 1962 cuando los fundadores y el Banco Obrero crean la Asociación Civil de Administradores de la Unidad Vecinal Alberto Ravell, a los fines de promover la preservación y mantenimiento del condominio.

Foto: Gleybert Asencio

Luego los vecinos organizados y ya creado el Instituto Nacional de la Vivienda, Inavi, para sustituir el Banco Obrero, lograron con apoyo del Estado la construcción de plazas, veredas, jardinerías, dotación de alumbrado público, parques, canchas, jornadas de arborización, pasar de bombonas al gas directo, instalación de teléfonos, centro deportivo, video cinema, Casa de los Niños, Defensa Civil y un módulo policial donde funcionaba también el juzgado de paz, hay una escuela primaria y un prescolar.

Ha recibido premios y reconocimientos: 1999, Carola Ravell a la Organización Comunitaria; 2000 y 2002, mención especial del Premio Nacional Mejores Prácticas Habitacionales.

Además ha hecho alianzas con las embajadas de Canadá, Inglaterra, Japón y de Australia, para auspiciar la Justicia de Paz y Centros Alternos de Conciliación y Mediación para Resolución de Conflictos.

Foto: Gleybert Asencio

La comunidad también tuvo acceso a recursos de parte del programa Rehabilitación de Urbanizaciones Populares.

“Aquí contamos con un centro social y centro de damas, escuela de samba, grupo scouts e Ince. Se hacían paseos para los niños y adultos, un Día de las Madres vino Leopoldo López”, recordó Marina García.

La lucha por mejorar

La Alberto Ravell está de aniversario con fallas de alumbrado público, con cortes improvisados de agua y la rodean tres vertederos ilegales de basura. Sus estacionamientos hace mucho que no son asfaltados.

Foto: Gleybert Asencio

No obstante, mientras los vecinos mostraban con orgullo la infraestructura, en cada comentario hacían mención al señor Dávila. “Nos arregló la caseta de los transformadores, hizo una escalera, arregló las jardinerías…”.

Foto: Gleybert Asencio

Se trata de José Dávila, uno de los comerciantes que hace vida dentro de la zona desde hace 20 años.

Él no vive ahí, pero se convirtió en una especie de padrino y ahora trabaja en planes de mantenimiento de las áreas verdes y está a cargo de la remuneración de cuatro obreros para que estén pendientes de los trabajos preventivos.

“La señora Carmen se cayó por una rampa que está en una de las entradas. Por ahí bajaban todos los abuelitos, entonces les hice una escalera que lleva su nombre. Pintamos los brocales, arreglamos los jardines, hacemos poda y desmalezamiento. Ahora, la gente tiene sentido de pertenencia, eso se había perdido un poco. Aquí venía gente a pedir comida, yo se las daba, pero los entusiasmaba para que limpiaran los espacios y ahora ellos son los que velan para que se cuiden”.

Foto: Gleybert Asencio

Dávila tiene varios locales en el área comercial. Cerraba a las 8:00 p. m. Por la pandemia lo hace más temprano, pero igual dedica la mayor parte del tiempo a los bloques. “Siento la Ravell como parte mía, como si hubiese nacido aquí”.

Es oriundo de Mérida, vive en otra zona de Caracas, tiene raíces portuguesas y está arraigado en El Valle.

En esta comunidad son visibles los problemas, pero los vecinos quisieron aprovechar este espacio para mostrar una forma de autogestión que solo puede sustentarse con la participación de los vecinos.

Son gente buena que mejoran sus espacios y luchan por una mejor calidad de vida, sin que se vean los colores políticos como los protagonistas. Pronto están por inaugurar la primera parrillera en un jardín común donada por el señor comerciante.

Además, por esta zona pasaron misses, entre ellas Irene Sáez, y una vez llegó a cantar Guillermo Dávila, a quien llamaban ídolo de juventudes.

La urbanización Alberto Ravell es una miniciudad que quiere permanecer. Solo pide a las autoridades un poco de atención y acción.  

Foto: Gleybert Asencio
Foto: Gleybert Asencio

Participa en la conversación