La vegetación sembrada en las calles de Caracas también sufre del desapego institucional y la poda indiscriminada. No le hacen mantenimiento oportuno y cuando cortan su follaje lo debilitan. Además, muchos árboles fueron sembrado en sitios no adecuados. Aquí dos expertos nos explican por qué se están cayendo los árboles.

Caracas. Pega un viento o cae un palo de agua y eso basta para que los árboles se conviertan en un terror para los transeúntes. También los carros, los techos de los quioscos, muros perimetrales, algunas ventanas y las aceras sufren destrozos cuando las ramas y troncos se desprenden y caen como naipes. Una de las causas es la poda indiscriminada y la siembra en lugares no aptos.

Argelia Silva, botánica y quien fuera encargada adjunta del Jardín Botánico, explicó que normalmente en la ciudad podan muy mal: “lo hacen de manera desequilibrada, cortan las ramas de manera no armónica y, en consecuencia, se caen cuando hace viento”.

Los árboles también se enferman, como cualquier ser vivo, dijo, y a veces lo están desde las raíces, y para ello los trabajos fitosanitarios que detectan la gravedad y atacan los daños.

Las especies se pueden caer por esa razón, porque están enfermos, porque son longevos, pero si a eso se suma que están mal podados, entonces vamos a ver frecuentes caídas cuando llueve”.

Los jabillos tienen fragilidad en sus ramas y es frecuente que sufran fracturas. Esos árboles cuando están jóvenes tienen espinas en sus troncos, pero cuando ya desaparecen es porque van mostrando su vejez, eso los hace más vulnerables.

De esos hay muchos sembrados en la ciudad, también hay muchos apamates, que sufren de una enfermedad que llaman, según Silva, “escoba de bruja”, la cual seca sus ramas; estas se retuercen y caen con cualquier viento.

Otra enfermedad que los ataca frecuentemente son los guatepajaritos, que son los parásitos que invaden el follaje de los árboles y hacen que mueran.

Además de los jabillos y apamates, en Caracas hay caobas y flor amarilla. Zonas como La Florida, Los Palos Grandes, Andrés Bello, Los Chaguaramos, El Valle, Coche, exhiben su frondosidad. También las matas de mango y mamón que, de acuerdo con Silva, resisten bastante a la poda indiscriminada, así como el pilón.

No obstante, estamos bien preocupados por la forma como los están dejando, como un lápiz mongol, les quitan el follaje, y esa es una manera de asesinarlos. Hacen un trabajo muy severo que no tiene técnica ni profesionalismo”.

Contó que, desde el Jardín Botánico, zona verde que está igual en una situación extrema, siempre entrenaban al personal de la alcaldía y daban asesoría. “Pero ahora vemos que hasta Fospuca, empresa recolectora de desechos, también hace poda indiscriminada y desmalezamiento y por no tener experticia no quitan los árboles muertos, pero dañan los sanos y cuando sacan una especie dejan una ventana abierta, pues no lo restituyen. Lo mismo hacen los comerciantes cuando tumban un árbol, luego tapan la ventana y eliminan un espacio verde, con el daño evidente a la calidad de vida de la ciudad”.

El profesor Hernán Papaterra, ambientalista, también explicó que un temporal de viento puede romper ramas o incluso el tronco de un árbol. “Pero también los árboles pueden caer de raíz, cuando por causa de la fuerte lluvia, el suelo está muy húmedo y ablandado y el viento hace que se desfonde todo el pan de tierra”.

La suma de una fuerte lluvia y un viento excepcional pueden ser el detonante. Sin embargo, para él, no siempre son estrictamente los culpables de la caída. En muchas ocasiones, el motivo puede ser la suma de otros factores:

  • Hoyo de trasplante poco profundo. En general se cavan hoyos poco profundos. Debido a ello, las raíces no son capaces de estabilizar el árbol y este solo se mantiene gracias a las raíces secundarias; es decir, las horizontales. A estas raíces les cuesta mucho aguantar en situaciones extremas de fuerte viento.
  • Sustrato inadecuado. La tierra de tipo argilosa, el limo o con demasiada cantidad de humus, materia orgánica o compost son sustratos poco indicados para la estabilización de los árboles.
  • Demasiada altura. Se acostumbra a plantar árboles muy altos. Y como consecuencia, si se producen tormentas con fuerte viento, hay muchas posibilidades de que caigan antes de que hayan desarrollado un correcto sistema de fijación en el suelo. Por lo tanto, lo ideal es plantar árboles más jóvenes, de unos 3 metros de altura máxima y siempre bien entutorados.

Y dijo: existen maneras de impedir que se salgan y desplomen debido al fuerte viento. Y todo pasa por ayudar a que el sistema de raíces sea fuerte y resistente. “Se derrumban porque están mal plantados y sus raíces son insuficientes, y eso tiene solución”.

poda indiscriminada
Foto: Cortesía Vecinos

Uno de los mayores problemas de las ciudades es que los árboles se plantan en sitios hostiles, en aceras, asfalto, cimientos y con una serie de limitaciones que les condicionan el suelo, esto provoca que las raíces no se desarrollen como debería.

“Por tanto, la mayoría de las especies que habitan en las calles siguen un mismo patrón desproporcionado entre su tamaño y el de sus raíces, lo que se convierte en un problema, porque no tienen un buen anclaje al sustrato, y sus raíces son incapaces de sujetarlos”.

Papaterra explicó que las acacias y cedros tienen mucho peso en las copas y muy pocas raíces y, por tanto, son los más susceptibles a la hora de quebrar ramas.

Las palmeras de gran tamaño, los pinos y las acacias demasiado grandes serían, sin un adecuado seguimiento y control, los más problemáticos en vías públicas. “Cuando no tienen un sistema radical fuerte, como es el caso de estos ejemplos, y además tienen unos 20 metros de alto y reciben rachas de viento en sus cimas, copadas de hojas, es inevitable que caigan. Se deben plantar en las ciudades árboles de hoja caduca y madera dura; así como evitar los de gran tamaño y hoja perenne en los paseos abiertos al público, como calles y avenidas”.

El experto indicó que además se desprenden de la tierra debido a la escasez y deficiente mantenimiento, y coincidió con Silva: los podan inadecuadamente y muchos, que están muertos y secos, incluso retorcidos, no son retirados a tiempo; lo que hace que sean susceptibles de caer por acción de lluvias y viento relativamente fuerte.

Situación que vemos cada vez que hay precipitaciones. Los árboles también son víctimas de la desidia institucional.

En Caracas, por ejemplo, es la Corporación de Servicios Municipales la encargada de la tala, poda y desmalezamiento. Pero sus cuadrillas de obreros muchas veces no tienen unidades para llegar hasta el sitio donde hay una especie en peligro, según dijo uno de los trabajadores que pidió el resguardo de su identidad.

Lo que hace la ciudadanía es contratar equipos que hacen el trabajo, muchas veces sin el conocimiento adecuado y van dejando entonces troncos débiles, sin equilibrio y blanco fácil de una ráfaga de viento que genera una serie de daños colaterales, por los cuales la municipalidad no se hace cargo ni responsable. Pues no retiran a tiempo los desechos, no reparan las aceras levantadas ni el mobiliario urbano destruido. La vegetación es víctima de la poda indiscriminada, y, en pandemia, hacen el trabajo sin supervisión y sin los equipos necesarios.


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