Los analistas señalan que cuando las personas reciben sus utilidades ya no pueden hacer lo mismo que hace años, como invertir en la inicial de un carro o de una vivienda, por ejemplo, de manera que las orientan a bienes y servicios esenciales.

Caracas. “Las utilidades se me desaparecieron de las manos. Me las gasté todas llevando comida para la casa”, cuenta Francy Vásquez, una maestra de prescolar que reside en Los Teques. Como ella, muchos ciudadanos han usado las bonificaciones de fin de año para cubrir los gastos de alimentación y las deudas.

Francy comenta que “las utilidades que cobró mi esposo también se fueron en lo mismo. Y tampoco es que hayamos hecho el gran mercado”.

María Rubio, empleada de una panadería, hizo como Francy: con sus ingresos extras fue al mercado. “El primer día me las gasté [utilidades] adquiriendo carne y pollo para guardar en el freezer”, comentó.

Los venezolanos sufren las consecuencias de las distorsiones de la economía con una severa escasez y una inflación de más de 400 % que pulveriza sus salarios. Por tanto, lo que perciben regularmente no soporta todas las necesidades básicas y los fondos adicionales van para los gastos esenciales. Hace unos años, las utilidades se invertían principalmente en electrodomésticos, iniciales para vivienda o vehículos, entre otros bienes, ahora es diferente.

Henkel García, director de Econométrica, explica que los bonos de fin de año de los trabajadores no son tan altos debido a que se estiman según el salario básico y el poder de compra del sueldo ha caído. De modo que “las personas no pueden hacer con sus utilidades lo mismo que hacían en 2010 y lo orientan a la compra de alimentos y pagos de deudas”.

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Dariana Pérez trabaja como mesonera y comenta que tanto ella como su pareja ya recibieron un adelanto de las utilidades: “Con los que nos dieron compramos comida. En los próximos días nos darán el resto y será para comprar más comida”.

Las familias suelen destinar la mitad de su presupuesto a la adquisición de alimentos, por ello, los altos precios de los productos golpean en los bolsillos. En septiembre, la canasta alimentaria llegó a 299.271 bolívares y para poder adquirir esa cesta se requerían en ese momento 13 salarios mínimos.

Algunos prevén usar los bonos para las hallacas. José Oliveros, mesonero de Caricuao, señala que con sus utilidades y las de otros familiares harán una vaca para comprar los ingredientes del plato típico decembrino, que este año “será un lujo”: “en mi casa todos trabajamos, así que vamos a hacer una vaca con todas nuestras utilidades para hacer las hallacas, comprar los panes de jamón y las bebidas alcohólicas. Es lo que se puede hacer, no vamos a echarnos a morir si las cosas están difíciles”.

Otros son más extremos. Jesús Monroy es un entrenador que habita en La Candelaria y dice que se gastó la plata en una deshidratadora de alimentos para conservar los productos. “Me compré una deshidratadora de alimentos, así almacenaré la comida para cuando todo se ponga más difícil”.

Cancelar deudas

Además de la comida, las personas están empleando parte de sus utilidades en cancelar las tarjetas de crédito, puesto que para realizar el mercado y pagar los servicios se recurre con frecuencia al dinero plástico.

La información de la Superintendencia de Bancos detalla que del gasto financiado con tarjetas, 20 % fue en supermercados y abastos al cierre de junio de este año.

Katherine Avilés afirma que “con lo que percibí rebajé las deudas con las tarjetas de crédito”. Esta diseñadora gráfica añade que “tampoco es quen me pagaron tanto, fueron 44.000 bolívares, pero al menos bajé los saldos”.

El analista García apunta que la gente con lo que tenga cancelará las tarjetas porque a lo largo del año ha estado pidiendo prestado.

Foto referencial: Angeliana Escalona


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