La cineasta Lana Wilson dirigió un documental que presenta las batallas de la estrella del pop contra sus demonios personales. Este año la cantante también estrenó su octavo disco.

Caracas. El pop suele ser menospreciado por aquellos que ven en ese mercado música fácil de digerir, que no requiere mayor esfuerzo y que, según los presuntos eruditos, es desechable. 

Taylor Swift es una de las figuras que durante 15 años se ha mantenido en el olimpo de esa industria, con una innegable repercusión internacional. Aunque sus comienzos fueron en el country, paulatinamente viró a sonidos más comerciales, que la afianzaron en el mainstream

En julio de 2020 estrenó el disco Folklore, el octavo de su carrera, que ha recibido muy buena crítica desde medios especializados y que, por ejemplo, ha llamado la atención de aquellos más apasionados por géneros como el metal. Sí, así han trascendido los buenos comentarios que en confines tan disímiles ha generado curiosidad por una obra que demuestra una intimidad en la que predominan guitarras acústicas y piano, sonidos lejanos de lo que tiene acostumbrado a su público. 

Grabado durante la cuarentena por la pandemia de COVID-19, fue una sorpresa, pues no hubo ningún tipo de aspaviento previo para promocionar lo que vendría. Y ha sido un éxito. 

Taylor Swift
En el documental, la cantante cuenta cómo sus vivencias forman parte de su obra. Foto: Cortesía

Billboard indicó recientemente que el disco de Taylor Swift es el único publicado en 2020 que ha superado el millón de copias vendidas, en total 1,038 millones de unidades en Estados Unidos, una cifra para nada deleznable en años del predominio de los servicios de streaming.

Meses antes, en enero, participó en el Festival de Sundance el documental Miss Americana, dirigido por la cineasta Lana Wilson, quien muestra en el filme el testimonio de Taylor Swift sobre su trayectoria hasta la actualidad.

La película forma parte del catálogo de Netflix, y ha sido punto de reencuentro luego del lanzamiento de Folklore. Salió al público después de Lover, el exitoso álbum de 2019, que también superó el millón de copias vendidas.

Miss Americana inicia con Taylor Swift que, en retrospectiva, repasa una carrera que comenzó muy joven. Con imágenes de archivo, la realizadora engrana una historia cautivante, en la que encaja muy bien ese viaje sobre el sueño realizado.

Un periplo no exento de tropiezos y dolores. Muestra cómo desde pequeña escribía y cantaba, primero para su familia, y luego en los modestos circuitos de Tennessee, donde se crio. 

Cuenta cómo ha sido para ella cumplir con las expectativas de tantos, quienes esperan que ella se comporte de acuerdo con lo que creen ella debe ser. Habla sobre los problemas alimenticios y cómo tuvo que sopesar las prioridades en su vida cuando su madre estuvo en tratamiento para superar el cáncer, un problema que, entendió, era mucho más importante que las opiniones en medios y redes sobre su trabajo o aspecto. 

Miss Americana brinda momentos emotivos sobre una figura que puede ser subestimada por aquellos que consideran que el estrellato pop es superficial. En el documental se ve a una persona no solamente trabajadora en demasía, sino que con el tiempo va descubriendo más de sí, con pleno control sobre su obra, ejemplos que contrarían esa idea de que en el género es exclusivo el producto prefabricado, calculado con intenciones meramente convencionales para seguidores supuestamente poco exigentes.

Taylor Swift
En Miss Americana, también hay registro de la interacción de la cantante con su público. Foto: Cortesía

La película pormenoriza el conflicto entre Taylor Swift y Kanye West, que comenzó cuando en los MTV Video Music Awards de 2009 el rapero interrumpió el discurso de la cantante para, de manera bastante grosera e intimidante, expresar su rechazo al premio otorgado a ella. Años después, el músico estrenó una canción en la que la insulta. También se adentra en el proceso legal de la guitarrista y pianista en contra del locutor  David Mueller, quien la manoseó en 2013 mientras se tomaban una fotografía. 

Taylor Swift se nota sincera y dispuesta a dejar constancia de lo que ha sido su trayectoria. El filme rememora un camino al éxito, exhibe a una figura que deja claro cómo ha sido constante en el esfuerzo por lo que tiene y todavía quiere. Sus anhelos, pero también sus temores y las heridas que todavía no han sanado. Una mujer en medio de tantas presiones. 

Además, la directora Lana Wilson brinda las escenas que siempre se esperan de un documental musical, en las que el testimonio y la obra creada se conjugan para resaltar un viaje en todos sus ambientes, desde la intimidad y la introspección del hogar, la experimentación del estudio hasta la apoteosis del escenario frente a miles de seguidores. 

Entre los productores del filme está Morgan Neville, ganador del Oscar a Mejor Documental por Twenty Feet from Stardom, además de ser uno de los directores de la atinada serie Song Exploder, igualmente disponible en Netflix. 

Sin embargo, Miss Americana tiene otro matiz en su segunda mitad, en la que Taylor Swift expone su inquietud por manifestar sus opiniones políticas, y cómo se impone a los consejos de su equipo de no sumergirse en los pantanos del debate entre demócratas y republicanos, para así no perjudicar su carrera y perder a una audiencia variopinta. 

Taylor Swift
Miss Americana da cuenta de una cantante con talento y disciplina desde los primeros años de vida. Foto: Cortesía

La artista toma posición en contra de la republicana Marsha Blackburn, a quien cuestiona por considerar que las creencias de la política podrían perjudicar a las mujeres y a homosexuales. 

Si bien es genuino el interés de Taylor Swift en la diatriba, el punto se vuelve tan reiterativo que genera sospechas. Pareciera que el clímax de Miss Americana se enfoca en reafirmar insistentemente que la madurez de la intérprete también reside en ese despertar, que manifiesta reiteradamente como ejemplo de liberación.

Y tomar posiciones no está mal. Ya no es la joven percibida en inocencia y pulcritud de los primeros años. Varios han sido los tropiezos y suficiente el tesón para ganarse un lugar en la industria, a veces voraz con sus protagonistas. 

Pero esa preocupación puede ser tomada como el mero afán de una superestrella por demostrar que deja temporalmente el pedestal para mostrarse como una ciudadana preocupada por su entorno, y, para que no quede incertidumbre, el metraje tiene que ser enfático, sin rendijas para los cuestionamientos. No hay cabida para la duda sobre su sensibilidad e inquietud. 

Incluso, hay un momento clave en el que no oculta su frustración cuando se da cuenta de que su alcance e influencia son insuficientes para un contexto que es más amplio y complejo. Sin embargo, saca cuentas para ver cómo influir en el pensamiento de futuros votantes. 

Entonces surgen las preguntas sobre la intención de Miss Americana, sobre si es un certero relato de crecimiento personal y profesional de una estrella en su mejor época, o la presentación de un discurso que refuerza otra imagen de la creadora, pero con un quirúrgico esfuerzo por lucir impoluta; la transición de la joven inocente de los comienzos a una mujer que en la madurez busca más profundidad en sus inquietudes, pero en la que se nota condescendencia. Como si nuevamente le importara la imagen que proyecta, esta vez enfocada en asuntos sensibles. 

Miss Americana culmina en un permanente cuidado para no desentonar con la imagen a proyectar de la artista. La duda surgida se convierte en un traspié para la película. Taylor Swift en dos discursos. El espectador decidirá cuál comprar.


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