La película de Alberto Arvelo registra el ambicioso proyecto del artista: separar al color de su forma. A la vez, muestra momentos personales del creador, que falleció en julio de 2019
Carlos Cruz-Diez revisa sus archivos. Está en un lugar amplio, ordenado y cálido, a pesar del frío que seguramente lo rodea para conservar el material que ahí se preserva.
Abre unas carpetas y saca dibujos. Son sus primeros trazos, los de la niñez. Un camión con helados, la carreta que lleva la leche; imágenes de una infancia en una Venezuela que todavía era rural, vista por un niño curioso que en papel manifiesta el impulso ante un mundo que planteaba vida y color. Se sorprende años después de cómo entonces disponía las líneas, sonríe. La mamá guardó celosamente cada dibujo, que ahora forma parte del archivo del artista, que también incluye sus historietas en periódicos de la época.
Las escenas forman parte de Free Color, el documental sobre Carlos Cruz-Diez filmado por Alberto Arvelo. La película, más que un retrato biográfico del maestro del cinetismo, hace al espectador testigo del último anhelo del artista plástico nacido en Caracas el 17 de agosto de 1923 y fallecido el 27 de julio de 2019.
A sus 94 años de edad, manifiesta que todavía hay mucho por explorar. Entonces, emprende un ambicioso proyecto de separar el color de su forma. Sí, sobre el río Sena de París imagina el escenario para ese último movimiento de la sinfonía de colores que el artista compuso por más de 50 años.
Para lograrlo, se apoya en científicos que con tecnología de punta puedan ayudarlo a lograr su sueño. Más allá de explicaciones técnicas, Free Color es un paseo a la intimidad de un artista, a su sabiduría. Bien dice Carlos Cruz-Diez que las ideas intoxican. Por eso, hay que hacerlas realidad, llevarlas a cabo, y él emprende esta aventura en conjunto con la ciencia, que ve en el arte objetivos similares en cuanto a la verdad.
El director muestra como toda la familia de Carlos Cruz-Diez se involucra en las dinámicas del artista, quien evoca a aquellos creadores que extendían su pasión a todo vínculo filial. El taller como hogar. Son amenas las imágenes y entrañables encuentros de hijos y nietos que lucen unidos alrededor de un legado que les pertenece. La familia como proyecto armónico de vida.
Free Color es un testimonio de una existencia con propósito, extraordinaria y aleccionadora. Además lleva intrínseco el suspenso de toda empresa intimidante, y que se agradece en toda película. El espectador no solo se conmoverá con cada acercamiento a las historias de un creador, sino también estará a la expectativa del resultado que se aguarda con ansias.
Carlos Cruz-Diez no es presentado en un pedestal. Y si hubo intención de subirlo, el artista se baja inmediatamente. Se ve humilde y cercano, seguro del alcance de su obra, pero lejos del divismo que caracteriza a otros con menos de qué enorgullecerse.
Alberto Arvelo tiene una obra documental que ha revisado hitos culturales venezolanos. Es responsable de Tocar y luchar (2006), sobre el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, Dudamel: El sonido de los niños (2010) y Guaco: Semblanza (2017). Ahora, Free Color es posiblemente su filme de no ficción mejor logrado, pues no busca abarcar toda una vida u obra, sino que a partir de un momento específico halla el peso narrativo suficiente para plantear un tema con las inevitables reminiscencias biográficas del involucrado.
El director además se valió de un equipo para la creación musical de Free Color, diverso y certero, integrado por Gustavo Dudamel, Nascuy Linares, Devendra Banhart, Sebastián Arvelo y Álvaro Paiva Bimbo. Notas que delinea aún más un sendero de enseñanzas, vivencias y proyecciones.
Es una de las películas que actualmente forma parte del Festival de Cine Francés que se puede disfrutar en la plataforma del Trasnocho Cultural. Se podrá ver con entrada libre hasta el lunes 12 de octubre. Luego, el documental seguirá su curso en festivales internacionales.
Free Color es un homenaje a un prócer del ideario del venezolano. Protagonista de ese sueño urbano que empezó a ser Venezuela en los años cincuenta, y aunque ha sido trastocado, está lo suficientemente afianzado en su deseo para poder recuperarse. El arte ha sido testigo y será punto de partida, con la impronta de obras como las de Carlos Cruz-Diez; algunas de ellas maltratadas en el país, pero para eso también está la película, para reflexionar sobre los deberes inmediatos.
Lea también:
- Enola Holmes, una aventura para encontrarse a sí misma
- The Devil All the Time, más allá del mundo arácnido de Tom Holland.
- The Social Dilemma, el documental sobre la hecatombe.
- Cuties, una película polémica con soluciones fáciles.
- Cobra Kai, nostalgia y curiosidad por una vida pasada.
- The Speed Cubers, el documental que reivindica la competencia.
Participa en la conversación