Niños y niñas de Carapita se resguardan de la violencia en comedores sociales

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Los liderazgos femeninos de Alimenta la Solidaridad convierten sus espacios de desarrollo infantil en centros comunitarios para erradicar la violencia.

Caracas. En Carapita, al oeste de Caracas, hay una casita en la colina empinada de la terraza San Miguel donde las paredes están repletas de carteles de papel bond y se dibujan con marcador y crayón mensajes para niños de preescolar a primer grado. 

En el “violentómetro”, un dibujo en papel bond, se pueden distinguir desde las temperaturas más bajas hasta las más altas de violencia. ¿Te miente, descalifica o humilla? ¡Reacciona! ¿Te controla, te golpea “jugando”? ¡Alerta! ¿Te fuerza a tener una relación sexual? ¡Aléjate!

Foto: Isabella Reimi

La maestra Mary Tovar, encargada de este comedor social que también brinda educación, contó que mediante los juegos los niños aprenden cómo funciona la violencia. 

En una oportunidad preguntamos cómo describirían la violencia en una palabra. Un niño dijo: Maltrato, mi papá me pega y eso es violencia. Ves que algo está pasando. Estamos intentando encontrar dónde está empezando la violencia en las familias de los niños, explicó.

En el período que terminó el pasado mes de julio, la maestra recibió a 12 niños en esta aula comunitaria durante cuatro días a la semana. Para el próximo año escolar 2022-2023 ya tiene 26 inscritos, aunque no ha inaugurado su centro educativo formalmente.

La mayoría son alumnos de preescolar y primer grado, debido a que fue la población más afectada por la suspensión de clases durante la cuarentena prolongada por la pandemia de COVID-19.

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Foto: Gleybert Asencio

En este servicio, que cuesta un dólar semanal, la mayoría de los niños fortalecen sus habilidades de lecto-escritura. Pero también se desarrollan en otras áreas.

Algunos comedores de la organización no gubernamental Alimenta la Solidaridad combinan tres de sus programas: Sirven comidas, ofrecen reforzamiento pedagógico y fomentan liderazgos femeninos. Ese es el caso de los comedores de Mary Tovar, en sector Caballito, y de Saray Camacho, en Las Delicias de Carapita.

En la tercera cohorte del Programa de Liderazgo Femenino (PLF) de esta ONG, ambas se capacitaron en comunicación y oratoria, trabajo de emociones, liderazgo comunitario y lo que más han reforzado es romper ciclos de violencia.

Foto: Gleybert Asencio
Proteger a los niños de las amenazas del entorno

De acuerdo con estas maestras, en Carapita hay muchos niños y una de las principales metas que se proponen es “intentar rescatarlos” de la delincuencia y la prostitución.

“Desde la pandemia se ha visto mucho ocio en la calle, la prostitución está muy avanzada en estos sectores. Yo quedo impactada cada vez que salgo en las tardes o en las noches y veo por ahí esa cantidad de mujeres”, dijo Mary.

Las fatalidades por violencia en Carapita son tan comunes que pocas de las denuncias se denuncian en la prensa. Pero los vecinos de Terrazas de San Miguel no olvidan al niño de tres años que fue víctima de abuso sexual por una persona de la comunidad, o a la niña de 10 años que fue descuartizada por su profesor de baile.

Sin embargo, en las tareas dirigidas, como las llaman algunos, los niños aprenden opciones de vida fuera de la violencia.

Marlene Yépez, coordinadora educativa de Alimenta la Solidaridad, resaltó que cuando los niños “ven a adultos significativos que les dan amor” sus vidas se transforman.

Foto: Gleybert Asencio

Junto a los pequeños, Mary Tovar recibió a un adolescente de 12 años de edad, con retraso en el aprendizaje, que era víctima de acoso y se tornaba agresivo. Gracias al abordaje en el centro educativo ha trabajado sus problemas de lenguaje y “ya no le da pena con los niños”.

Saray Camacho resguardó a tres niñas de una familia con necesidades especiales. Describió que tanto la madre como sus cinco hijos padecen de condiciones psiquiátricas y la madre buscaba un espacio para alejar a las chicas de los varones, pues estos abusaban de ellas.

Otra vecina le contó del comedor, ella llegó a mí, lloró y lloró… Estamos ahí pendientes de que no vaya a pasar algo, de que las niñas estén tranquilas, relató.

Un espacio seguro entre vecinas

Según han diagnosticado las lideresas, en la pandemia de COVID-19 se han suscitado más situaciones de violencia de padres hacia sus hijos porque perdían la paciencia para enseñarles lo que la educación pública había dejado en sus manos.

Cuando se dan cuenta de que un niño es maltratado, no señalan, sino que invitan a talleres sobre violencia intrafamiliar. Ahí es donde las madres pueden identificar el daño que que reciben sus hijos, también pueden verse reflejadas como víctimas de violencia basada en género.

Este viernes, 2 de septiembre, el comedor de Caballito ofrecerá “una mañana de café con las mamás de la comunidad, con un taller de violencia basada en género”. 

Foto: Gleybert Asencio

Los talleres cumplen con tres condiciones para que se sientan como espacios seguros: solo asisten mujeres, hay un pacto de confidencialidad y lo dicta alguna compañera del PLF que no viva en el sector.

“Yo como líder de Las Delicias no acostumbro a tocar ese tema en mi comunidad porque ya las personas me conocen y van a tener temor de que yo comente a las madres del comedor el problema que ellas están pasando. Y esa no es la idea”, aclaró Saray.

El objetivo es sensibilizar a las asistentes para que, si alguien atraviesa por una situación de violencia, se lo pueda confiar a la facilitadora. Ahí entra en juego la tarjeta morada, que cuenta con números institucionales que brindan asistencia. 

Así fue como Elena, de 25 años de edad, quien es auxiliar de Mary en las tareas dirigidas, salió de un círculo de violencia.

Yo llamé a esos números y de verdad me ayudaron muchísimo. Me dijeron que incluso me aislaban 15 días, indicó a Crónica.Uno.

Alimenta la Solidaridad traza una red con el Comité de Familiares Víctimas (Cofavic) y el Centro de Asistencia Jurídica de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), en Parque Social.

Un futuro centro comunitario

Mientras que algunas voluntarias de Alimenta la Solidaridad donan un espacio en sus hogares para instalar los comedores, Caballito y Las Delicias se diferencian debido a que son espacios 100 % de la comunidad. 

Foto: Gleybert Asencio

Por eso, además de los platos de comida y las clases para los niños, quieren ofrecer refuerzo pedagógico para madres y jóvenes. 

¿Cómo la educación va a venir de casa si la madre no tiene una educación correcta?, reflexionó Saray.

Es por esto que quieren crear un espacio para que las madres se capaciten para obtener ingresos. Gracias al PLF han podido dictar dos talleres de repostería y planifican otro curso básico de tres dólares por clase que ofrece un certificado.

Otra iniciativa de una compañera del programa en Carapita es una formación en sustento textil, que enseña niñas a confeccionar y coser. 

Esa es la idea de Alimenta la Solidaridad. Cero comedores. Que aquí cuando las personas tengan la capacidad de subsistir no quede un comedor, sino un espacio de encuentro comunitario para trabajar muchísimas cosas.

Foto: Gleybert Asencio

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