Odontopediatra y profesora ad honorem en los Jueves de Inglés de Petare

A sus 30 años de edad, Jessica Medina no solo es madre de dos pequeñas, también es odontopediatra, voluntaria e imparte clases de inglés a 42 niños, de entre 3 y 4 años, en el Colegio Manuel Jenaro Aguirre de Petare. Allí colabora con los llamados Jueves de Inglés, un programa impulsado por la organización Yo tengo un sueño, que invierte su esfuerzo en la educación de niños de escasos recursos.

Caracas. De profesión odontopediatra, Jessica Medina dice que lo tuvo todo en su niñez para considerarse feliz. Tuvo chofer para ir a la escuela y también para cursar toda su universidad. Pero sus días, desbordados de una envidiable opulencia y suntuosidad, dieron un vuelco tras la muerte de su padre, un hombre afable, que quiso crear una fundación para ayudar a los aborígenes de Amazonas y que dejó una huella imborrable en su corazón. Este fue el motor de una nueva forma de mirar su vida.

A sus 30 años de edad, Jessica no solo es madre de dos pequeñas, también es voluntaria e imparte clases de inglés a 42 niños, de entre 3 y 4 años, del Colegio Manuel Jenaro Aguirre de Petare. Allí colabora con los llamados Jueves de Inglés, un programa impulsado por la organización Yo tengo un sueño, que invierte su esfuerzo en la educación de niños de escasos recursos.

La semilla del voluntariado creció en ella desde su niñez, mientras estudiaba en el colegio Cristo Rey de Altamira. La inquietud de ayudar a otros ahora rinde frutos en su hogar, donde le ha inculcado a su hija mayor los valores que recibió de su padre: dar con el corazón, pues cree que esta es la manera de recibir con creces.

Es mi modo de volver a creer en algo, de llenarme de esperanza y de vida. Aunque a veces parece que no queda fe y esperanza, ser voluntaria me llena de energía y me hace creer en la Venezuela posible. En los Jueves de Inglés la sonrisa de los niños es increíble, ese día les doy un poquito de lo que les hace falta: alegría y un día diferente. Llegan a sus casas felices porque salen de la rutina. Yo soy la maestra pero los niños me enseñan más a mí que yo a ellos.

Con ese ejemplo, su pequeña de 9 años vence el “egoísmo” típico de su edad, abre su closet y escoge la ropa y zapatos que regalará a las niñas que lo necesitan. También dona sus juguetes a servicios de pediatría de los hospitales y a niños con cáncer. En diciembre, ya se ha vuelto una tradición familiar la Fiesta de Navidad en el Hospital, en la que participan Jessica, su hija y su madre. Además, reparten comida los fines de semana en la zona rural de El Hatillo.

Jéssica conoce la necesidad de la comunidad donde está ubicado el colegio Jenaro Aguirre. Hace más de tres meses, cuando organizó el baby shower de Eugenia, sorprendió a los invitados con una petición inusual: pidió llevar un kilo de comida en lugar de regalos. Sin saberlo, sus allegados hacían parte del programa Tu Kilo de Ayuda, una iniciativa promovida por el colegio para auxiliar con un plato de comida caliente a los estudiantes que llegan sin desayunar o a aquellos que se ausentan de las aulas porque no hay nada que comer en casa.

En la fiesta infantil se recolectaron 25 kilos de comida, algunos antibióticos pediátricos y fórmula infantil. Con esta experiencia, Jéssica prueba que hay gente dispuesta a colaborar, pero muchas veces no sabe cómo. En el Jenaro Aguirre siempre hay espacio para un voluntario más. Si quieres ser profesor voluntario o colaborar con #TuKiloDeAyuda escribe al Facebook Yo Tengo un sueño.

Desde siempre he tenido debilidad por los niños. Son el alma abierta de los adultos. No mienten y están siempre sonrientes. Más allá de enseñarles, he aprendido con ellos. He podido mostrarles, con amor, que se merecen ser tratados bondadosamente a través del inglés.

Jessica además acompaña a los universitarios que desempeñan su servicio comunitario en los Jueves de Inglés. En una ocasión en la que intentaba construir un jardín de trigo con espagueti crudo, dice que pudo ver el rostro de la pobreza en los pequeños de Petare. “Uno de los niños me dijo que en su casa no había nada de comer, que no tenían pasta y eso me animó aún más a canalizar donaciones para ellos, que desayunan y almuerza en el preescolar”, recuerda.

Con ellos ha conocido de verduras, el menú recurrente en las mesas de los más pobres y se ha ejercitado con fuerza en la bondad de compartir. “El año pasado hicimos unas tarjetas para las madres en su día, y muchos niños regresaron con las suyas porque sus progenitoras se marcharon del país, porque estaban con su abuela o porque simplemente los dejaron”, cuenta conmovida. Pero a todo ello, se impone la educación y su voluntariado de casi dos años, con niños de 3 y 4 años, que son el presente y el futuro de Venezuela.


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