A 100 días del 1° de abril, cuando la Mesa de la Unidad Democrática convocó a acciones de calle en las barriadas caraqueñas, los vecinos definen su agenda propia.

La mayoría de sus acciones ocurren en horas nocturnas. Comienzan por el reclamo de servicios públicos y terminan vinculadas al tema político, lo que desencadena una fuerte represión por parte de los cuerpos de seguridad del Estado.

Caracas. Las protestas en zonas populares del municipio Libertador como El Valle, Caricuao, La Vega, Mamera, La Candelaria, El Paraíso, Lídice, San Martín, Quinta Crespo, La Pastora, San Agustín y Propatria, demuestran que los vecinos no esperan la convocatoria de los políticos de oposición para tomar la calle; como viene ocurriendo desde 1° de abril, cuando la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) convocó a acciones de calle —en un principio, para recuperar el hilo constitucional. Los barrios se mueven en el marco de sus necesidades básicas, más allá de los problemas políticos.

Hace dos meses que no llega el Clap. Nos tienen engañados. De la calle no nos vamos hasta que la gente del consejo comunal aparezca, dijo Isabel Paredes mientras participaba en una tranca en la parte baja de La Vega.

Siempre hay manifestaciones. Marco Ponce, investigador del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), explicó que no es que en estos sectores estén protestando por un llamado externo.

En los barrios siempre hay manifestaciones, eso ha sido así desde hace mucho tiempo atrás. Solo en 2016 hubo 7000 acciones de calle y de esas 70 % se desarrollaron en los sectores populares para exigir comida, seguridad y servicios.

Claro, con las marchas y trancazos, comentó Ponce, hay como una fusión en las exigencias de los vecinos. Además de protestar por sus derechos sociales, adicionalmente están defendiendo un proyecto de país.

Sucedió en la parte baja de la parroquia La Vega el pasado 2 de junio de este año. Ese día, desde las 4:00 a. m., por las redes sociales se alertaba de una protesta. Los vecinos reclamaban las bolsas del Clap y se quejaron además por las fallas del gas doméstico y del transporte público.

Mientras estaban denunciando la deficiencia de los servicios, los cercó un piquete de la Policía Nacional Bolivariana (PNB). Cuando pasaron al plano gubernamental el conflicto se elevó.

A medida que fue avanzando la mañana, en la manifestación ya había banderas nacionales en los hombros de los manifestantes y consignas en contra del llamado del Presidente Maduro de convocar a una Constituyente.

Eso les costó que fueran reprimidos con perdigones y bombas lacrimógenas durante todo el día. Esa noche hubo allanamientos en el sector. Lanzaron una Operación de Liberación del Pueblo (OLP) y se llevaron a más de una docena de jóvenes detenidos.

Ahora cada vez que cacerolean llegan las tanquetas y se generan enfrentamientos entre los uniformados y grupos de civiles armados. Lo mismo ocurre en La Candelaria y en San Juan.

 

Tenemos que apagar las luces cuando estamos tocando nuestras ollas porque tenemos hambre. La GNB dispara hacia los apartamentos, narró Luisa Olivo, habitante de La Veguita.

Profundo descontento. El padre jesuita Alfredo Infante, director de la Revista Sic, también consideró que en el barrio hay un profundo descontento.

Las protestas son de carácter social y son reprimidas. El patrón de represión también varía, no en su manera, sino en su forma, como cuando ejecutan una OLP. Así distraen la atención del problema político y ponen el foco en el tema delincuencial, aunque esa variable también está presente.

A su juicio, no se pude hablar de manera genérica de los barrios, cada uno tiene un cruce de variables diferenciales, incluso hasta geográfico.

Lo cierto del caso —y eso se puede demostrar con los resultados electorales de la última década— es que la mayoría de esas zonas (los barrios) fueron comunidades chavistas. Hasta había vallas en El Valle y en La Vega donde se leía la frase “territorio chavista”.

Sin embargo, la historiadora Margarita López Maya es de la opinión de que mientras los partidos no actúen con más sensibilidad hacia lo social, la protesta política no tendrá resultado en esos sectores.

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Las manifestaciones sociales están desvinculadas de lo político. Si los dirigentes entienden sus necesidades, la gente del barrio hace conexión, dijo la también profesora universitaria.

En estos últimos dos meses barrio adentro las protestas han estado activas.

Ahora bien, señaló, la represión del chavismo hacia los barrios siempre ha existido. Sucede que en un principio estuvo la orden de no atacar los sectores populares, fue en la época de las invasiones. Intentaban resolver las cosas por la vía de la negociación. Sus reclamos eran por otra cosa. No podían meterse con lo político. Era un poco como seguir fomentando la antipolítica. Sin embargo, este es un régimen autoritario que no ha tenido mucho cuidado con las zonas populares y las formas de represión.

Amparados en la noche

“Mamera nunca ha salido a protestar. Pero ya está en la calle”, comentó una vecina que se asomó a las escaleras que están al lado de la famosa jaula de King Kong.

Desde ahí comentaba con otra vecina los sucesos ocurridos la noche del 7 de junio en Mamera, cuando la gente del sector Santa Inés salió a protestar porque las bolsas del Clap no les llegaban desde hace un mes.

En Mamera las acciones de calle estaban silenciadas a no ser que un palo de agua los dejara incomunicados y sin trasporte. Que no llegara el Clap y el gas doméstico avivó la molestia colectiva.

El OVCS señaló que en la caracterización de los primeros 80 días de manifestaciones destacan precisamente las protestas nocturnas, un aspecto novedoso en comparación con las modalidades registradas en los últimos años.

Tan solo en el municipio Libertador de Caracas se han registrado acciones de calle nocturnas durante 21 días continuos, hasta el 19 de junio.

Los vecinos manifiestan después de las 7:00 p. m., siendo los cacerolazos la modalidad más representativa. Luego arman barricadas y debido la represión militar, levantan alcantarillas, atraviesan palos y queman cauchos.

Eso ocurre, según el análisis de López Maya, porque a esa gente la mueven otros condicionantes, muy diferentes a los que impulsan a los partidos políticos y hasta a los disidentes al Gobierno. “Incluso sus motivos de protestas son muy diferentes a los de los sectores medio altos y por eso se sienten como aisladas”.

En el barrio es la cosa

Cuando comenzaron las marchas y las manifestaciones, desde el lado de Altamira dejaban colar en el ambiente la frase: “oeste despierta” o “falta que bajen los cerros”.

Por las redes sociales se visibilizaron las protestas de El Valle, La Vega, El Paraíso, Coche y La Candelaria. Pero mientras esas acciones ocurrían en la Cota 905, en Caricuao y cerca de Miraflores sonaban con fuerza las cacerolas. Pasaron semanas para que el ciudadano de pie se enterara de esa situación.

¿Entonces hay como dos ciudades: Altamira (como centro que aglutina a la oposición durante el día) y el oeste que sale en las noches?

Eso puede tener muchos análisis según la historiadora venezolana.

En las zonas populares, a las que se les pide más acción, hay muchas limitaciones. Muchos de sus habitantes reciben misiones y becas, están supeditados por los colectivos, e incluso, algunos están emocionalmente movidos: eran chavistas y ahora no lo son pero no quieren exteriorizarlo.

Quizá por esos elementos esperan la noche para salir. De ese modo no están claramente visibles ante “los patriotas cooperantes” que hacen vida en los barrios, aunque igual sufren las consecuencias, pues les lanzan gases lacrimógenos a sus casas, las tanquetas destruyen sus propiedades y se llevan a sus muchachos detenidos.

Hay que recordar que la violencia y represión se inició de manera sostenida desde la activación del Plan Zamora, el pasado 18 de abril de este año, por parte del presidente Nicolás Maduro. Y se agudizó con la activación de una segunda fase de este programa, anunciada por el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, casi un mes después, el 17 de mayo.

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Lo político vs Lo social

El sociólogo e investigador Jorge Díaz Polanco, por su parte, sostuvo que el carácter político de las protestas no tiene que ver con la carencia o la abundancia.

“Está relacionada con el entorno en el cual se producen y con la naturaleza de las cosas contra las que se protesta. Si alguien lo hace porque le falta gas, esa carencia no es casual; es debida a ciertas causas, las cuales están atadas a la eficiencia de quien gestiona el Gobierno o de quien produce el gas”.

En este sentido, reflexionó, en Venezuela, dada la “naturaleza” del régimen, las cosas más sencillas e ingenuas pueden resultar subversivas, aun cuando en sí mismas sean inocuas políticamente.

En los sectores populares hay mucho descontento porque se sienten desasistidos.

De manera pues que en nuestras circunstancias no hay protesta que no sea de carácter político, así se dé en una zona popular. Cuando frente a un gobierno militarista, corrupto e ineficiente como el que tenemos la gente protesta porque no tiene comida, esa acción además de tratar de poner de manifiesto la necesidad específica de alimentación, es un desafío para el poder, una afrenta, y como tal debe ser eliminada, reprimida, desaparecida. Lo que está ocurriendo no tiene nada que ver con movimientos políticos de izquierda reivindicativa, sino con autoritarismo militarista y despótico. Por eso, cuando no tenemos papel higiénico, protestamos contra el régimen”, destacó Díaz Polanco.

En consecuencia, Margarita López Maya alertó que debe venir un proceso de construcción del país de manera cívica y no violenta. “Las protestas en las zonas populares seguirán y del otro lado [la política] igual, por eso hay que buscar una resolución, una negociación, si no que caiga el régimen, pues por la fuerza no se puede gobernar, es solo por un rato, pero no por largos períodos. Eso no se sostiene porque el Gobierno ya no puede costear los planes educativos y sociales y tiene una legitimidad muy baja. Si eso no pasa, lo que puede suceder es la anarquía”.

Apoyó esta posición apuntando que se verán más protestas sin dirigencia por las noches, con lo que se le ocurra a cada quien, incendiando, poniendo barricadas con unos cauchos, haciendo rosarios o vigilias en las comunidades.

“Pero esas cosas tienen muy poca efectividad si no están acompañadas de la dirigencia política. En los barrios, y no de ahora, también se vio en las décadas de los 80 y 90, existe una antipolítica. Sin embargo, para entender mejor la protesta social el pueblo necesita conducción. Eso no se hace de un día para otro. Hace falta que la gente sea más receptiva a la posición política. Sin esa fusión, la lucha en las zonas populares no tendría validez. Si todos nos entendemos, incluyendo al poder que representa el Ministerio Público, encontraremos la luz al final del túnel”.

Fotos y video: Mabel Sarmiento Garmendia


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