Centros comerciales, negocios de comida y las empresas básicas registran en sus números las consecuencias de los cortes entre abril y julio.

Puerto Ordaz. La Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, conocida como represa de Guri, surte de electricidad a buena parte de Venezuela e, incluso a Brasil. Sin embargo, el estado en donde está, Bolívar, fue uno de los más afectados por el plan de racionamiento eléctrico que ideó el gobierno y que duró tres meses: desde finales de abril hasta principios de julio.

El gobierno de Venezuela, a través de su ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez, achacó siempre al fenómeno climatológico El Niño la crisis eléctrica en Venezuela y obvió las denuncias que sobre desinversión y corrupción formularon trabajadores y antiguos gerentes para explicar la baja disponibilidad de energía eléctrica.

Lo cierto del caso es que los soslayos del Gobierno a las advertencias terminaron pasando facturas a la economía guayanesa, y el ejemplo más concreto fue el sector comercial.

De acuerdo con los primeros balances tras la finalización de los recortes eléctricos, las pérdidas, según estima el presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Caroní, Yorman Hernández, son de entre 30 y 40 %.

Los afectados: todos

Los negocios más afectados este año han sido los de los centros comerciales. Una de las primeras medidas de racionamiento recayó sobre estos: desde febrero (dos meses antes de la vigencia del plan de emergencia eléctrica) se vieron en la obligación de recortar horarios.

“Lo peor es que, a pesar de lo que perdimos nosotros, igualmente nos aumentaron el alquiler de los locales en 160 %. Cuando nos reunimos con el administrador simplemente nos dijo que aumentáramos los precios, pero a un cliente al que le cobro ochocientos bolívares no puedo venir, de repente, a cobrarle dos mil. Si me preguntas de cuánto fueron las pérdidas en estos meses, no lo sabría decir, pero fue muchísimo”, dice Carol Hernández, accionista de una peluquería del Centro Comercial Trébol, de Puerto Ordaz.

Pero afuera de los centros comerciales la situación no fue distinta: entre los más afectados, los negocios de comida tuvieron que enfrentar no solo la pérdida por falta de clientes.

“En estos meses hubo 35 %  de disminución de las ventas, sin contar la pérdida de productos refrigerados como leche, embutidos y masas, porque además de las cuatro horas que correspondían al plan, esta se extendía por muchas más horas. Tuvimos problemas porque se quemaron dos motores de neveras. Aparte, está el asunto de la inflación: cuando comenzaron los cortes, el kilo de café me costaba 3 mil 600. Ahora, me los venden en 5 mil 800. No he querido sacar números. Fue bastante duro y preocupante: era insostenible”, detalla Carlana Azugaray, propietaria de un café.

Todo ello, sin contar cómo cambió la vida en las casas y, por ejemplo, en las escuelas y universidades: sin aires acondicionados, sin equipos necesarios para las clases, sin el aparataje administrativo a toda marcha.

Pero en Ciudad Guayana, también las empresas básicas, ya improductivas desde el afianzamiento del control estatal, vivieron una nueva debacle. Un ejemplo es Sidor: en el primer semestre de 2016, la producción de acero líquido fue de 37 mil 927 toneladas. ¿Un punto de comparación? 2015 cerró con 1 millón 50 mil toneladas.  Y 2007, durante la privatizada era Ternium, con 4 millones 300 mil toneladas.

Otra consecuencia del recorte. A pesar de que las empresas están en la misma región que la represa de Guri.

Foto: Cortesía Correo del Caroní


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