Tan grande y fuerte como las rocas que tapiaron sus casas es la gratitud de los damnificados de El Castaño

El Castaño

A 22 días del deslave en El Castaño, una diputada, un empresario, un matrimonio, un vigilante y un grandes ligas siguen aferrados a la fe en Dios y su gratitud por estar vivos, es tan grande y fuerte como las gigantescas rocas que tapiaron sus casas. Por eso, mantienen la esperanza de recuperar lo que construyeron durante años de esfuerzo y trabajo.

Maracay. “Aunque perdimos todo lo material, espiritualmente estamos fortalecidos. Todo lo que pasó aquí decía que íbamos a perecer, pero la mano de Dios nos guardó y nos protegió”, dice Fanny García que se salvó del deslave ocurrido en El Castaño.

Fanny García, con voz entrecortada, narra desde la terraza en cuyo techo permaneció casi dos horas aquel 17 de octubre junto con su único hijo de 12 años de edad, luego de luchar contra el lodo y el miedo. Hasta allí logró subir, mientras la fuerza de las aguas, las rocas y los árboles, chocaban contra la pared del patio y que cree, sirvió de contención para que el deslave no arrasara con toda la casa.

Quédate tranquilo le decía a mi hijo que nació con hipoplasia cerebelar. Mientras oraba y clamaba a Dios, porque no había sino confiar en su mano. Después que le inventé a mi hijo que su tío venía en un helicóptero, pasarían 25 minutos para que nos rescataran”, relata.

El rescate de Fanny García y su hijo, fue una de las más de 20 evacuaciones aéreas que se realizaron horas después del derrumbe.

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La diputada Fanny García es una de las afectadas con el deslave de El Castaño.Foto: Gregoria Díaz.

García es diputada al Consejo Legislativo del estado Aragua por el partido Avanzada Progresista. Ya lo fue en otrora. Además, fue primera dama del municipio Girardot, por estar casada con el coronel Humberto Prieto, alcalde de Maracay del 2000 al 2008. Ambos construyeron una vivienda en la calle 9 de El Castaño y en donde Fanny García ha permanecido por más de 15 años.

Hoy, desde un inmenso boquete que dejó una enorme roca en su habitación, mira a su alrededor. Frente a la maltrecha cerca de su casa, están arrumados los muebles coloridos en los que su hijo recibía terapia y gran parte de los libros de su biblioteca están revestidos de un lodo seco.

Fanny García no sabe si podrá regresar. Tendrá que esperar a que los técnicos determinen los daños estructurales a su vivienda, una de las 100 que presentaron destrucción parcial, de un total de 140 que resultaron afectadas, de acuerdo con lo anunciado por el viceministro de Gestión de Riesgo y Protección Civil, Carlos Pérez Ampueda.

Del otro lado de la calle 9, un terreno escarpado antecede a unas ventanas y a un pedazo de techo.

Es lo que quedó de la vivienda de la familia Figallo, residente de El Castaño, por más de 30 años.
Es una de las 40 viviendas con pérdida total. Y el rostro compungido de Juan Figallo denota la pena, aunque agradece que toda su familia esté bien.

“Gracias a Dios ese día no estábamos en casa. Las pérdidas son cuantiosas y la vivienda de 32 años se perdió”, cuenta mientras la corneta de una máquina opaca su tenue voz.

Por unos segundos, voltea su mirada hacia los escombros y sabe que la recuperación es cuesta arriba. Prefiere dejarle al tiempo la posibilidad de alguna ayuda oficial, aunque sabe que serán los propios afectados, quienes tendrán que buscar los medios y los recursos para empezar de nuevo.

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La familia Germano Machín guarda la esperanza de reconstruir su vivienda. Foto: Gregoria Díaz.

Por ahora, como todos los perjudicados, se han mudado a casa de familiares.

Aquí vamos, reacomodándonos poco a poco, de todo esto que nos acontece”, afirma.

Mientras tanto, Mariela Machín, que fue su vecina, recorre los alrededores de su vivienda de dos plantas. Desde el segundo piso, a donde no llegó el lodo, se asoma tímidamente su esposo, que también intenta hacer una evaluación de los daños que sufrió esta vivienda construida hace casi 30 años.

“Mami, esa es nuestra casa, mira la pared amarilla y la matica de coco”, le dijo su única hija luego de ver los videos que ya circulaban en redes. Fue entonces que esta contadora pública dedicada a la avicultura, cayó en cuenta de la tragedia. Dos días después, finalmente pudo llegar a lo que quedaba de aquella casa que inauguró el día de su boda con Domingo Germano, un comerciante dedicado al transporte de carga pesada, de padre italiano y madre venezolana.

Para Mariela Machín, hija de españoles oriundos de las Islas Canarias, son los años de vivencias y sentimientos, más que lo material, los que quedaron en las enlodadas paredes.

Ella y su esposo compraron el terreno y poco a poco, construyeron la vivienda que piensan y aspiran recuperar.

“Con el favor de Dios”, sentencia.

Su esposo, mucho más optimista y con una amplia sonrisa, no deja de soñar en reconstruirla.
En una tarea similar está David Concepción, exgrandeliga oriundo de Ocumare de la Costa y ganador de dos series mundiales y cinco guantes de Oro, cuyos premios quedaron intactos, pese al lodo y a las rocas que tumbaron una pared perimetral e inundaron su vivienda ubicada en la avenida principal de El Castaño.

“Todos estamos sentidos por la naturaleza. Pero esto es parte de la vida y los que estamos vivos tenemos que luchar nuevamente para recuperar lo perdido”, asevera con certeza el pelotero de 74 años de edad que, por suerte, no se encontraba en la vivienda durante el deslave.

Quien sí vivió todo aquel terrible episodio, fue Robert Gámez, el responsable de la vigilancia en la casa del famoso campocorto.

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Sobre el techo de la vivivienda, Robert Gámez espero que pasara el alud. Foto: Gregoria Díaz.

Gámez asegura que logró salvarse, gracias a la advertencia de Mega, una rottweiler negra que lo acompaña en sus labores de vigilancia.

Ese animalito me avisaba de esa tragedia y me alertó, porque estaba muy inquieta y fue por ella que me asomé y vi todas esas piedras que destruyeron las paredes”, cuenta Gámez.

Mega quedó tapiada hasta el cuello, pero Gámez no podía sacarla del lodo. Estaba en el techo de la casa, esperando que el alud pasara. Por fortuna, ambos fueron rescatados y ahora, la perrita pasa los días en casa de su compañero, mientras se concluyen los trabajos de remoción.

“En ese momento le entregué mi vida a Dios y le pedí que me acompañara, que me diera fuerzas, pero, sobre todo, que cuidara de mi familia porque ese alud iba para el sector Ojo de Agua donde yo vivo”, rememora.

Y Dios lo oyó. Y a los otros también.


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