Temporada navideña y de fin de año sube el ánimo a los apureños que tratan de mantener las tradiciones

Habitantes del estado llanero y comerciantes señalan que en las calles el ánimo decembrino es contagiante. Calles adornadas, fachadas e interiores de casas con el tradicional pesebre y tiendas cuyas ventas se han recuperado sustancialmente son comúnes en San Fernando.

San Fernando de Apure. Así como es fácil el ánimo festivo en cualquier barrio de Venezuela o los altos decibeles en cualquier vehículo de un venezolano a pesar de las vicisitudes de cualquier mala época, el espíritu navideño de los habitantes de San Fernando, la capital del estado Apure, también es a prueba de crisis y, en la actualidad, a prueba de pandemia.

En septiembre, una reconocida tienda por departamentos de la capital llanera dedicada a la venta de bienes no fundamentales, por las limitaciones propias del método 7+7 de flexibilización de la cuarentena por coronavirus, incorporó el rubro de alimentos para recuperarse de su mala situación debido a la drástica baja de sus ventas.

Para ese entonces, según lo expresaban los mismos clientes, el presupuesto de los sanfernandinos sólo alcanzaba para la compra de algunos insumos básicos, informó Gilmaris Mendoza, una vendedora de la tienda. 

Con la venta de comida han mejorado las ventas porque la comida la compran más, antes los clientes entraban por una puerta, sólo veían los zapatos y salían por la otra”, afirmó la vendedora en septiembre.

Sin embargo, desde la primera quincena de diciembre las ventas se han invertido, siendo ahora la ropa y el calzado los rubros más vendidos en esta tienda debido a la temporada navideña y de fin de año.

Carlos Oviedo, vendedor, asegura que “la ropa y los zapatos han salido mucho, hay personas que te compran hasta 100 dólares en zapatos o 150 dólares en ropa y en comida las compras no pasan de 50 dólares”.

El asunto no es que haya desaparecido la crisis o haya ofertas de locura, sino el reajuste de prioridades en el presupuesto debido a “la costumbre que por años se ha instaurado en nuestra cultura y que comúnmente se conoce como espíritu navideño”, afirma Doriana Medina, psicóloga.

Lo expresado por la especialista es ratificado por Oviedo, “la gente entra a la tienda a ver y aunque sea un detallito se lleva; cuando no puede comprar una franela o unos zapatos o cualquier otra cosa, compra una galletica, un chocolatico, pero algo se lleva”.

Los estrenos, las hallacas, los intercambios de regalos, el regalo del niño Jesús, tienen un significado muy profundo y arraigado, más en nuestro pueblo que es muy apegado a sus tradiciones religiosas y donde la Navidad ya ha sido adoptada por todos; independientemente de la religión, todos tienen la alegría de la Navidad en su corazón”, explica Medina.

Por otro lado, la personalidad de los apureños, como la de los venezolanos en general, es alegre. Cualquier cosa es un motivo de celebración de modo que “cuando se está triste la fiesta es para alegrarse, lo mismo que cuando se está alegre”, comenta Medina.

La psicóloga sostiene, además, que el espíritu de la navidad es contagiante porque es una convención, por ello cada quien a su modo y según sus posibilidades busca la manera de entrar en ambiente con lo mucho o con lo poco que tenga, aunque parezca contradictorio por toda la crisis que está viviendo la población venezolana actualmente.  

Familias y barrios luchan por mantener tradiciones

La familia Macías de San Fernando de Apure, debido a limitaciones económicas y para no tentar a los amigos de lo ajeno, lleva dos años sin decorar la fachada de su casa con luces navideñas, sin embargo, su pesebre no puede faltar.

Cuenta Lennys Macías, responsable de armarlo cada año, que para mantener la tradición los últimos años han guardado el papel para reciclarlo y las barras de silicón que sobran.

“El silicón que usamos para pegar está incomprable, nos ayudó que nos habían quedado como 20 barras del año pasado y solo tuvimos que comprar como 40 barras este año”, señala Lennys mostrando el pesebre que abarca la mitad de la sala de su casa.

La familia no ha dejado de hacer el pesebre en 30 años porque “nos recuerda cuando mamá estaba viva que ella inició con eso. Es algo que hacemos con mucho amor, con mucha fe y con mucho sentimiento porque es algo que nos recuerda el nacimiento del niño Dios”, afirma Carmen de Macías, madre de Lennys y jefa de la familia.

Detalla que su mamá inició la tradición “con un pesebre chiquitico en una mesita y desde entonces no hemos dejado de hacerlo, no importa cómo esté la situación y de verdad es muy bonito celebrar estas tradiciones porque mantiene a la familia unida”.

A pesar de las limitaciones económicas, los miembros de esta familia de profesionales, la mayoría de ellos con empleo público, contribuyeron con dinero y con mano de obra para adornar en dos días, el interior de toda la casa y aunque en menor cantidad que el año pasado, también hicieron hallacas y el tradicional carato, una especie de chicha a base de maíz cocido, molido y aliñado con anís, guayabitas y clavitos dulces.

“Esto es muy bonito porque al igual que todos los años, el 24 hicimos nuestro intercambio de regalos y a las 12 de la noche, para la llegada del niño cantamos villancicos, hicimos una oración y, por supuesto, a mi mamá, porque siempre es ella quien lo hace, todos le abrimos un camino de lado a lado para que ella pasara por el centro, nosotros cantándole y aplaudiéndole para que ella colocara su niño en el pesebre”, narra Lennys.

A diferencia de los años de tradición de la familia Macías, la calle Independencia este año, por primera vez fue adornada con banderillas y con figuras coloridas y alusivas a la navidad en sus postes, tras la unificación y trabajo conjunto del personal de un local comercial de la zona y todos los vecinos de la calle y comunidades adyacentes.

“Se realizó un amanecer y un despertar navideño el 5 de diciembre, hubo muchos conjuntos de música conformados por los muchachos de la Ferrebloquera San Juan (un local comercial de la zona) y de la comunidad Pueblo Nuevo 1, Pueblo Nuevo 2, la calle Independencia, la calle Diana; de todos estos sectores se abocaron todos los vecinos y muchas de las personas ancianas lloraron porque los hicimos recordar aquellos tiempos cuando hacíamos un parrandón navideño en estas temporadas decembrinas, aquellas tradiciones que estamos en proceso de recuperar”, informó Nohelia Blanco, trabajadora del comercio. 

Para el adornado de esta calle y con apoyo del local comercial, trabajadores y vecinos, durante una semana, elaboraron y colocaron los adornos, desmalezaron, repararon los huecos y pintaron la calle, así como pintaron algunas fachadas de las casas más deterioradas y con mayor necesidad de esa importante vía contigua al mercado municipal de San Fernando.

Las 12 Uvas del Tiempo

Aunque con más precauciones que en años anteriores, debido a la pandemia, la familia Díaz Padrón, no dejará de salir a la calle a dar el feliz año a sus vecinos este 31 de diciembre, después de haber escuchado Las 12 Uvas del Tiempo, de Andrés Eloy Blanco, recitado por el conocido locutor capitalino Freddy Ibáñez Pereira así como su cuenta regresiva.

Despedir el año viejo y recibir el nuevo en compañía de la radio, su inseparable amiga de fin de año desde hace casi 40 años, es una tradición en este hogar y en casi todos los hogares capitalinos, que antes de las 12 de la noche, sintonizan la emisora del emblemático locutor y lo escuchan a toda corneta.

“La tradición que tenemos nosotros con Freddy Ibáñez Pereira es por lo emblemático, porque es el único hombre que nos alegra la tradición con Las 12 uvas del tiempo y aquella alegría de esperar el año nuevo una vez que recita el poema es como si entrara una energía distinta dentro del hogar”, expresa Pedro Díaz Padrón, el jefe de la familia.

“Es significativo porque a nosotros que somos los que lo estamos oyendo, nos conforta un poquito porque nos da algo de esperanza, como si algo mejor nos va venir mañana y eso es Las 12 uvas del tiempo. Tenemos 34 años escuchándolo y no hemos fallado, ni nos falla la radio, ni hemos fallado nosotros como oyentes”.      

Desde la cabina de su emisora, Ibáñez Pereira cuenta que la tradición de Las 12 uvas del tiempo nació hace 41 años en la Voz de Apure, primera emisora del estado, hoy desaparecida; los mismos años que ininterrumpidamente tiene recibiendo el año dentro de una cabina y no con su familia.

El locutor confiesa que cada 31 de diciembre siente nostalgia y emoción simultáneamente, por no estar con los suyos y por estar con tantas familias a la vez. Asegura que ese encuentro con sus oyentes, convertido ya en tradición, es un compromiso que no piensa romper. 

“Es bastante triste, pero ya es una tradición, mi familia entendió que esa es mi pasión, yo soy feliz aquí dentro de la radio, yo no me siento solo, siento que estoy rodeado de gente, inclusive una señora me dijo una vez: ‘qué haríamos sin ti en diciembre’, lo cual me conmovió de saber que hay tanta gente que valora el trabajo de uno sin envidia, sin egoísmo”.

Este año no será la excepción, anuncia Ibáñez Pereira, tras alertar a sus oyentes de que “el virus no se ha ido, así que tomen las previsiones para recibir el año”.

Estos distintos y variados esfuerzos por mantener las tradiciones navideñas, pese a la crisis y a la COVID-19, muestran, por un lado, a una Venezuela que se aferra a sus motivaciones para estar alegre y se niega a entregarse a las extremas circunstancias que le oprimen y, por el otro, a no perder la fe y la esperanza ante la tempestad, porque aunque dure mucho y sea fuerte, esta siempre pasa. 


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