Los conductores de buses, por puestos y línea troncales coinciden en que la situación de las colas por gasolina y gasoil es “insostenible” y no ven esperanza de que mejore, ni siquiera con la eliminación del subsidio y el aumento del pasaje mínimo.

Caracas. Desde hace mes y medio, Omar acostumbra llevar en su unidad de transporte público agua, café, uno que otro snack y envases por si debe hacer necesidades fisiológicas mientras espera, por más de 14 horas, en la cola para echar gasolina subsidiada.

Como otros cientos de transportistas en Caracas, Omar Calderón termina su turno a finales de cada tarde y llega directamente a una de las bombas de gasolina de La Bandera, al sur de la ciudad, con la esperanza de llenar el tanque de su unidad la mañana siguiente.

Hoy salí de la bomba a las 8:30 a. m., trabajé hasta las 5:00 p. m. y me vine. Eso es lo que toca. Mañana salgo, trabajo, hago cinco o seis vueltas y vuelvo otra vez, detalla Omar, quien trabaja en la ruta de El Valle-Coche.

Foto: Tairy Gamboa

En Caracas, la falta de combustible de los últimos meses se mezcló con la disminución de estaciones de servicio que venden con subsidio. Hay mas escasez, cerraron estaciones de otros municipios y esa gente viene para acá desde Catia y Petare, explica José Fernández, también transportista de Valle-Coche.

A la cola de la gasolinera La Vialidad, en la avenida Nueva Granada, llegan mayormente unidades de ese sector de la ciudad, así como autobuses y carros por puestos que viajan a otros estados, muchos de ellos sin descanso y a merced de cómo avance la fila, que puede llegar hasta el distribuidor que conecta con la autopista Valle-Coche.

Foto: Tairy Gamboa

Los carros que están más cerca de la bomba, aseguran los transportistas, son los que no pudieron echar gasolina en la mañana y deben esperar hasta el día siguiente. El que sale de la cola empieza a trabajar de una vez para rendir hasta la tarde, dice José.

En La Bandera, además, se entremezcla la cola por gasolina con la cola de unidades que esperan para echar gasoil. Wilmer José, por ejemplo, empezó a trabajar a las 10:00 a. m. y a las 3:00 p. m. ya marcaba la fila al final de la avenida intercomunal de El Valle, frente al parque Ítalo-Americano, para poder llenar al día siguiente.

Apenas salgo me pongo a dar vueltas, como cuatro o cinco vueltas porque el combustible tampoco es que alcanza mucho, estos carros gastan mucho. Todos los días tengo que venir, detalla Wilmer.

Foto: Tairy Gamboa

La espera es igual de larga en otras bombas, aunque con sus diferencias. En la avenida San Martín, al lado del Bloque Dearmas, es donde Miguel* pasa todas sus noches y madrugadas desde que la crisis del combustible volvió a agravarse.

Allí, los transportistas comienzan a apartar sus puestos a las 11:00 a. m. con la esperanza puesta en que, al día siguiente, la bomba tenga combustible y empiece a funcionar. Empieza a las 6:30 a. m. cuando hay gasolina, pero cuando no, hay que esperar a que llegue la gandola y empiezan a surtir entre las 9:00 y 11:00 a. m., dice.

Miguel trabaja en una línea de transporte de El Cementerio, parroquia Santa Rosalía, y por los problemas para echar combustible debe reducir su jornada de trabajo, así como sus ingresos.

Para salir al día siguiente, uno tiene que dejar de trabajar temprano y venir a marcar la cola. El avance o chofer tiene que estar saliendo a las 5:00 o 6:00 a. m. a dar vueltas para que tenga buena ganancia, salir a las 10:00 no sirve porque ya es hora muerta, dice. 

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La cola de vehículos en la primera bomba de la avenida San Martín puede llegar hasta la avenida Morán en días “fuertes” como sábados y domingos. Foto: Tairy Gamboa

Otra bomba con bastante tráfico y escasez es la de la avenida Teherán, en Montalbán, a donde llegan unidades de las líneas de El Paraíso, Caricuao y El Junquito. Aquí tenemos que llegar a las 7:00 p. m. para amanecer y empezar a echar gasolina a las 8:00 de la mañana siguiente, dice Javier, conductor de un carro rústico de la línea El Junquito-La Yaguara.

En esa gasolinera, aseguran los conductores, solo reparten entre 60 y 80 números diariamente; pero, al igual que el resto, padece de la corrupción y las “mañas” de bomberos y funcionarios de seguridad, quienes cobran hasta 20 bolívares a cada transportista por permanecer en la avenida principal de Montalbán.

A veces no podemos echar y tenemos que pagar 5 o 10 dólares para que nos echen 80 litros, pero uno al día lo que puede hacer son $30 o $40 y de ahí hay que sacar esos $10, para los gastos del carro y lo que queda para la casa, señala Javier.

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Foto: Tairy Gamboa

Los transportistas coinciden en que la situación es “insostenible” y no ven esperanza de que mejore, ni siquiera en caso de que el Gobierno eliminara el subsidio y aumentara el pasaje mínimo. Provoca tirar la toalla, tenemos casi dos años así

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