En octubre el Servicio Jesuita a Refugiados en Colombia activó un plan de respuesta humanitaria para caminantes venezolanos que comenzaron a llegar a Colombia por las trochas. Diariamente atienden a 80 personas, este número podría aumentar por la flexibilización de la cuarentena. “Estamos notando que las personas llegan con múltiples heridas en los pies por las largas caminatas”, dijeron. La OEA cree que 500 venezolanos están cruzando a Colombia a diario.
Caracas. Era un caos, vivir en Venezuela era un caos para Carlos. Es un recuerdo que dejó atrapado a cientos de kilómetros después de cruzar la frontera con Colombia hace un mes. Lo cotidiano en Caracas era locura, zozobra. Para vivir había que tener dólares, Carlos no los tenía. “No dependes del sueldo de tu trabajo, sino de salir a vender cosas, de lo que tengas que hacer para resolver”, dice.
Carlos es músico, un apasionado del canto coral. “Eso me llenaba”, cuenta. Cantaba en dos coros profesionales, daba clases de música en un núcleo de El Sistema de Orquestas; también clases particulares a niños cerca de su casa. En una iglesia cristiana enseñaba canto, teoría y solfeo. “Hacía todos esos tigritos”. Pero no era suficiente. “Nunca se podía decir que uno estaba bien bien”, lamenta.
A la lista de trabajos, Carlos sumó la venta de pan, “hacer miles de cosas para comer”. Carlos no resistió la tercera hiperinflación más larga del mundo. Tampoco la crisis humanitaria compleja que desde 2015 azota al país. Hace un mes, salió con su novia –con seis meses de embarazo–, cruzó la trocha entre Venezuela y Colombia y llegó a Bogotá. “Mi novia tenía que hacerse exámenes, nos mandaron a comprar calcio, era muy costoso. Todo en dólares”, recuerda.
Con la pandemia por la COVID-19 y el recrudecimiento de la crisis en el país, la trocha fue una salida obligatoria para ellos y cientos de caminantes que recorren el país para llegar a la frontera. Desde la última semana de septiembre el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Colombia comenzó a notar un contraflujo de personas de Venezuela a Colombia, pese al cierre de fronteras. “Al terminar octubre fue necesario activar un plan de respuesta humanitaria a caminantes”, dice Oscar Calderón, director regional de la oficina JRS para América Latina y el Caribe,
En los puntos de atención de Cúcuta y Arauca atienden en promedio a 80 venezolanos. Calderón advierte que el número puede aumentar tras el levantamiento del toque de queda en los estados fronterizos el 29 de noviembre y la flexibilización de la cuarentena durante todo el mes de diciembre.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados señala que entre 500 y 700 venezolanos siguen saliendo del país por la frontera con Colombia. Calculan que 70 % de ellos llega a pie, dijo el 11 de diciembre el portavoz de Acnur, Babar Baloch, en una rueda de prensa que cubrió Efe.
Al 12 de noviembre alrededor de 5345 venezolanos habían ingresado a Colombia por pasos irregulares, según datos del informe Crisis de Migrantes y Refugiados Venezolanos de la Organización de Estados Americanos. Calculan que 500 venezolanos podrían cruzar a Colombia diariamente.
Calderón explica que es difícil determinar un conteo en frontera, por la pendularidad. El promedio de asistencia a 80 personas diariamente se refiere a quienes entran a Arauca y van hacia Bogotá o al interior del país: “Es un promedio que hemos sacado en forma estimada del conteo de caminantes sobre esas vías y sobre una media que se saca entre la semana de flexibilización, cuando pasan más personas, y la siguiente semana cuando no”.
El contraflujo de venezolanos retornando a su país ha disminuido. “Cada vez son menos”, dice Calderón. Según cifras del gobierno de Nicolás Maduro, a octubre, 60.000 venezolanos han retornado por las trochas y otros 117.000 por el paso humanitario en los puestos fronterizos.
“Lo que estamos viendo es un proceso de reunificación familiar y de personas que están saliendo de Venezuela ahora en grupos familiares, no tanto como lo veíamos antes que era una salida un poco más individual. Cada vez es más fuerte la presencia de grupos familiares”, señala Calderón.
Desde que Carlos supo que sería papá pensó que tenía que salir del país, no solo por la situación económica. Por la mente de Carlos pasaba la crisis hospitalaria y el estado de la educación. Él no quiere eso para su hijo: “Vendimos las cosas que teníamos; mi novia vendió casi toda su ropa por grupos de Facebook, franelas a un dólar, zapatos a cinco dólares. Con eso fuimos pagando algunas cosas y reunimos para el viaje”.
No fue fácil salir. Pagaron a una agencia de viaje que los llevó hasta Táchira, usaron credenciales del Estado. En San Cristóbal tomaron otro bus hasta San Antonio del Táchira. Carlos contó unas 20 alcabalas: “El chofer iba pagando en cada alcabala para que lo dejaran pasar, sin hablar mucho”.
Los caminantes que vienen recorriendo el país hasta llegar a la frontera también están expuestos a la extorsión por parte de la Policía Nacional Bolivariana. En el punto de atención que el JRS tiene en Guasdualito, en Apure, documentaron casos en que la PNB les quitaron a los caminantes sus cédulas de identidad: “Muchos aluden que han tenido que entregarlas en alcabalas y puestos de control durante el camino; como no tienen recursos dejan a cambio las cédulas. También dejan teléfonos y otras pocas pertenencias con las que viajan”.
Con la misma agencia de viaje Carlos consiguió a un trochero, a quien le pagaron 10 dólares. Entre el viaje de Caracas a Táchira, luego de Cúcuta a Bogotá, gastó 530 dólares. “El paso por la trocha fue como un domingo a las 11:00 a. m. en la entrada al Parque del Este. Había como 2000 personas tratando de pasar, yendo y viniendo”, esa fue su impresión sobre este paso.
Carlos y su novia entraron a la trocha desde San Antonio. Cruzaron, acompañados del trochero y el asistente, dos ríos y un puente improvisado. Entre lo que Carlos dejaba atrás, el paso por el río, el crujir de las hojas secas que interrumpen el silencio en la trocha, al salir de ahí, pudo respirar.
Otros puntos de entrada a Colombia, como Pamplona –un municipio colombiano ubicado a casi dos horas de la ciudad fronteriza de Cúcuta–, se están convirtiendo en lugares para la toma de decisiones sobre el destino de los migrantes y refugiados venezolanos, indica Calderón.
“Es el lugar donde deciden si se van a Bogotá, si buscan hacia el interior del país, al sur del continente; hay un aumento importante de personas ahí –dice Calderón–. Hace algunas semanas se llegó a un pico alto de 700 personas llegando a Pamplona diariamente; eso ya es un reto importante para un poblado tan pequeño y con tan precaria oferta institucional”.
Atender las necesidades de alimentación y salud
Las necesidades de los venezolanos continúan estando relacionadas con la salud y la alimentación: pacientes con enfermedades crónicas, desnutrición y deshidratación. “Estamos notando que las personas al llegar a Colombia están teniendo múltiples heridas en los pies, por las largas caminatas; no tienen el calzado adecuado para ello”, menciona Calderón.
La segunda encuesta regional a población migrante venezolana de Equilibrium-Centro para el Desarrollo Económico (CenDE) reflejó que las razones principales para emigrar son el alto costo de vida (64 %), la falta de alimentos (58 %) y la falta de medicina y servicios de salud (51 %). Asimismo, la mayoría emigró con su grupo familiar (51 %), seguido de las personas que salieron solas (37 %).
“Necesitamos una estrategia de integración a los territorios. Estas son familias que no saben adónde ir, pero tienen una decisión clara que es que no van a volver a Venezuela; los municipios no están preparados ni adaptados a un nivel de capacidad y respuesta para permitir que ese proceso se desarrolle y tengan acceso al derecho a la salud y a la educación”, advierte Calderón.
Hay preocupación, dice Calderón, por los riesgos de habitación en calle, violencia sexual, violencia en el contexto del conflicto armado (reclutamiento, homicidios, desplazamiento).
El plan de respuesta de la Acnur y la OIM para 2021 busca fortalecer las respuestas nacionales y regionales de los gobiernos de acogida mediante el apoyo a las intervenciones de salud, alojamiento, alimentación, agua, saneamiento e higiene. Se necesitan 1440 millones de dólares para atender la crisis de refugiados venezolanos que alcanzan los 5,4 millones de personas en todo el mundo.
Foto referencial: Luis Morillo
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