En Ciudad Guayana dicen que “los Clap han sido puro embuste y mareo”

Meses después de instaurados, los Comités Locales de Abastecimiento y Producción no han subsanado el problema del hambre en el sector.

Ciudad Guayana. Las revueltas por comida en Puerto Ordaz y en San Félix parecen ahora cosa del pasado. Es más un asunto de resignación que de solución.

¿Por qué? Acá, en una de las ciudades con más inflación de Venezuela, de repente en los anaqueles comenzó a haber comida. Comida con sobreprecio y con extraños anuncios: “Óleo de soja: O Brasil inteiro compra”. O “Farinha de trigo. Contem glúten”. O “Deline, cremosa com sal”. Todo importado de Brasil. Todo por precios muy lejos de las regulaciones. Todo por encima de mil bolívares.

Pero más allá de eso, nada. En Ciudad Guayana y en el estado Bolívar priva la resignación. Priva, además, la pasividad ante las respuestas estatales: un gobernador, Francisco Rangel Gómez, que en lugar de promover la producción, clama por la importación brasileña; unas redes estatales de alimentación cuyos estantes y neveras son el vacío absoluto y los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) que fungen más como parapetos que como otra cosa.

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Anunciados por Nicolás Maduro en febrero como la solución alimentaria definitiva para Venezuela, los Clap han sido en Bolívar una garantía… pero de quejas y, en casos peores, de retaliación política.

En pleno sector Los Naranjos lo han padecido. Gilda Milano, representante comunitaria, contextualizó la situación: lo último que recibieron de los Comités fue hace una semana. Tres paquetes de arroz. Cada uno por 1.400 bolívares.

“Más nada. Y antes tenía tres semanas que no llegaba nada. Hace un mes, llegó medio kilo de leche y dos harina Pan. Y ni siquiera era para todas las personas”, puntualizó.

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Cuando llegó la bolsa “barata” fue hace mucho: mayo, para ser más exactos. “Esa fue la única vez en la que compramos más barato: trajo dos harinas, dos paquetes de arroz, una mantequilla, una leche, dos azúcar y un fororo. Pero de resto, ha sido puro embuste y mareo”, sostuvo.

Cuestión de perspectiva

Durante las últimas semanas, alcaldes pesuvistas de Bolívar han publicitado sus fotografías entregando bolsas de comida. Los más recientes fueron Sergio Hernández (Heres) y el recién nombrado Tito Oviedo (Caroní).

El impacto en las comunidades no ha sido el esperado. Los optimistas más optimistas, como Julissa Peña, de El Roble, lo ven así: “mira, sí ha funcionado. La semana pasada nos llegó el arroz, hace dos, nos llegaron las caraotas, y así”.

Pero es una tarea difícil permanecer positivo. El estómago ruge. Por eso, Nelson Reyes, quien es representante comunitario de José Félix Ribas, no solo ventila las fallas de los Clap sino sus otras miserias.

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“Hace cinco meses fue la última vez que nos llevaron una bolsita: tenía arroz, caraotas y leche. Se han hecho peticiones a las salas de batalla para no salirnos de los caminos regulares. El problema también ha sido la politización: hay cierto sectarismo en la zona de los que no estamos alineados con el Gobierno”, comenta.

Entre tanto, según describe Reyes, resuelven con un plato básico: auyama. “De presa nada. Hay quienes dicen que es mejor que nos quedemos callados para que no haya problemas, pero no me voy a humillar”.

La subsistencia se empecina, de pronto, en una forma de resistencia también. Pasa en Bolívar, uno de los estados más ricos del país.

Foto cortesía: Prensa Alcaldía de Caroní


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