En las obras de arte del Metro de Caracas se mimetizan la destrucción y la falta de mantenimiento

En las obras de arte del Metro de Caracas se mimetizan la destrucción y la falta de mantenimiento

El deterioro físico y social golpea cada vez más a las estructuras de artistas de renombre nacional. Ante la falta de mantenimiento preventivo y rutinario, las piezas ya comienzan a quedar en el olvido. Con preocupación, la especialista en educación patrimonial, Zaida García Valecillo, advierte que de continuar esta situación, “las consecuencias serán la pérdida física de las obras y la muerte social del patrimonio cultural”.

Caracas. La Estructura en tres partes (1985) de Teresa Casanova, luego de 33 años, luce con más años de los que tiene. Los golpes que recibe no son solo del tiempo, sino de su estancia en la plaza Brión de Chacaíto, donde los vértices de su base son utilizados como baño público. Sus planchas de acero inoxidable son pizarras para el reclamo público de la muerte de Óscar Pérez o sirven de “lienzo” a los grafiteros.

Pocos reparan en ella. Y es que la colección de obras de arte del Metro de Caracas se ha vuelto más “invisible” que la franja amarilla del andén en hora pico. En vez de miradas, las piezas reciben los desperdicios que van dejando los usuarios. La posibilidad de realizar un proceso de recuperación se desvanece entre constantes fallas eléctricas, escaleras mecánicas inoperativas y trenes que no terminan de arribar a la estación. El deterioro del sistema de transporte subterráneo está enterrando, también, su arte.

La base de la obra es usada como baño público.

La colección de arte del Metro de Caracas, de acuerdo con el Institutional Assets and Monuments of Venezuela (IAM) está conformada por más de 100 obras bidimensionales y tridimensionales de arte contemporáneo. Las cuales son distribuidas entre las líneas del Metro, las plazas y espacios públicos. Este proyecto fue creado en 1982 y contó con una campaña educativa de formación ciudadana para mantener y cuidar el Metro.

Hoy, después de 36 años, no solo las obras han perdido parte de su composición y estética. Para la especialista en conservación y restauración de monumentos, Nelly del Castillo, el deterioro tiene implicaciones en el ámbito social:

Una ciudad y un sistema de transporte destruidos y con ellos su contenido. Y todas esas obras, colocadas a partir de 1982 de los mejores artistas nacionales, han sido vandalizadas. Una parte del caos del país nos ha arropado, desbordado. La gente ha perdido el sentido de sensibilidad, quizás al no tener las obras el mantenimiento que requieren, se van utilizando como papeleras, por lo que se mimetiza con el sentido destructivo y caótico.

El vandalismo se extiende al Cubo virtual azul y negro y Progresión amarilla (1982). La obra de Jesús Soto —de varillas azules y negras suspendidas en el aire— en sus columnas y base tiene pegado panfletos de partidos políticos. Y al mirar hacia abajo, para continuar con Progresión amarrilla, la vista es impactada por incrustaciones de desechos que están adheridas a la pieza. De arriba queda la sensación de que las varas van a caer —efecto óptico de la pieza— y, al mismo tiempo, se verán sobrevolar papeles, envases, bolsas plásticas y botellas que van a dar a las varillas amarillas de aluminio.

El Cubo Virtual está rodeado por toda la basura que las personas van dejando en el lugar.

Y al frente de Soto, Narciso Debourg con la exposición de Tres diagonales (1982). Las piezas de aluminio, dispuestas en diferentes direcciones, están cubiertas por una capa de polvo. Las sombras son manchones de agua. Una niña de 10 años de edad, aproximadamente, da pequeños golpes a los cilindros mientras se desplaza. “Para que suene como un tambor”. Son tres piezas las que hacen falta, otra está rota. El IAM, en la reseña que hace de Tres diagonales, escribió: En el registro fotográfico realizado en agosto de 2015 se aprecia un cilindro faltante, una pieza perforada y con pérdida de capa pictórica.

Desde arriba lanzan botellas y otros objetos que van a parar en Progresión amarilla. El daño a obra, ante la falta de mantenimiento, le ha restado parte de sus varillas.

Hannia Gómez, presidenta de la Fundación de la Memoria Urbana y de Documentación y Conservación de los edificios y sitios del Movimiento Moderno Venezuela (Docomomo), expresa que al ser estas obras propiedad de la compañía Metro de Caracas y, por ende, del Estado, son bienes de interés cultural nacional: Eso los obliga a mantenerlas y recuperarlas, tanto las ubicadas en las estaciones como en los espacios públicos. Cada una debe estar vigilada y supervisada. Pero viendo cómo tienen el servicio de Metro, parece raro que lo vayan a hacer.

A Tres diagonales le hacen falta tres de sus cilindros.

El recorrido de deterioro continúa en las estructuras ubicadas en La Hoyada. Cuadriláteros (1982) de Gertud Goldschmidt, dibuja una extensa telaraña de cadenas de polvo que tapizan su color plateado, resultarían difíciles de romper. Mientras que Armonía de Volúmenes y Espacios (1982) de Francisco Narváez, es la cartelera informativa para quienes colocan anuncios solicitando empleados, los que compran y venden colchones usados o los que apagan el cigarro haciendo fricción contra la superficie de la obra. Y los Vegetales Danzantes (1983) de Valerie Brathwaite se secan en medio de una desconchada pintura azul que la sostiene.

 Un deterioro físico y social

La maleza ya es parte de El colibrí y la culebra (1984) de Doménico Silvestro ubicada en los espacios abiertos de la estación Gato Negro. Pero no solo el monte, también hay cajas de condones, pitillos, bolsas, pañales sucios y cajas de cigarros. Observarla por más de un minuto no es posible, el olor a heces y orine es tan acentuado que hay que contener la respiración. Parte de la cola de la culebra está agrietándose y las moscas sobrevuelan el lugar.

Zaida García Valecillo, especialista en educación patrimonial, señala que el deterioro contempla dos sentidos: físico y social. En el primero las obras están a la intemperie, se van a deteriorar inexorablemente, ante esta condición, el Metro de Caracas ha de realizar una conservación preventiva para mitigar los daños. Pero en los últimos años esos mecanismos son nulos y las restauraciones que se han realizado ocurrieron hace bastante tiempo.

La maleza y el depósito de basura que acumula la obra ya forma parte de la escena.

En el segundo caso, prosigue, hay un proceso de valoración social donde influye cómo las personas perciben las obras como parte del patrimonio cultural de la ciudad. Y si el propio Metro no las cuida, menos el ciudadano. Destaca la necesidad de realizar un proceso de conservación y de educación ciudadana —como existió en 1982— de lo contrario continuará el deterioro de las mismas, ya sea por la acción del clima o por la humana.

Las consecuencias serán la pérdida física de las obras de arte y la muerte social del patrimonio cultural, pues va perdiendo su valor representativo y, por lo tanto, va quedando en el olvido. Las personas terminarán pasando frente a las obras como si no existieran, van a ser unos espacios de tránsito sin valor referencial ni simbólico, concluye García.

Esta escultura de bronce, Ritual de lo entrañaba ubicada en la estación Caño Amarillo, se convirtió en un depósito de basura.

Mantenimiento rutinario y preventivo

Del Castillo señala que para iniciar el proceso de mantenimiento primero se debe realizar el registro y la documentación de las piezas, constatar que el catálogo de obras originales exista efectivamente, establecer las causas del deterioro y los lineamientos para atender a cada obra. Esto dependerá del material constitutivo de cada estructura para restablecer la calidad estética. Se trata de un proceso que deben realizar profesionales. La mejor restauración es la que nunca se hace, solo considerarlo si realmente es necesario. Con el mantenimiento preventivo y rutinario se evita esto. No queremos llegar allí porque indica que la pieza está dañada. La hipótesis de Del Castillo es que las obras más dañadas son las que están expuestas en sitios públicos, en los grandes nódulos de tránsito, como Chacaíto, Plaza Venezuela, Caño Amarillo, La Hoyada.

Fotos: Luis Miguel Cáceres


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