Falta de agua en Maracaibo genera un trabajo precario pero indispensable para la comunidad

Agua en Maracaibo

Se estima que cada “agüero” del barrio Rafael Urdaneta de la parroquia San Isidro vende entre 20 y 25 pipas de agua salada al día, ante la escasez del servicio. Alexander, uno de ellos, contó cómo sobrevive debido a la sequía en la zona.

Maracaibo. Alexander Vera pedalea su carrula cargada con una vieja pipa (barril) repleta de agua por todo el barrio Rafael Urdaneta, al oeste de Maracaibo, por más de 10 horas al día. Dice que ya tiene clientes fijos para llevar agua a domicilio que carga en un llenadero que está dentro de la misma comunidad.

La pipa cuesta un dólar en efectivo o en bolívares a tasa paralela. Pero él no es el único, al menos siete jóvenes más de su barrio hacen el mismo trabajo que puede generar a diario unos 20 dólares y ese es el sustento para su familia.

Falta de agua Maracaibo
Alexander tarda unos cuatro minutos en vaciar la pipa de su carrula, dice que por las noches es insoportable es dolor en sus brazos y piernas/Mariela Nava

En el barrio Rafael Urdaneta de la parroquia San Isidro el servicio de agua por tubería es irregular, los vecinos aseguran que llega un par de veces al mes, por lo que es necesario emplear el servicio que prestan estos muchachos.

Ellos le salvan la vida a uno, porque hace más de un año que los camiones cisternas dejaron de meterse al barrio. Aquí la gente es pobre, apenas podemos comprar una pipa, así que los dueños de camiones prefieren trabajar en Maracaibo donde compran los viajes completos”, dijo Maryulis Finol.

Agua salada para la sequía

Cuando Hidrolago envía agua a esta zona de la ciudad, el bombeo dura entre uno y dos días. En promedio el almacenamiento en las casas, donde la mayoría de las familias son numerosas, alcanza para dos o tres días más. Luego se mantienen pagando hasta tres dólares semanales para contar con abastecimiento. La diferencia es que el agua que venden los carruleros es salada.

“Yo, por ejemplo, mantengo una pipa únicamente para tomar, esa la lleno con el agua que manda Hidrolago, la hiervo y la cuelo para poderla consumir; esa es dulce. La otra, la que traen los muchachos, la usamos para todo lo demás, cocinar, bañarnos, limpiar y así nos vamos bandeando”, dijo Renata, otra vecina del sector.

Falta de agua en Maracaibo
EL agua que transportan estos jóvenes es salada proveniente de pozos artesanales de la zona/Mariela Nava

Alexander cuenta que los viajes se van incrementando a medida que pasan los días. Vende de 15 hasta 25 pipas diarias cuando arrecia la sequía en la zona. “Hay días en los que trabajo hasta la noche, porque la gente está seca”, comenta.

Sustento familiar

Alexander, de 31 años, tiene dos niñas, una de 11 años y otra de ocho meses. A principios del 2023 se fue a Colombia en busca de un mejor porvenir, pero tuvo que volver.

“Me fui por trocha porque no tengo cédula, mi mamá nunca me la sacó. Allá conseguí trabajo en una venta de chatarra, pero el señor cerró la empresa y tuve que volver, no pude trabajar más porque no tenía documentos”, cuenta.

El joven recuerda que en aquel momento apenas podía enviarle a su esposa el equivalente a 500 bolívares semanales que le alcanzaban para comer tres días, así que tampoco era factible. “Vendiendo agua aquí hago más, por eso desde que llegué estoy haciendo esto”.

Falta de agua en Maracaibo
Alexander espera poder migrar por segunda vez para darle calidad de vida a su esposa y sus dos hijas/Mariela Nava

En casa de Ale, como cariñosamente lo llaman sus vecinos, se come tres veces al día y el menú va desde sardinas revueltas con verdura hasta carne, si hay mucha sequía en el barrio y le va bien.

Para hacer 20 dólares tengo que fajarme y eso no es fijo porque cuando hay agua paso hasta una semana sin trabajar. Entonces lo que hago es que guardo unos cobritos que me alcancen para sobrevivir hasta que el agua se vaya. Cuando me acuesto en las noches, no aguanto las piernas”, relata.

“Todo depende de mi suerte”

La falta de cédula y de empleos en la zona obligaron a Alexander a ser agüero. Cuenta que prácticamente vive preso en su comunidad por temor a que la policía se lo lleve por estar indocumentado, además no tiene la posibilidad de tener un trabajo formal. “Tengo que trabajar aquí y por mi cuenta obligado hasta que logre sacarme la cédula, pero es un papeleo sin fin y costoso”, lamenta el padre de familia.

Antes de terminar su jornada diaria, adelantó que tiene planes de migrar de nuevo con la ayuda de un amigo que ya está establecido en Chile y le ofreció trabajo en un mercado popular. “Mi pensamiento es trabajar al menos un año allá y juntar para comprar una casa aquí para no estar al cuido. Todo depende de mi suerte”.

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