En los hogares con pobreza no extrema el gasto en proteína animal fue mayor que el de cereales y aceites, y es el único estrato que mostró una aparente mejora en el consumo de alimentos. Entre los pobres extremos la caída del consumo abarcó todos los rubros, a excepción de leguminosas y bebidas no alcohólicas, según la Encovi 2021.

Caracas. La desigualdad y la pobreza siguen expandiéndose en el país conforme aumentan el desempleo y la falta de oportunidades y programas sociales que atiendan a la población más vulnerable. En paralelo, hay menos hogares sin inseguridad alimentaria y la caída del consumo sigue acelerándose a pesar de relativas mejoras en el abastecimiento.

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi 2021), elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), determinó que en los hogares en condiciones de pobreza extrema (que según el mismo estudio abarca a 76 % de la población) entre 2020 y 2021 el consumo de alimentos cayó 13,3 %, con un monto promedio que pasó de $16,54 a $14,31 per cápita mensual.

Tal caída del consumo en los hogares más pobres, y por ende la disminución de su gasto en alimentos, implica “un mayor sacrificio de ajuste”, ya que la canasta per cápita equivale a tan solo $0,47 diarios. Ello explica parte del porqué se incrementó el gasto en el rubro de leguminosas, que desde que Venezuela entró en recesión se convirtió en alimento sustituto de la proteína animal por su costo menor. 

A inicios de septiembre, en el mercado municipal de Quinta Crespo las caraotas y las lentejas tenían precios de entre 9,6 y 10 bolívares (de Bs. 9.600.000 a Bs. 10.000.000 de la expresión monetaria anterior), la mitad de lo que costaba entonces el kilo del corte de carne más económico. En hogares pobres extremos, el gasto en leguminosas fue 12,9 % mayor en 2021 que en 2020, mientras que en los no pobres aumentó 16,3 % y en los pobres no extremos lo hizo un 19,4 %.

Caídas en varios rubros

La investigación estima que, en promedio, en hogares pobres extremos gastan $5,65 mensuales en el rubro de carne, pollo, huevos y pescados, una disminución de 3,5 % respecto a 2020 y que contrasta con el gasto promedio mensual de los hogares que no están condiciones de pobreza ($29,75). El rubro de leche y queso, que también ha servido como sustituto proteico durante la crisis, reflejó una disminución importante en todos los estratos, de hasta 21,2 % en los más pobres.

Sobre los hogares en condiciones de pobreza, pero no extrema, el estudio resalta que son los que han mejorado su consumo de alimentos (2,2 % de aumento del gasto) con aparentes mejoras en la dieta. Muestra de ello es que el consumo de proteína animal se incrementó en 5,9 % y disminuyó la compra de cereales y similares, que abarca productos como la harina de maíz precocida, el arroz, la pasta alimenticia, entre otros.

Uno de los factores que puede estar explicando esta mejora en el grupo de hogares pobres no extremos es la concentración de las ayudas sociales gubernamentales en este estrato, refleja la investigación. El programa social más extenso es el de las bolsas y cajas Clap, que llega a 86 % de los hogares consultados, aunque solo 4 de cada 10 lo recibe de forma quincenal o mensual.

El último cálculo hecho por el Instituto de Investigaciones Económicas (IIES) de la UCAB, que está a cargo del Proyecto Encovi, ubica en 20 dólares el valor de la caja Clap, que puede variar dependiendo de los productos que contenga. En hogares en pobreza extrema, las transferencias recibidas por el Estado (mediante bonos y Clap) equivalen a 55 dólares mensuales, aún insuficiente si se suma con el ingreso laboral promedio de 36 dólares.

Para que los hogares en pobreza extrema puedan salir de allí a la no extrema, cada persona del grupo familiar tendría que recibir bonos mensuales de 16 dólares y pasar de dos a cuatro miembros que lo reciban. Si bien dos de cada tres mayores de 18 años han recibido al menos un bono en el último año, tienen montos ínfimos e insuficientes de tan solo $2,50.

Entre la población que vive en pobreza extrema, los bonos otorgados por el Estado representan 76,6 % de sus ingresos no laborales, seguidos por las pensiones (que no superan los $2 mensuales) con 25 % y las remesas con 12,9 %, que son enviadas por tres de cada cinco migrantes venezolanos, según los cálculos de la Encovi.

La caída del consumo, además, sigue empujando a más venezolanos a padecer de algún grado de inseguridad alimentaria. De acuerdo con cifras de la Encovi, la proporción de hogares venezolanos que asegura no padecer de inseguridad alimentaria bajó de 6,6 % a 5,8 % en un año, al tiempo que los que sufren inseguridad alimentaria leve aumentaron a 34,5 % de la población y la severa llega a 24,5 %.


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