“Lo importante de esto es que nosotros no seguimos activos solo por seguir cobrando un sueldo, sino también por el amor que se le tiene al oficio”, expresó Lilibeth Vivas, gerente del colegio Juan Antonio Pérez-Bonalde, que va desde preescolar hasta tercer año de bachillerato, donde, además, quedan solo ocho docentes.

Caracas. Lilibeth no sabe qué estaba pensando su mamá cuando decidió llamar “Don Mickey” al colegio que ella y su socia construyeron hace 26 años atrás. Ambas empezaron con un pequeño preescolar de dos salones, cada uno con 40 alumnos. Ahora es una escuela que incluye primaria y parte del bachillerato, que cuenta con una estructura de nueve aulas, un laboratorio de informática y una cancha deportiva. Y ya no se llama como el personaje de Disney.

Después de que ambas registraron el colegio ante el Ministerio de Educación, decidieron que se llamara como el poeta venezolano Juan Antonio Pérez-Bonalde. Durante los mejores años, esta unidad educativa, ubicada en el kilómetro 14 de la parroquia Filas de Mariche, municipio Sucre del estado Miranda, llegó a tener 220 alumnos a su cargo. Pero desde hace dos años el colegio está vacío y cada vez en peores condiciones.

“Lo importante de esto es que nosotros no seguimos activos solo por seguir cobrando un sueldo, que es sumamente importante, sino también por el amor que se le tiene al oficio y la satisfacción de poder trabajar. En ese sentido no es desalentador; obviamente, cuando llega el final de la quincena… pero, bueno, uno lo hace con todo el amor del mundo”, expresó Lilibeth Vivas, gerente del colegio e hija de la cofundadora.

colegio
Foto: Luis Morillo

Las clases a distancia, debido a la cuarentena decretada en Venezuela por la pandemia de la COVID-19, aceleraron el deterioro de la estructura física del colegio y la disminución brusca de la matrícula, tanto de alumnos como de maestros y profesores. Aun así, Lilibeth se niega a cerrar por completo el colegio, el cual representa el patrimonio que construyó su madre con mucho esfuerzo, a pesar de no ser docente profesional ni tener ninguna formación sobre cómo gestionar un colegio privado.

En dos años, la humedad producto de las filtraciones se ha esparcido prácticamente por todas las paredes del colegio. Solo la luz del día permite dar iluminación de los salones vacíos, porque son pocos los bombillos que no se han quemado. La cancha, ubicada en el segundo piso de la estructura, queda anegada cada vez que llueve en la parroquia.

La falta de agua por tuberías en la comunidad es otro problema que dificulta el mantenimiento de las instalaciones. El trabajo de limpieza está a cargo exclusivamente de Lilibeth, quien comentó que el colegio no genera el dinero suficiente como para contratar personal de mantenimiento de forma permanente.

“La matrícula ha bajado muchísimo desde que inició la pandemia. Es porque, en vista de que somos un colegio privado, muchos padres y representantes optaron por la alternativa de la educación pública para sus hijos. Sin embargo, ahí vamos, sin desanimarnos, y tratando de dar lo mejor de nosotros para los niños que siguen acá”, contó. 

Foto: Luis Morillo

De 2020, cuando empezó la pandemia, a 2021, la matrícula del colegio Juan Antonio Pérez-Bonalde disminuyó 38 %. Pero ya desde 2019 Lilibeth sabía que las cosas venían mal para la institución educativa, que no recibe ningún tipo de subsidio del Ministerio de Educación.

La compleja situación económica del país, que acumula en lo que va de año una inflación de 415,7 %, y una inflación para el rubro de la educación que se ubica en 36,1 %, hizo que la cantidad de alumnos pasara de 220 a 120 en pocos años. Ahora, luego de la pandemia, solo quedan 45 estudiantes inscritos.

colegio
Foto: Luis Morillo

Además, solo hay ocho docentes en la nómina del colegio, más el personal directivo. Tres maestros que se hacen cargo de los tres niveles de preescolar y de primero a tercer grado de primaria. Dos maestros de cuarto grado a sexto grado, y tres maestros que asumieron todas las cátedras que se ven de primero a tercer año de bachillerato.

Lo que hicimos fue fusionar los grados, obviamente, individualizando la enseñanza de cada uno con relación a las actividades que se enviaban. Siempre tratando de mantener la calidad”.

El presidente de la Asociación Nacional de Institutos Educativos Privados (Andiep), Fausto Romeo, estima que al menos 80 colegios, entre grandes y pequeños, han tenido que cerrar sus puertas en toda el Área Metropolitana de Caracas debido a la deserción escolar, ausencia de maestros y profesores y falta de capacidad de pago y la paralización debido a la pandemia: “Todo esto está afectando a los colegios al igual que a cualquier negocio o empresa que haya en el país”.

El panorama parece desalentador si la matrícula continúa siendo tan baja. El colegio apenas percibe un estimado de 275 dólares mensuales por concepto de pago de matrícula, la cual establecieron en seis dólares para preescolar y primaria y siete dólares para bachillerato. Ese dinero deben distribuirlo entre todos los gastos que genera mantener un plantel educativo activo: pago de nómina, mantenimiento y reparaciones, compra de insumos y pago de servicios.

Foto: Luis Morillo

“Con mis docentes trato de ser flexible; en lo que pueda ayudarlos, los ayudo. Dentro de las posibilidades económicas que el colegio nos permite, trato de ir un poco más allá de lo establecido como sueldo. Pero ha habido algunas quincenas que no hemos podido pagar porque dependemos del pago de los representantes y muchos a veces se atrasan”, manifestó Lilibeth. 

Lilibeth, al igual que su mamá, tampoco es docente. Ella es abogada de profesión, pero en los últimos años su oficio ha sido gerenciar el colegio prácticamente sola. Ya su mamá y su socia son adultas mayores de más de 70 años. Una de las iniciativas que ideó Lilibeth para buscar más ingresos tampoco tiene que ver ni con educación ni con el derecho, pero sí con una de sus mayores aficiones.

El maquillaje y la estética personal siempre han sido del gusto de Lilibeth. Allí encontró un método de hacer algo de dinero, por lo que decidió invertir en la compra de productos al mayor para luego ofrecer en combos a otras personas que estuvieran interesadas en revenderlos y obtener ganancia.

colegio
Foto: Luis Morillo

En ese emprendimiento Lilibeth involucró también a algunas representantes del colegio que se encuentran desempleadas, situación que evidencia la tasa de desempleo estimada por el Fondo Monetario Internacional de 58,3 % en Venezuela para 2020 y 2021, la más alta del mundo.

“Hay una representante que tiene a dos niños acá. A ella se le complicaba mucho pagar las mensualidades porque estaba sin trabajo. Un día me dijo que estaba interesada en los combos, y después de dos semanas me dijo que necesitaba más mercancía para vender porque ya se le había agotado todo. A la chica le ha ido sumamente bien. Ya empecé a ponerlo en práctica con otras representantes”.

Ahora mismo el colegio se encuentra en fase de preinscripciones. “Tenemos 80 % de certeza de que volverán las clases presenciales”, dijo Lilibeth, sin embargo, el gobierno de Nicolás Maduro y el Ministerio de Educación (el cual recientemente pasó a estar a cargo de la exgobernadora del estado Monagas Yelitze Santaella) han comentado esta información.

En declaraciones recientes Maduro aseguró que tenía “la certeza” de que para octubre el país estaría en mejores condiciones con respecto a las cifras de contagios de la COVID-19, pero la variante delta, mucho más transmisible que otras cepas, amenaza con incrementar los casos positivos en Venezuela debido a que el mismo Maduro ha asegurado que ya hay presencia de esta variante en el país.

“Ha ido en aumento la gente interesada en inscribir a sus hijos. De hecho, los que han venido a preguntar por los cupos nos han interrogado mucho sobre si las clases van a ser presenciales. Esperemos que sí, no solo para que aumente la matrícula, sino porque es necesario para los niños estar en sus colegios, en clases, socializar con sus compañeros y tener interacción con los profesores”.

Foto: Luis Morillo

El plan de Lilibeth es seguir con el colegio a pesar de las circunstancias adversas que viven la educación pública y privada en el país en la actualidad. Pero en los inicios, hace más de 20 años, su mamá recibió ayuda de la Gobernación de Miranda para construir algunos salones. Si en este momento Lilibeth tuviera que pedir ayuda la gobernación, sería igualmente para materiales de construcción, necesarios para todas las reparaciones que debe hacer debido al daño ocasionado por las filtraciones.

Necesitamos fortalecer la estructura física del colegio y tenemos que impermeabilizar el techo. Eso es lo que más nos abruma en este momento. No le quiero dar la noticia a mi mamá de que cerramos el colegio por el que ella trabajó por tantos años”.


Participa en la conversación