En su mayoría, los educadores hacen lo posible por permanecer en los distintos centros educativos en los que laboran, dedicando algunas horas a sus estudiantes. Otros se ven obligados a abandonar su profesión porque esta “no da de comer”. El equipo de Crónica.Uno conversó con varios docentes para conocer a qué se dedican

Caracas. Sin abandonar la profesión que estudió por vocación, Germán*, un docente del estado Carabobo, decidió desde 2019 ponerle la placa a su carro personal para ofrecer sus servicios como taxista.

Recuerda que en ese año, los docentes I llegaron a percibir aproximadamente $3 mensuales y los de escala VI, que son los de mayor rango en el tabulador salarial, $10. Solo alcanzaba para comprar cuatro panes canilla. Eso me obligó a buscar una actividad adicional para poder mantener a mi familia.

Destaca que gana más rodando su carro por las calles de Valencia en búsqueda de clientes que necesiten traslados, que como profesor. Pese a esto, se niega a dejar las aulas de clases. Para él no es una opción.

Admite que mantener ambas actividades ha afectado de forma notoria su estado anímico. Muchas veces me toca estar desde la madrugada en colas para surtir gasolina y al día siguiente debo estar temprano dando clases.

En años pasados, solo sacaba su carro en las tardes, pero desde la llegada del horario especial, mejor conocido como horario mosaico, puede hacerlo algunos días en las mañanas. Si me sale una carrera que vale la pena en un día en que tengo que dar clases, pido permiso. Por suerte en la institución entienden.

Lo que percibe actualmente como docente IV, es decir, $18 mensuales, solo le alcanza para pagar gastos de condominio. El resto, lo cubre con las carreras cortas que tienen un costo mínimo de $3 y las tareas dirigidas que su esposa ofrece en las tardes.

Germán cuenta que sus compañeros de trabajo en el colegio se dedican a oficios extra para poder tener dinero y poder cubrir algunos productos de la canasta básica que, según el reporte de junio del Cendas-FVM, se calculó en $511,20. Hay unos que pintan casas, trabajan en vigilancia, limpian, venden panes, comida, trabajan en repostería. Pero, por más difícil que sea, no dejamos a nuestros estudiantes porque amamos lo que hacemos. Para esto nos formamos y es la actividad que nos llena hacer de verdad.

Hacer de todo

Desde el año 2010 Tatiana* comenzó a alternar la enseñanza con la panadería. Las manos que usaba para corregir exámenes, tuvieron que aprender a perfeccionar técnicas de amasado y horneado de panes y tortas que engancharan a un público que le permitiera dejar de depender de su salario como profesora. Ya eran bajos en ese entonces.

Recuerda que el éxito en su momento fue tal, que consideró abandonar la docencia. Pero, tras tener complicaciones de salud y no recibir una incapacidad por ello, se vio obligada a permanecer en las aulas.

En 2023 su negocio se mantiene. En las mañanas les da clases a sus estudiantes de bachillerato y en las tardes, de 2:00 a 8:00 p. m. saca pedidos especiales y hace panes extra para quien llegue con algún antojo.  Sin embargo, las ventas han bajado un poco en este rubro, por eso ahora también entré en el ramo textil y hago trajes de baño en mis tiempos libres, cuenta.

Lo que más me molesta es haberme matado tantos años estudiando para tener beneficios económicos en el futuro y que no sea bien pagado, dice la educadora, que también tiene una formación técnica en programación, tecnologías petroleras, además de la licenciatura en educación y magister.

Lamenta que su hijo de 17 años de edad no quiera seguir los estudios porque dice que eso no da plata ni ayuda a sobrevivir. Yo le digo que lo haga por cultura, no por enriquecerse.

Por esa razón asegura que desde que iniciaron las protestas convocadas por el gremio docente en 2023, no se pierde ninguna: Hay que seguir luchando. No es posible que los estudiantes ya no crean en el estudio y que la situación del país acabe con sus metas.

Dejar la vocación para vivir

Desde hace varios años, Juan Tortolero dejó los salones de clases para ocupar el puesto como vigilante de su edificio. Me mantengo haciendo esto para poder satisfacer las demandas que tengo a nivel económico. Además, yo vivo solo y no tengo quién me ayude. Rechaza que los educadores, que son los que se dedican a formar al futuro de la nación, sean profesionales subpagados y poco valorados por el Estado.

A su lado está Pedro*, un excompañero de trabajo que también abandonó su vocación para dedicarse a la entrega de agua potable por delivery. Nacieron mis hijas, que son un par de gemelas, y tuve que dejar de dar clases. Mi esposa sí sigue dando clases. Con eso logramos mantenernos.

Denuncia que sin previo aviso, en la  institución donde su esposa trabaja a los docentes se les redujo el salario. La única razón por la que no se retira, es porque le falta poco para jubilación. Si no, ya se hubiese ido. Uno se cansa de sentirse poco valorado. La vocación no da de comer.

Infografía Red de Observadores Escolares (Con La Escuela)

(*) Se modificó el nombre por medidas de protección

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