Siguen sumándose favoritas en la edición 2024 del Festival del Cine Venezolano. En las producciones exhibidas en los primeros dos días del certamen llama la atención el interés por contar el pasado reciente. Los premios se anunciarán el 20 de junio próximo.

Porlamar. La segunda jornada del Festival del Cine Venezolano continuó con gratas sorpresas que seguro romperán quinielas en el palmarés. Los nombres de los ganadores se conocerán la noche del jueves, 20 de junio próximo.

One Way de Carlos Malavé es una de las favoritas desde que se anunciaron las nominadas. La trama inspirada en una vivencia familiar es la mejor película hasta ahora del cineasta venezolano, quien viajó hasta la isla de Margarita junto con su esposa y productora Gabriela Rojas, pues también tienen en competencia otra obra: Amor en el aire.

One Way es una de las obras de 2022 que entró en la edición de este año, y del autor es la que tiene mayores probabilidades de obtener galardones. Su guion certero es la fortaleza de una producción llevada a cabo en pandemia, con escasos recursos, pero con una actuación de Daniela Alvarado que lleva al espectador a acompañarla en su dolor. La película trata de una madre que intenta lo imposible por salvar a su hijo.

Festival del Cine Venezolano
Para varios en el Festival del Cine Venezolano Visceral fue una sorpresa. Foto: cortesía Festival del Cine Venezolano

El martes también fue la noche de Visceral de César Manzano, que en una sala llena y con intensos aplausos narra el caos de una pareja envuelta en un crimen durante la época más radical de la cuarentena. Una película que tiene un tercer acto algo enredado, que pierde la atención de todo lo anterior por lo enrevesado del planteamiento previo al clímax.

Todavía así, la propuesta del autor es una de las más atractivas e intrigantes del certamen. La producción se caracteriza unos movimientos de cámara que subrayan más las vicisitudes de sus protagonistas: José Ramón Barreto e Irene Esser, también presentes en Margarita.

Se suman así a La sombra del catire de Jorge Hernández Aldana, Mi tía Gilma de Alexandra Henao y Vuelve a la vida de Luis Carlos y Alfredo Hueck en el grupo de las que se disputarán los premios principales de los largometrajes de ficción. 

Colapso nacional en pantalla

Otras producciones de la programación fueron Tango Bar, de Gibelys Coronado. Trata sobre una joven que es llevada bajo engaño a un local para prostituirse. Una propuesta que luce impostada; por momentos parece paródica, aunque en ningún momento es su intención. 

En líneas generales la puntualidad predomina en el Cinex del centro comercial Costazul. Algunos deslices en algunas funciones, pero no más de 20 minutos. En los pasillos se comenta el interés de varios realizadores por contar la tragedia reciente del país.

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La diáspora es el tema de Caminos a ninguna parte. Foto: cortesía Festival del Cine Venezolano

Entre los documentales proyectados el martes destacan Caminos a ninguna parte de Héctor Torres y Sexo por supervivencia de Jorge Antonio González. El primero es una apuesta animada sobre la migración fallida. Destacan historias sobre aquellos que han intentado huir de Venezuela por tierra o mar, pero que no han encontrado lo deseado, sino más tragedia en el camino.

Sexo por supervivencia es una obra de no ficción que tiene a Luis Olavarrieta como entrevistador de varios venezolanos en Cúcuta, quienes relatan cómo buscan en la calle o en internet su manutención y las de su familia. Si bien cuando comienza pareciera darle más protagonismo a Olavarrieta con tomas constantes a su existencia, paulatinamente la cámara pone todo en su sitio, con la debida presencia de aquellos venezolanos en el limbo del mercado sexual. Claro, con una impronta muy de la televisión.  Logra testimonios desgarradores.

Ambos son documentales que seguro serán tomados en cuenta por el jurado, al igual que La prisión de mi padre de Iván Simonovis Pertiñez y Mariposa de papel de Rafael Medina Adalfio, que llevan delantera.

Otras no ficciones en competencia son El encanto del zig zag, de Lucy González, realizadora que recoge la catarsis de un grupo de personas con distintos diagnósticos psiquiátricos. En su propuesta sobresale la alternancia de los relatos con distintas imágenes de manera acelerada y cambiante. En su mayoría casi que sin el tiempo suficiente para concentrarse en todas.

Una clara intención de emular la vorágine de pensamientos de sus protagonistas. En su contra: tiene varios minutos que le sobran. Una de las personas entrevistadas es la cineasta Andrea Ríos, que en 2011 estrenó Una mirada al mar

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Salvador, me estás dejando cuenta un mundo que se viene abajo por el adiós. Foto: cortesía Festival del Cine Venezolano

El maravilloso agave cocui, de Héctor Puche, expone a varios productores artesanales de la bebida. Hablan de sus esfuerzos por afianzar la producción y continuar la tradición. También recuerdan aquellos años de persecución cuando era ilegal elaborar destilados como el cocuy.

Otro documental proyectado el martes fue Funes, máquina y corazón, de José Saavedra. Una película en honor al mítico maquinista José Manuel Funes. Consta de una serie de anécdotas y respetos de aquellos que trabajaron con él, como Luis Armando Roche, José Ernesto Martínez o Jorge Jacko.

Una producción sencilla y concisa, que en sus primeros minutos se olvida del personaje por un rato para promocionar en teoría disimuladamente a instituciones del cine venezolano. Pero luego retoma la senda en honor a Funes. 

Entre algunos de los cortometrajes exhibidos vale mencionar Salvador, me estás dejando, de Leandro Lioh Navarro; Ritorno, de Marialejandra Martin; Tenemos patria, de Mikel Garrido Linares, y Un día de verano, de Gustavo Rojas.

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