La película es un thriller que reflexiona desde la alta cocina sobre las imposturas, las simuladas alegrías y las falsas pretensiones

Caracas. El menú es una película retadora. Sombría en su puesta en escena, diálogos y resolución de conflictos. Es un largometraje que seguramente estará entre los mejores del año estrenado en la cartelera venezolana.

Con una ironía envidiable, el largometraje cuenta la historia de una pareja que viaja a una remota isla con la promesa de disfrutar de una gran comida. Margot (Anya Taylor-Joy) y Tyler (Nicholas Hoult) se mueven entre comensales que exhiben pretensiones, unas ansías por disfrutar los manjares del chef Slowik (Ralph Fiennes), quien por un alto costo ofrece una cena de ensueño en ese lugar remoto, lejanos a las vicisitudes cotidianas de la ciudad.  

Desde el comienzo, El menú es una intriga total, que sugiere un lujoso encuentro gastronómico que quizá tenga un conflicto vinculado al quehacer de la cocina, sin dudas, pero resulta que la historia va mucho más allá, para convertirse en un cuestionamiento a ciertos comportamientos humanos.

El director logra un clima de suspenso una vez llegan los visitantes a la isla, donde realizan un recorrido lleno de simbolismos sobre lo que encontrarán más adelante, cuando sirvan los esperados platos de la mesa.

El menú
La película El menú logra un clima hostil en lo que debió haber sitio placentero

Una vez es la hora de la cena, los comensales empiezan a recibir la comida, pero lo que hay en sus mesas no se asemeja en nada a lo que fantaseaban. Hay un reto por parte del chef, quien así se venga de aquellos a quienes considera no corresponden a sus intenciones culinarias. Cree que durante años han irrespetado su sensibilidad en la cocina, y solo acuden a sus platos para regodearse entre las tendencias.

El menú empieza a ponerse sórdido, violento. Como un líder mesiánico en su delirio, el chef Slowik está rodeado de un grupo de obedientes cocineros, que como un ejército sin derecho al desacato ejecutan cada orden, y no precisamente entre calderos y recetas.

Surgen entonces los demonios que carcomen desde el pasado a los comensales, sus miserias, sus mentiras, sus arrepentimientos no descubiertos.

Es dirigida por Mark Mylod, director de la serie Succession. El guion es de Seth Reiss (Late Night with Seth Meyers) y Will Tracy (Succession y Last Week Tonight with John Oliver). Alcanza una obra redonda sobre el poder y la pretensión exacerbada en la era de las apariencias instantáneas.

El menú
La isla para la cena se va convirtiendo cada vez más en un lugar muy intrigante

Si bien una primera lectura se inclinaría hacia una crítica a la llamada alta cocina o una sátira de la alta sociedad, El menú apunta más allá, hacia una revisión de lo mundano como principio de los sentimientos, como ocurre en Ratatouille (2006). Ese apego a la coherencia vinculada a lo sencillo, pero a la vez bien hecho, es en esta película un pase a la salvación entre la locura del tirano.

En una escena más ávida de popularidad, impulsada por el poder de las redes, El menú pone en la mesa una reflexión sobre las apariencias, la felicidad impostada, la estabilidad artificial, el respeto forzado y la comodidad en la relación fallida. Un thriller en el que Ralph Fiennes se luce como villano, a la vez que Anya Taylor-Joy deambula como un personaje advenedizo en toda esa fiesta enrarecida, una paracaidista en esa fauna que lucha hacia la salvación en medio de un castigo del que ella no es objetivo.

La obra acierta en cada momento, sabe llevar al público en cada uno de sus momentos tensos, así como sobresale al desviarse en las aparentes fáciles resoluciones del conflicto. Hay personajes que empiezan a entender el macabro juego, y son retados paulatinamente a aceptar las reglas.

Alrededor de la comida está la vida. No se trata solo del sustento para el día a día, sino también de cómo surge el mundo individual y grupal a partir de la mesa, donde familias, negociantes, amigos, parejas se reúnen para descubrirse, recordarse y pactarse.

El menú es una película corta, no llega a las dos horas. Pero cada minuto es aprovechado, no hay ninguna pérdida en las escenas, como cirujanos, cada espacio es aprovechado para transmitir todo el desasosiego entre los participantes de la cena, mientras se prepara la salvación de una manera sublime. Es además un homenaje a la cocina de siempre, a la cocina de todos lados, esa que en hogares y calle conforman tradición universal. 

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