Al menos cinco bibliotecas en la capital del país padecen los embates de la precariedad. Sin suficientes recursos, algunas sobreviven a las telarañas, otras llevan hasta ocho años sin actualizar su oferta de libros, mientras otras han sido depósitos de construcción. Virginia Betancourt, exdirectora de la Biblioteca Nacional por más de dos décadas, relata cómo la institucionalizó. Considera insoslayable recuperar y conservar la memoria bibliográfica.
Caracas. En Venezuela, las bibliotecas están desnutridas. Como si a casi nadie importara.
Estos centros públicos de lectura e investigación que acogen libros, publicaciones y documentos que integran el patrimonio nacional, llevan hasta ocho años sin poder renovar sus títulos ni su personal. En medio de un accidentado proceso de virtualidad por las fallas de electricidad, sus espacios pueden llegar a ser hasta depósitos de bolsas de basura y materiales de construcción. Todo esto, mientras sobreviven en la precariedad culposa que también ha envuelto a otras instituciones del Estado.
Este es el caso de algunas bibliotecas de referencia, ubicadas en Caracas, donde la crisis cierra sin más librerías, y proliferan, en contraste, pequeños espacios de lectura –un estante y dos banquillos– en parques y plazas municipales, en defensa del simple hábito de leer.
Así transcurre el Día Internacional de las Bibliotecas, que se celebra cada 24 de octubre desde 1997 para condenar la destrucción de la Biblioteca Nacional de Sarajevo, que ocasionó la guerra de los Balcanes (1991 y 2001). Fue considerada un “memoricidio”.
Un día de bibliotecas
“Vengo desolada de la Biblioteca Nacional”, escribió María Gabriela Escovar, periodista y especialista en política internacional, en su cuenta de Twitter, el 20 de septiembre de 2022, luego de salir de la edificación construida hace 30 años, ubicada al final de la céntrica avenida Panteón.
Creada en 1833, la Biblioteca Nacional es considerada el principal gran archivo del país. Guarda colecciones de los documentos más importantes de la historia nacional. Y también “la más completa colección histórica de fotografías latinoamericanas del siglo XIX que existe en el continente americano”. Lo ha hecho constar el IAM Venezuela (Institutional Assets and Monuments of Venezuela), que destaca en un informe no solo la existencia de más de un millón de libros nacionales y extranjeros editados desde el siglo pasado, sino también de “obras únicas” en la Sala de Libros Raros.
Aquel día, Escovar no halló lo que buscaba. “Para un trabajo que estoy haciendo, fui a buscar unas fotos. Por supuesto, no las había. Pero la edificación está en ruinas. Sucio, los pisos llenos de polvo y las ventajas cubiertas de telarañas. No hay aire ni luz en las escaleras. Ni siguiera aire acondicionado”, describió.
Vengo desolada de la Biblioteca Nacional.
Para un trabajo que estoy haciendo fui a buscar unas fotos. Por supuesto, no las había. La edificación está en ruinas. Sucio, los pisos llenos de polvo y las ventanas cubiertas de telarañas. No hay aire, ni luz en las escaleras. pic.twitter.com/d2yGO91w1Z
— Maria Gabriela Escovar (@escovargabriela) September 20, 2022
El reclamo público tuvo eco inesperado en tuiteros, quienes precisaron que la “lamentable situación lleva muchos años”.
La queja de Escovar por Twitter abarcó al Centro de Documentación y Biblioteca del Museo de Arte Contemporáneo (Maccsi), considerada, junto con la del Museo de Bellas Artes, como “lo mejor que había en materia de bibliografía y documentación” en esa área.
“Tampoco existe. Fui esta mañana a consultar (ingenua yo) y el estado de su entorno es deplorable. Estaba cerrada, no tienen idea de si abrirá”, expresó.
La Biblioteca Nacional en vilo
La versión de Escovar tuvo la respuesta, por la misma vía, del director de la Biblioteca Nacional y viceministro de Identidad y Diversidad Cultural, Ignacio Barreto, quien le dijo a la periodista que no veía las “ruinas” que describía.
“¿Qué fotos estaba buscando? Igual nos gustaría que se sumara a la campaña que va a ayudar a solventar los problemas por los que atraviesa nuestra institución. Cese al bloqueo y a las medidas coercitivas contra Venezuela”, expresó.
A pesar de que Barreto estuvo dispuesto en principio a conversar con Crónica.Uno, cuando se le contactó para que explicara las dificultades que atraviesa la institución, no obtuvo la autorización necesaria, según dijo.
No fue posible conocer, por ejemplo, los esfuerzos presupuestarios destinados a preservar los libros y restituir los servicios. El Archivo Audiovisual que resguarda colecciones de sonido y cine, y de Obras Planas, ha tenido al parecer mejor trato.
Bibliotecas sin oxígeno
La preocupación de usuarios sobre el deterioro de los servicios de bibliotecas públicas es general en predios de estudio e investigación. Consideradas baluarte del desarrollo y de apoyo a la formación de los ciudadanos, las bibliotecas no están recibiendo la debida atención.
“Lo más grave de la Biblioteca Nacional es la falta de aire acondicionado, esto puede dañar todos los libros y documentos de valor que están allí archivados”, advierte una asidua visitante, investigadora.
Una de las colecciones más importantes es la llamada Biblioteca Arcaya, que consta de unos 147.000 volúmenes que pertenecieron al historiador e intelectual Pedro Manuel Arcaya (1874-1958) y que se encuentra en la sección de Libros Raros y Manuscritos. Allí se encuentra también gran cantidad de material que fue adquirido por la Biblioteca o donado a esta, de un valor incalculable, según el más reciente reporte del IAM.
Urgencia de la conservación
La asfixiante situación se repite en la Unidad de Información y Documentación Jorge Ahumada, ubicada en la sede del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes), en Colinas de Bello Monte, que pertenece a la Universidad Central de Venezuela (UCV). Desde 1961, cuando fue fundada por este investigador, fue considerada centro de vanguardia para la investigación. En la actualidad, lo dirige el científico y exministro, Carlos Walter.
“Aquí hay joyas bibliográficas”, señala la directora de la Unidad, Elina Cárdenas.
La biblioteca guarda una de las mejores colecciones en Ciencias Sociales, revistas científicas nacionales e internacionales. Además, de toda la información oficial de Venezuela hasta el 2002, en la mayoría de los casos. “Desde el 2015 la data no existe”. Allí también se puede consultar la historia económica de Venezuela, desde el año 1950, y el Anuario de Epidemiología y Estadística vital. “Esto es oro en polvo para nosotros”, reitera Cárdenas.
No obstante, no solo se han reducido las consultas presenciales, sino también la calidad de preservación, por la falta de aire acondicionado. “Están los deshumificadores que hay que mantener. Pero no hay aire acondicionado, aunque hay ventiladores. Es que desde hace muchos años se robaron el aparato central y no se pudo reponer”.
Toda la bibliografía y documentación se encuentra junto a la sección de “literatura gris”, en una suerte de bóveda de la edificación de concreto armado, que en contraste luce bien cuidado. “Tenemos esto cerrado por razones de salubridad. Es un riesgo porque hay que desinfectarlo”, indica la profesora al señalar carpetas de valioso material mimiografiado.
“Se necesita desinfectar y fumigar el área para preservar los materiales, tener condiciones ambientales para trabajar, porque está en juego la salud de todo nuestro personal. La COVID-19 además nos impide trabajar en un ambiente cerrado, las normas de la Sociedad Internacional de Bibliotecas te indica”, refiere Cárdenas. Y agrega que las precarias condiciones socioeconómicas del personal con los sueldos tan bajos.
Larissa Hernández, especialista en preservación y conservación de documentos, advierte que libros y documentos necesitan un ambiente de almacenaje estable y moderado. Y estos centros no lo poseen, a riesgo de perder los materiales. El control de la temperatura debe ser muy riguroso, recalca.
“Las grandes variaciones provocan contracciones y expansiones en los papeles que culminan en rupturas o resquebrajamientos. La bibliografía internacional recomienda una temperatura entre los 18° y 20 °C y una humedad relativa de 45 a 50 %. En climas tropicales como el nuestro, lograr un ambiente estable implica que debe asegurarse la continuidad en el funcionamiento de los deshumificadores y del sistema de aire acondicionado y extractores”.
Asfixia de las Ciencias
La insuficiencia presupuestaria es el problema más asfixiante de las bibliotecas visitadas. Aunque no se pudo conocer la cantidad de recursos anuales que reciben estos centros del saber, hay un indicador inocultable: el último libro para renovar sus colecciones se adquirió hace unos ocho o 10 años.
Es el problema aqueja principalmente a las que posee la UCV, desde hace más de dos décadas, y se ha agravado en los últimos años.
Cárdenas relata que hace algunos años estudiantes y docentes compraban libros, pero “de un año para acá no hay presupuesto para nada”. Sobreviven gracias a donaciones e intercambios institucionales, provenientes casi únicamente del exterior. “Antes contábamos con muchas donaciones, incluso del Congreso de la República que siempre nos mandaba”.
El Cendes ofrece a duras penas un servicio de atención. “Nos hacen solicitudes por correo o por teléfono. Antes digitalizábamos, previo pago, y enviábamos por correo. Nuestra intención es ir migrando hacia servicios digitales, pero tampoco tenemos recursos para hacerlo”.
Bibliotecas de la UCV
Frente a esto, en los centros de la UCV la desolación se ensaña.
La Biblioteca Central, la más importante de la Ciudad Universitaria de Caracas y centro de referencia para el estudio y la investigación, dispone de 10 salas de consulta especializadas a donde el público puede acudir sin restricción, más que las medidas sanitarias de protección por la pandemia.
“Vengo a consultar con frecuencia y no he tenido problemas”, afirma un estudiante del sexto semestre de Ingeniería que pidió mantener su identificación en reserva, mientras devolvía un libro en condición de préstamo en la pulcra recepción de atención al público.
Sin embargo, no todas las salas están en buen estado. Fue imposible obtener información sobre el motivo de cierre de la sala de lecturas de Humanidades, una de las más amplias y de mayor demanda, que ha ocasionado quejas de estudiantes por el “servicio deteriorado”.
“No se puede entrar porque está en remodelación”, dijo, dudosa, una empleada, quien explicó que los libros deben ser consultados en la sala de Ciencias Puras. No fue posible consultar con la directora de la Biblioteca Central, Juliet González, el proceso de conservación y actualización de libros y material de lectura, luego de la depuración de textos ocurrida en el área después de 2013, por una seria infestación de termes.
Sortear la falta de presupuesto
“Lamentablemente, estamos enfrentando numerosas dificultades, siendo la más significativa el problema presupuestario”, respondió la directora de la Biblioteca Central, Juliet González, sin precisar demasiado. Prefirió destacar cómo sortean las dificultades para atender mensualmente a la baja población de 2000 usuarios.
“La Biblioteca Central se ha convertido en sede de importantes actividades, tales como la celebración de la Semana Internacional del Libro y del Idioma y la celebración de la Semana del Estudiante, durante ambas celebraciones se ha implementado la iniciativa Recibe un libro de parte de tu Biblioteca Central, donde se le regala libros nuevos y usados a los estudiantes”.
Por la falta de recursos no han podido adquirir libros nuevos, pero van solventado la situación con donaciones. En la actualidad, poseen 180.093 ejemplares y un nuevo portal de acceso al conocimiento, adaptado a los requerimientos de los usuarios. Se accede a través del portal de la UCV o a través de la dirección http://biblioteca.ucv.ve, o el catálogo colectivo SIBUCV, que unifica las colecciones de cada biblioteca de facultades y escuelas de la UCV.
No se refirió al proceso de conservación de material bibliográfico y documental que en años anteriores al 2013 obligó a una depuración de libros por una serie infestación de termes.
Segregaciones del saber
Docentes y estudiantes lamentan la inexistencia de presupuesto para la compra de bibliografía en la universidad. El centro Miguel Acosta Saignes, de la Facultad de Humanidades, recibió la última donación de una importante colección de libros hace cinco años.
“Se están priorizando otras áreas y no la del conocimiento. En el caso de la Facultad de Humanidades como el de otras áreas, el conocimiento deber ser la prioridad, la investigación no se detiene, y la razón de invertir y desarrollar una disciplina pasa por mantener un conocimiento actualizado. ¿Qué sentido tiene una universidad puertas abiertas formando profesionales con conocimientos de hace 15 años?”, reflexiona Edecia Hernández, directora de la escuela de Bibliotecología y Archivología de la UCV.
Archivóloga de profesión, sabe que invertir en colecciones, en su conservación, en reparación de mobiliario y salarios del personal de bibliotecas requiere “un presupuesto de grandes proporciones” que no por ignorancia les asigna el Gobierno.
“Las estimaciones que hacemos en la universidad no llegan ni remotamente para el funcionamiento”, dice la profesora, quien asegura que en la UCV existe el servicio de una base de datos de acceso abierto que exige tener internet. “Lo tenemos pero con algunas limitaciones”, precisa. Aunque defiende el hábito de leer y del libro físico.
“El libro no va a desaparecer, la sensación que produce el libro físico no se sustituye con un computador, y además el papel es uno de los soportes con mayor durabilidad, sobre todo en un país que puede estar a oscuras. El acceso al libro debe ser permanente”.
Saber, entre libros y escombros
No es exactamente el caso de la Biblioteca de la Escuela de Psicología, considerada una de las mejor dotadas de la UCV.
Dejó de prestar servicio hace unos 10 meses, debido a que fue ocupada por quienes trabajan en la rehabilitación de los pasillos exteriores de la universidad, con cantidad de escombros y materiales de construcción. Con la autorización del director, Eduardo Santoro.
“Y le cambiaron hasta la cerradura”, confió un empleado, quien informó que el servicio podría restar restablecido en dos semanas, debido a que las clases reiniciaron. “Tienen que enviar aspiradoras porque entre el polvo y la caca de ratas no podemos trabajar”.
No fue todo lo que ocurrió. “Hace un mes la robaron, hasta el busto se lo llevaron”, se conoció.
El decano de la Facultad de Humanidades y Educación, Vidal Sáez, explicó: “El director, durante los trabajos de recuperación de la Comisión Presidencial el año pasado, decidió ceder los espacios para guardar material. No había actividades. La biblioteca ya fue entregada al director, en julio pasado, y el espacio está habilitado”. Y continuó: “El robo ocurrió entre julio y agosto, cuando unos vándalos se llevaron el busto, y la denuncia ya se interpuso en el Cicpc (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas). Esperamos los resultados”.
La Biblioteca modelo
Frente a las calamidades que atraviesan las bibliotecas visitadas, Virginia Betancourt, escritora, hacedora de la Biblioteca Nacional y especialista en el tema de los centros de lectura y documentación, destaca la importancia de la lectura en la promoción ciudadana y democrática, aunque “no es la salvación”. “Es un ingrediente indispensable, pero no es solo la lectura, sino también en qué condiciones se da. La biblioteca también enseña a compartir”.
Autora del libro El Sistema Nacional de Bibliotecas e Información de Venezuela (Sinasbi): 1974-1998, año este en que se separó de la dirección del centro que llegó a ser referente latinoamericano, recuerda la inauguración de la primera biblioteca pública, en el parque Arístides Rojas, en Maripérez, Caracas, en 1964, como inédita red de ensayo. Desde entonces, el ritmo de la recuperación de la memoria bibliográfica no se detuvo durante su gestión más de dos décadas, y es hoy un deber insoslayable.
Durante los primeros años en la dirección, la recuperación de las publicaciones oficiales, dispersas y olvidadas, fue prioridad. “Es una responsabilidad ineludible de todas las bibliotecas nacionales del mundo, por considerarse el principal apoyo con el que cuenta la ciudadanía para controlar la gestión de sus gobernantes”.
Fue un proceso lento, dice, institucionalizar la Biblioteca Nacional hasta convertirla en un referente regional. Fue un proceso coherente y coordinado a escala nacional, guiado por unos principios de la Unesco que Venezuela aprobó y acogió entonces. “Fuimos el primer país del mundo en hacerlo y así se creó una base institucional y hubo unánime apoyo político, no politiquero”.
Betancourt cuenta y defiende el papel de la Biblioteca Nacional.
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