La emoción de usar por primera vez la camisa azul de bachillerato no se vivió en este comienzo de año escolar a distancia

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En la parroquia Las Cocuizas, en Maturín, estado Monagas, Carla está pasando por la misma apatía de Alberto, en Caracas. Cursó su primer día de séptimo grado sin la emoción de la camisa azul, de buscar el horario, ver nuevas materias y conocer a los distintos profesores. En pocas palabras, para ella es como si oficialmente no estuviera en bachillerato.

Caracas. Alberto tiene que ponerse el uniforme completo aunque sus compañeros y profesores solo lo ven de la cintura para arriba a través de la pantalla de la computadora. No sintió la emoción de usar por primera vez la camisa azul de bachillerato. Su primer día del año escolar a distancia, que cursa en séptimo grado, comenzó sin Internet, y cuando volvió estaba lento. Era más la preocupación de poder entregar las tareas que el disfrute de una nueva experiencia. 

Antes de la llegada de la pandemia de la COVID-19 al país, el decreto de la cuarentena y, con ello, la suspensión de clases presenciales, la alegría de dejar la camisa blanca de sexto grado por la azul de séptimo de bachillerato era diferente. Incluso, en algunos colegios les daban a los niños un diploma para reconocer su paso por la primaria. Una etapa superada, de muchas que estaban por llegar.

Para Alberto y su mamá, Miranda, no fue así. Sienten apatía por el año escolar a distancia y la falta de condiciones para que sea efectivo. Compraron los útiles escolares que vieron más urgentes y no se preocuparon, como en años anteriores, por si no conseguían algún libro o material. 

Alberto comenzó clases la primera semana de octubre. Está inscrito en un colegio privado de Caracas. Cuando prendió la computadora se dio cuenta de que no tenía Internet. Los profesores les dijeron a los padres que, aunque los alumnos viven en distintos puntos de la ciudad, estaban pasando por la misma realidad de las telecomunicaciones, así que les pidieron que se tranquilizaran. La plataforma de aula virtual colapsó porque intentaron entrar al menos 3000 estudiantes. 

El colegio, al igual que nosotros, está haciendo ensayo y error sobre la enseñanza virtual, sostuvo Miranda.

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Foto: Luis Morillo

Después, organizaron distintos horarios para las clases. Alberto se tuvo que enfrentar al año escolar con materias nuevas, como el inglés, o a contenidos que no manejaba en matemática y castellano. La educación física se limitó a un cuestionario sobre temas relacionados con deportes. Sin práctica. Y, pese a que antes de empezar clases estuvo en un propedéutico para nivelarse, porque a juicio de Miranda el aprendizaje de sexto grado, que también terminó a distancia, no fue el mejor, igualmente le cuesta entender. 

Alberto ve tres materias en un día normal, cada una le deja una carga de tareas. Hay días que se tiene que conectar por Zoom, y otros que solo debe entrar a la página del colegio para hacer actividades que le cuentan el tiempo de entrega y tiene máximo 45 minutos para terminar. El problema es que cuando está en pleno cuestionario se va el Internet o se pone tan lento que cuando le da al botón siguiente el navegador no hace nada. Más estrés. 

Me gusta porque no me tengo que parar tan temprano, pero no entiendo mucho las clases, fue lo que opinó Alberto sobre su educación a distancia.

El trabajo de Miranda le permite estar en su casa y tiene tiempo para apoyar a Alberto cuando necesita ayuda, pero por el grupo de madres en WhatsApp ha visto que muchos representantes están en la calle trabajando  y se angustian porque no pueden guiar a sus hijos.

El 1° de octubre inició el nuevo año escolar en el país para los estudiantes de bachillerato, que se espera que continúe con la modalidad de educación a distancia hasta enero para volver a analizar si los niños pueden regresar de forma segura a las aulas. Mientras tanto, al menos 85 % de los consultados en un informe presentado por la ONG Cecodap sobre la situación actual de la educación a distancia respondió que no hay condiciones en los centros educativos para actividades presenciales o semipresenciales. 

El debate sobre lo virtual o presencial no acaba. Algunos padres, especialmente en el interior del país, han presionado a las escuelas para que reciban a los niños porque en sus casas simplemente nunca llegó la educación a distancia ante las fallas del Internet o de la luz, según comentó Lila Vera, miembro de la Red de Padres, Madres y Representantes a Crónica.Uno. 

En el mismo informe de Cecodap se reflejó que 72 % calificó la educación a distancia con niños y adolescentes de mala o deficiente. Incluso, FundaRedes también encuestó a 9513 maestros de todo el país y llegaron a la conclusión de que 38 % de los maestros tiene dificultad para acceder a Internet, 28 % sufre fallas de electricidad, 19 % tiene dificultad para recibir y enviar información y 5 %, poco acceso a equipos. 

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Foto: Luis Morillo
En Caracas o en Maturín: la misma historia

En la parroquia Las Cocuizas, en Maturín, estado Monagas, Carla está pasando por la misma apatía de Alberto. Cursó su primer día de séptimo grado de este nuevo año escolar sin la emoción de la camisa azul, de buscar el horario, ver nuevas materias y conocer a los distintos profesores. En pocas palabras, para ella es como si oficialmente no estuviera en bachillerato. Está esperando que cuando vuelvan las clases presenciales pueda experimentar como es debido la nueva etapa. 

La diferencia es que el colegio de Carla, que forma parte de Fe y Alegría, no cuenta con una página web. Los padres que no tengan un teléfono inteligente con WhatsApp o una computadora para revisar el correo electrónico tienen que ir cada quince días a la institución para copiar de una cartelera las actividades de los jóvenes. Después, llevan las tareas para que los profesores las revisen y pongan la nota. 

Carla se siente muy confundida con inglés y matemática. Casi no entiende nada. Los libros no dicen lo mismo que lee en Internet, o lo explican de manera distinta y generan más dudas. La luz se va tres veces a la semana y dos veces al día por una o dos horas, lo que también interrumpe su momento de aprendizaje. 

Nosotros como padres hacemos lo que está a nuestro alcance, porque tampoco somos profesores, sino que con lo que podemos investigar e ir sacando es que la estamos medio ayudando, lamentó el papá de Carla.

Solo 14 % de los docentes tiene mucha experiencia en el desarrollo de procesos de enseñanza-aprendizaje a distancia, de acuerdo con la investigación de FundaRedes. La mayoría no recibió formación ni asesorías del Estado, sino que simplemente los directivos les dan instrucciones para dar clases virtuales. 

La asesoría del Estado tampoco ha llegado a las instituciones para que sepan cómo recibir nuevamente a los jóvenes cuando las condiciones epidemiológicas lo permitan para prevenir los riesgos de contagio de COVID-19. Incluso, la Red de Madres, Padres y Representantes está trabajando en un instructivo para de alguna manera aportar información y orientación. 

Los padres de Alberto y Carla coinciden en el estrés que tienen durante la semana por las clases a distancia, la carga de tareas y la poca información sobre los temas en cada materia, aunado a las fallas diarias en los servicios básicos. Todo esto influye en la salud mental, que según refleja Cecodap, se trata de un problema que queda en el aire y nadie atiende.

87 % de los estudiantes no ha recibido apoyo emocional por parte de los centros educativos, dice Cecodap.

En ambos colegios les dijeron a los padres que hasta la fecha no saben cuándo retomarán las clases presenciales. Enero parece un mes tentativo, pero tendrá que llegar para ver si se materializa el hecho de volver a las aulas. Hasta el 15 de octubre, Venezuela concentraba 85.005 casos positivos y 76.886 recuperados, de acuerdo con las cifras dadas por la administración de Nicolás Maduro. 

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Foto: Luis Morillo

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