Maestros del Sur del Lago de Maracaibo ejercen su profesión en una zona de riesgo

Escuelas Sur del Lago

Al menos ocho escuelas siguen cerradas desde que el muro de contención del kilómetro 43 del Sur del Lago de Maracaibo cedió debido a las fuertes lluvias en 2022. Este año, más de 20 docentes han abandonado sus puestos de trabajo y la deserción escolar sigue en aumento.

Maracaibo. La fuerza del río Zulia es motivo de nerviosismo para los habitantes del municipio Catatumbo desde el año 2022. En abril, se cumplen dos años de la peor tragedia que ha enfrentado el Sur del Lago luego de que se rompiera el muro de contención del kilómetro 43 de la carretera El Guayabo-Encontrados.

Los recuerdos de aquel domingo lluvioso no solo siguen frescos, sino latentes entre los pobladores y productores de plátano, naranja, lechosa, carne, leche y queso, porque la obra de levantamiento del muro aún no ha concluido, mientras el verano amenaza con darle paso a la temporada de lluvias. Trabajos que están a cargo del gobierno nacional.

Pareciera que el tiempo ha pasado solo para dejar más desidia entre los habitantes de la otrora llamada despensa de Venezuela. Las cifras están en rojo con más de 200 pequeños agroproductores arruinados, carreteras intransitables, fincas sin producción y escuelas no aptas. El Sur del Lago no solo sufrió daños estructurales, sino económicos, psicológicos y educativos para su población.

Inundaciones Sur del Lago
Se estima que 200 pequeños agroproductores quedaron en la ruina total luego de las inundaciones por la rotura del boquete del 43. Foto: Mariela Nava

A Néstor Reativa, un maestro de primaria de 33 años, aún se le eriza la piel cuando recuerda cómo el río se embraveció. “La carretera temblaba, la fuerza del agua era increíble. Pensé que no nos iba a dar chance ni de correr”, relató.

Durante la primera semana tuvo que lidiar con la angustia de los representantes y con el miedo de sus alumnos de cuarto grado, quienes vieron cómo el agua que corría con una fuerza pocas veces vista se llevaba todo a su paso. Para la mayoría el temor de que inundara al pueblo de Encontrados era incontenible.

Un miedo que no se va

Aunque Néstor trabaja en un colegio privado del pueblo, donde el agua finalmente no llegó porque la alcaldía del municipio Catatumbo puso muros de contención improvisados con sacos de arena, dijo que hubo muchos alumnos, hijos de parceleros, que dejaron de ir a clases porque desafortunadamente sus casas se inundaron. Las clases se suspendieron por más de un mes.

La situación era un desastre porque las aguas servidas se devolvían por los drenajes. El agua llegó hasta esos muros que hizo el alcalde, gracias a Dios no pasó. Yo sentía mucho nervio, hasta ahora sé explicar lo que sentía, pensé que íbamos a quedar aislados, no sabía que iba a pasar ni cómo ayudar porque nosotros nos quedamos solos. El gobierno regional prestó apoyo mucho tiempo después y del nacional tampoco recibimos atención inmediata”.

Toma aire para explicar que el miedo que siente un maestro de tener a su cargo más de 20 niños sin saber qué podría pasar con la furia del río, no se lo desea a nadie.

Recuerda que antes de la rotura ya había comentarios en el pueblo, porque el río cada vez crecía más. “A cada rato llegaban representantes a llevarse a sus hijos porque decían que venía el agua. Fue muy duro, angustiante, porque además no sabíamos por dónde podía romper. Toda la situación era impredecible”, dijo el maestro.

Ese año escolar terminó en alerta, con evaluaciones especiales y zozobra porque el resto del municipio estaba bajo el agua, las zonas rurales aún no se han recuperado.

Para Néstor ejercer su profesión en una zona de riesgo como el Sur del Lago es sinónimo de angustia. Aunque se han preparado, con el cuerpo bomberos y Protección Civil, para enfrentar una nueva arremetida del río, confiesa que jamás se está preparado para lidiar con la naturaleza.

El colegio privado donde trabaja Néstor mantuvo la matrícula, pero los padres se han retrasado en el pago debido a la crisis económica propia de la zona.

Esos niños son mi responsabilidad y me preocupa porque hasta la fecha no se han terminado los trabajos y en cualquier momento podemos retroceder. No es fácil para mí, ni para ningún maestro”, soltó.

Una emergencia que obliga

Catatumbo ha vivido en los últimos dos años una diáspora numerosa. Estos movimientos no solo implican correr a zonas secas o altas como Santa Bárbara cuando dicen ¡ahí viene el río!, sino una migración importante de jóvenes que han emprendido viaje hacia Estados Unidos.

“La despensa de Venezuela está quedando vacía”, dijo Juan, un agricultor que este mes vio partir a sus tres hijos mayores hacia el norte, dos de ellos eran maestros.

Fernando Loaiza, alcalde del municipio, fue tajante: “Económicamente esta tragedia nos acabó, los pequeños productores que apenas subsistían con dos o tres vacas para sacar su queso están quebrados y de esos hay más de 200, por eso sus hijos han migrado. Seguimos bastante golpeados”.

Loaiza calificó de incontable la migración y asegura que el escenario es el mismo en Colón, Francisco Javier Pulgar, Jesús María Semprún y Catatumbo.

Sin escuelas, maestros ni alumnos

Yuleima Díaz, coordinadora municipal de Proyecto Ejecutivo Regional de la Secretaría de Educación, reveló que en Catatumbo hay 17 escuelas de las cuales ocho no se han podido recuperar por daños estructurales. Otras tres –en Caño Motilón, Ologá y Congo Mirador– no pueden ser visitadas por la presencia de grupos armados.

Según cifras de la coordinadora, la deserción escolar roza el 70 %. Además, explicó que como la mayoría de los niños de las zonas rurales, donde están estas escuelas, son hijos de campesinos; muchos se fueron a otros lugares, algunos vuelven esporádicamente cuando el nivel del agua baja, pero esa intermitencia les hace difícil reorganizar a los alumnos.

El padrón de las matrículas ha bajado. Las escuelas que están en la franja del dique de contención del río tienen matrículas pequeñas de 25 a 50 niños. En esas ocho escuelas hay 117 niños inscritos, antes había más de 300. La deserción es mucha, los que se quedaron son los parceleros que no han querido dejar botada su inversión”, recalcó Díaz.

Con los docentes pasa exactamente lo mismo. “Al ser esta una zona fronteriza se les hace muy fácil irse a Colombia o cruzar la selva del Darién por la situación del país. Entonces, lo que estamos haciendo es solventar sobre la marcha. Para las zonas rurales trabajamos con bachilleres, ellos son los que están dando clases porque viven en la zona y no tienen que gastar pasajes. En lo que va de año escolar se han ido más de 20 maestros de aula”.

Niños Sur del Lago
La deserción escolar en las zonas mas vulnerables del municipio Catatumbo alcanza el 70 % debido a que las familias perdieron todo tras las inundaciones. Foto: Mariela Nava

Trabajar a distancia en medio de una situación tan crítica como la del Sur del Lago es cuesta arriba. Aunque la secretaría ha evaluado implementar clases por grupos telefónicos y el cuaderno viajero, saben de sobra que cuando el río se mete las telecomunicaciones son nulas, se rompen los caminos de acceso y todo colapsa.

Por ahora lo único que hacen es facilitarle los recursos necesarios a los docentes para que, entre todos, saquen el año escolar adelante. “Aunque es difícil cumplir al 100 % hemos logrado alcanzar el 80 % de los requerimientos académicos que exige el ministerio”, aseguró la coordinadora regional.

¿Cómo va la obra?

“La reparación del boquete va a paso de morrocoy”, dijo el alcalde Fernando Loaiza. A duras penas, productores, sociedad civil y alcaldía lograron cerrar el segundo boquete, el de Guasimales.

Loaiza informó que en el kilómetro 43 solo hay maquinaria jumbo para dragar el rio, por lo que considera: “Todavía hay riesgo porque hasta que no se finiquite el muro, hasta que no lo terminen, no estaremos a salvo”.

Hay mucha gente que ya está seca y están trabajando para recuperar lo suyo, pero hay muchos que tienen pasos de caños dentro de sus propiedades, hay temor de que vuelva a crecer el rio. Hemos tenido un buen verano, pero ya casi entra la temporada de lluvia y a lo que digan ¡Viene el agua! la gente vuelve a recoger sus motetes y arranca. Dios permita que en verdad se resuelva, pero seguimos preocupados, sentenció el funcionario.

Según la agroproductora Mayte Cánovas, los trabajos deben ir enfocados a dragar el río Zulia y reforzar su margen derecha debido a que siguen latentes varios puntos críticos.

Lo más importante era recuperar el espigón que había hecho la Armada para que por lo menos detuviera el agua y lo que hicieron fue tapar con un muro inmenso el paso del agua hacia Valderrama y El Gallinazo… En caso de una crecida, el 100 % del agua del Zulia se irá a zonas ya inundadas, como El Rull”, explicó.

Cánovas reveló que hay zonas como Valderrama donde la producción está totalmente paralizada desde el 8 de febrero de 2023 y al menos 10 familias todavía viven en el refugio de Caño Caimán.

Refugio Caño Caimán
Al menos 10 familias aún viven en refugios improvisados en el sector Caño Caimán del Sur del Lago. Foto: Mariela Nava

“Los productores hemos podido recuperar mucho las fincas gracias al verano. Pero el temor a seguir invirtiendo está en el hecho de saber que las lluvias llegarán pronto y pareciera que los trabajos no pudieran concluirse”, sentenció.

En El Rull es peor

Naifer del Mar, maestra de la Escuela Básica Udón Pérez del sector El Rull, dijo con voz quebrada que está segura de que no tienen dolientes. Desde que el río se metió a la zona, tres días después de haber roto el muro de contención en el 43, estuvieron un año sin clases. Después de pasar una temporada en las carpas del Ejército en plena calle, se devolvieron a la escuela.

“Además del mal estado en el que sigue la escuela, porque solo hay dos salones aptos, se robaron todo lo de la cocina y los cables eléctricos. Se dañaron los pupitres, las computadoras, los libros, todo, quedamos en la nada. La escuela no tiene doliente, ahí no llega nadie, solamente hemos recibido ayuda de Unicef”, explicó.

La maestra ya perdió la cuenta de cuántas veces se ha metido el agua al plantel. Tampoco sabe cuántas veces ha rezado por los suyos, porque en casa la situación no es distinta.

La última vez el agua vino podrida y alcanzó metro y medio de altura”, dijo Naifer.

En la escuela Udón Pérez, de 120 niños, la matrícula bajó a 60 y de once maestros solo quedan cuatro. Ahora las clases son tres veces a la semana por tres horas.

Tampoco hay comida, porque el gobierno regional dejó de llevar alimentos. Solo reciben bolsas de Clap por parte de la Corporación Nacional de Alimentación Escolar (CNAE) y con esos productos hacen trueques para darles pasta con verdura o arepa con huevo y sardina a los niños. En siete meses que lleva este año escolar, los estudiantes han comido apenas cuatro veces en la escuela.

Ser maestra aquí es duro. Ver mi escuela, mis niños, en estas condiciones da impotencia porque no es mucho lo que podemos hacer, es deprimente. No hay cómo trabajar, solo cuaderno y lápiz. Lo que sentimos es una profunda frustración”, confesó la docente.

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