La selección venezolana no tomó los recaudos necesarios para contrarrestar los efectos de la altura y lo pagó caro ante Ecuador.

Caracas. “Fisiológicamente no tendremos los días suficientes para poder adaptarnos a la altura”, admitió el entrenador de la Vinotinto, Rafael Dudamel, el día previo al choque con Ecuador en los 2.850 metros de la ciudad de Quito. Con sus palabras, el yaracuyano parecía anticipar lo que podía suceder con la condición física del combinado venezolano en el cotejo celebrado en el estadio Atahualpa.

Y a juzgar por los brazos en la cintura y el evidente ahogo que padecieron varios elementos de la selección criolla en el segundo tiempo del encuentro premundialista, el diagnóstico previo del exportero se cumplió a cabalidad, más allá del incuestionable 3-0 que le endosó el cuadro meridional al colista de las clasificatorias de la Conmebol. Extrañamente, el propio Dudamel negó luego del partido lo que lució como una obviedad para todo el que presenció el desigual careo.

“La respuesta física previa al partido había sido muy aceptable y en el juego físicamente estuvimos bien, el equipo corrió; pero está claro que después del 2-0 tomamos decisiones apresuradas”, señaló el estratega, que al menos desde la logística, contravino las más elementales recomendaciones para jugar en la altura al concentrarse menos de una semana en la capital ecuatoriana, en lugar de llegar a Guayaquil y subir a Quito sobre el pitazo inicial del compromiso.

“Deben tomarse las precauciones del caso. Se necesita una semana de adaptación por cada mil metros de ascenso o, de lo contrario, ir, jugar y volverse para que los efectos aparezcan recién sobre el final del partido”, comentó al respecto el exmédico del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo de Argentina, Néstor Lentini, en declaraciones a la agencia Infobae.

Resta saber si la planificación que elaboró Dudamel para ir a Quito estuvo condicionada por el tema económico y la tan comentada crisis de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF). Al menos para ir a La Paz, el combinado se preparó con cámaras hiperbáricas e hipobáricas y cumplió con una rigurosa planificación para jugar en las nubes.

Muy poco fútbol

Claro que la cuestionable logística para el último partido premundialista del año no puede tomarse como excusa para justificar una presentación tan pobre de la Vinotinto. A fin de cuentas, una correcta planificación sin fútbol tampoco garantiza un buen resultado en la altura, como lo demostró la propia selección con la goleada 4-2 que encajó en Bolivia.

Y en el apartado futbolístico, el grupo de jóvenes que alineó Dudamel mostró muy pocos argumentos para pensar en una consolidación individual o colectiva de cara al último año de eliminatorias. Venezuela fue dominada con una posesión de balón avasallante del 69 % y además soportó un asedio incesante de 20 disparos al arco por apenas tres ejecutados, con solo uno de Rincón con cierto peligro sobre el marco local. Son números lapidarios que se han repetido con regularidad en todo el camino a Rusia y que, entre otras cosas, explican la posición sotanera con la que cierra la Vinotinto el 2016.

Foto: Prensa Vinotinto


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