Parques de bolsillo se convierten en una alternativa para quienes abandonan los gimnasios

Con toda la circunstancia económica en contra, hay quienes asumen el riesgo de emigrar de los gimnasios equipados a los parques a cielo abierto. La práctica cobra especial auge en el este de la ciudad. Aunque más golpeados por la falta de mantenimiento, los parques de bolsillo que sobreviven en Libertador también ganan adeptos.

Caracas. Son más de 216 en todo Libertador y albergan el ardor de atletas amateur por el deporte. Y suponían una apuesta por el cambio, un modo contemporáneo de construir ciudad y sacudir la violencia en los espacios comunes. Se trata de los parques de bolsillo, pequeños espacios de recreo en una ciudad convulsa, cuyos habitantes esperan ser reconocidos. 

Aquellos espacios —que cobraron auge en 2010 con la inauguración en Sabana Grande— fueron el orgullo de Jacqueline Faria, la exjefa del Gobierno del Distrito Capital, quien no solo barajó la idea de bañarse en el Guaire durante su gestión como ministra de Ambiente, Faria también tuvo la pretensión de dar un rostro más afable a Caracas, cuando asumió en 2009 el Gobierno del D.C., un despacho creado por Chávez que le restó facultades a la Alcaldía Metropolitana. Con una huella profunda de deterioro, los parques de bolsillo encarnan la promesa liquidada en algunas barriadas donde el abandono parece ejercitarse en la máquinas oxidadas.

Pero la historia cobra otro cariz en los espacios más céntricos, en las plazas y bulevares de la ciudad donde acuden deportistas relegados por los altos precios de los gimnasios. En medio de todo el drama de los precios, son la principal alternativa para quienes se niegan a perder sus músculos, intentan recrearse o buscan perder algunos kilos. July Quijada es una de esas personas. Vive en Antímano y entrena, cuando logra escaparse de su trabajo en La Castellana, a pocos metros del hotel donde se desempeña como camarera. Hace dos meses que dejó el gimnasio debido al incremento de la mensualidad. Cinco aumentos en un mismo semestre acabaron con una vida de deporte: 5 años de entrenamiento.

Comencé en un gimnasio en Pérez Bonalde, luego me cambié a otro en San Martín cuando cambié de empleo y terminé en el Oasis de Chacaíto, pero no pude seguir pagando. Era comer o darme ese lujo y decidí estirar la plata para medio sobrevivir. Ahora solo me acostumbro a entrenar al aire libre, con una de mis compañeras, cuenta July. En agosto pasó de pagar 300 bolívares a 1200. Más del 70 % del sueldo mínimo.

Jean Carlos Abreu, usuario del gimnasio Sweat Gym, en Chacao, pasó de pagar Bs. S. 900 a 3000 en las últimas semanas. Asegura que la meta de la gerencia es llevar el servicio a 5000. “Estoy pensando en irme porque es una cantidad de dinero que no puedo cubrir”, dice. Sostiene que existen otras alternativas.

Con toda la circunstancia económica en contra, hay quienes asumen la experiencia de emigrar de los gimnasios equipados a los parques a cielo abierto. La práctica cobra especial auge en el este de la ciudad, donde algunos deportistas por cuenta propia incursionan en aquello de turnarse en las multifuerza. Aunque más golpeados por la falta de mantenimiento, los parques de bolsillo que sobreviven en Libertador también ganan adeptos. Ocurre en el Nuevas Generaciones Urbanas de Caricuao, en el bulevar Ruiz Pineda de San Agustín, la Plaza Candelaria y en Los Próceres, donde las rutinas deportivas imponen la dinámica.

Alexis Rivas bien conoce los frutos de entrenar en la calle. Cuenta que hace más de un año que dejó el saltimbanqui por los gimnasios de mediana categoría, en el este de la ciudad, por falta de clientes.

Para quien se acostumbra a recibir instrucciones de un entrenador es duro tener que exponerse en la calle a la inseguridad. Pero muchas veces la gente no está en capacidad de pagar un gimnasio. Yo perdí toda la cartera de clientes que tenía. Hablar de costo es absurdo en este momento. Los precios aumentan todas las semanas, comenta mientras se ejercita en Los Próceres.

En Los Caobos, donde los atletas de vieja data se esfuerzan por mantener el circuito de bolsillo instalado en ese espacio, la movida inicia desde las 7 de la mañana. Allí se reúnen jóvenes, corredores novatos y otros no tan habituados al deporte, todos movidos por un mismo propósito: recuperar y mantener la salud. Sin embargo, hay quienes parecen perderla en la búsqueda. Aquí es inseguro, no hay policías, en ocasiones entran ladrones y asaltan. Los aparatos están oxidados y de noche es muy oscuro, he conocido a personas a quienes las han robado, dice Alí Noguera, adulto mayor, a quien su médico le sugirió caminar por las mañanas para mejorar sus problemas de circulación.

Pese a todo, Andy Moncada, un joven que desde hace tres meses hace vida deportiva en Los Caobos, dice que hay espacio para la camaradería, el chiste del momento y el ejercicio. Su mayor reclamo es la falta de mantenimiento que eclipsa al parque. Las barras oxidadas, las mancuernas de cemento resquebrajado y el único poste, desprovisto de sus cuatro faros, retratan la falta de inversión de la Alcaldía de Libertador. “Hace más de un mes que pedimos las lámparas a la alcaldía y no hemos tenido respuesta”, comenta.

De acuerdo con el capítulo de Seguridad Personal de la Encuesta Condiciones de Vida, 61 % de la población tiene miedo de ser robada en la calle. Grosso modo, 76 % de los caraqueños teme ser víctima de la violencia en la ciudad, según ese estudio elaborado por las principales universidades del país. La consulta advierte que 71 % de la población se ha limitado las actividades recreativas y de entretenimiento por fuerza de la inseguridad.

Quienes reclaman mantenimiento, piden a la alcaldía inventariar los espacios disponibles para hacer ejercicios. Hay incluso quienes creen necesario establecer una ruta de parques para visualizar las alternativas en la ciudad. A propósito de ello, el presidente de la comisión de Obras y Servicios de la Concejo de Libertador, José Bracho, reconoce que los parques de bolsillo —importados en su mayoría de Turquía— fueron una buena iniciativa pero no se continuó con la gestión:

Ha desaparecido. En Parque Central hay dos parques, uno en nivel mezzanina, y en la parte posterior del Museo de los Niños, que están en muy mal estado. Son estructuras metálicas que están a la intemperie y llevan cinco años sin mantenimiento.

Incluso los instalados por la Alcaldía de Sucre a lo largo de la avenida Francisco de Miranda también desaparecieron, según denuncian los habitantes.

Fotos: Luis Morillo @luizmorillo15


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