Un país visto desde el cine. Así podrían resumirse los filmes que esta semana forman parte de obras que están disponibles en la web y que sirven de opción durante estos días de cuarentena.

Caracas. Internet es la pantalla para varias películas venezolanas. Algunos autores han empezado a subir a la web desde hace tiempo sus largometrajes para que sean disfrutados por el público, una vez culminado el recorrido por salas y festivales. Otros cineastas han liberado sus obras en estos momentos de cuarentena.

En esta cuarta entrega, los filmes recomendados tienen como característica la lectura del país desde distintos puntos de vista. Incluso, hay cabida para la música como punto de encuentro, a la vez que desde la nostalgia, sirve de inspiración para llevar a cabo proyectos personales.

Películas venezolanas
Diego Velasco quiso hacer de su película un espejo del país

La hora cero (2010), de Diego Velasco. Ambientada en los años noventa, narra la historia de La Parca, interpretado por Zapata 666, un temible sicario que es contratado para cometer un asesinato. Pero el protagonista ve cómo todo se trastoca y tiene que salvar al amor de su vida, Ladydi (Amanda Key). El filme refleja muy bien el contexto de esos años en los que se ambienta la trama, en los que los servicios públicos de salud están en decadencia. La Parca lleva a la mujer herida a una clínica privada, donde secuestra al personal para que la salven. Son tiempos además de huelgas médicas, en las que se exigen mejores condiciones. El plan del protagonista adquiere unas dimensiones mayores cuando la prensa se entera de lo que ocurre, y da cobertura a los hechos; con claros paralelismos a los mediáticos secuestros de los años noventa con operaciones policiales transmitidas por televisión. Una obra que cuestiona perspectivas, reflexiona sobre la labor de los medios, además de indagar en los tentáculos del poder y su relación con el crimen. Una película vertiginosa, que contraría el manido rechazo de aquellos que evitan los filmes nacionales porque son siempre violentos o de delincuentes. Diego Velasco logra con su ópera prima un cine que se suma al que subraya problemas sociales, pero con el tino para mantener no solo la tensión y lograr giros en la trama que resultan elogioso. Además presenta un país que parece vivir enclaustrado en sus penurias. De acuerdo con cifras del CNAC publicadas en 2015, La hora cero es la quinta película del ranking de 20 largometrajes nacionales más vistos en las salas del país, con 931.201 espectadores.

Diego Velasco: “La hora cero nació de una pregunta que tenía en mi cabeza sobre quiénes son los buenos y los malos en nuestro mundo. ¿Cómo los representamos? ¿Qué pasa si invierto esos arquetipos en el que un sicario empieza a salvar vidas y el gobernante decide acabar con los ciudadanos? Quería probar ese mundo complejo en el que nada es blanco y negro. Además, en ese momento Venezuela estaba muy polarizada. Me basé entonces en el pasado para representar el presente, y tratar de impulsar un diálogo. Crear una experiencia en la que cada bando viera lo mismo y compartir interpretaciones. Diez años más tarde, Venezuela no está dividida como antes. La mayoría está unida en la miseria. Ojalá nunca se nos olvide cómo llegamos al lugar en el que estamos. El cine es el espejo de una nación. Necesitamos siempre hacer películas que reflejen nuestras realidades”.

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La relación entre una madre y su hija es una lectura sobre los desencuentros y la aceptación

Nena, salúdame al Diego (2013), de Andrea Herrera Catalá. Cuando se habla sobre cine nacional, poco se asocia el historial con los conflictos de la familia. Sin embargo, ha sido un tema que han tratado largometrajes como Patas arriba (2011) de Alejandro Wiedemann, Pelo malo (2013) de Mariana Rondón o La distancia más larga (2014) de Claudia Pinto, por nombrar algunas de las más recientes. Ahora, en esta película venezolana, Andrea Herrera Catalá se vale de la comedia para narrar un conflicto entre madre e hija, y de esa forma subrayar la independencia, la aceptación de los deseos de cada individuo y el gentilicio a través de un conflicto de identidad. Isabel (Marialejandra Martín) trabaja en un canal cultural de televisión, pero al medio no le va nada bien. Es visto por pocas personas. Tiene un plan para hacerlo repuntar, que involucra a su hija Sofía (Sofía Bertolotto). La joven acaba de regresar de estudiar periodismo en España, y la madre quiere convertirla en una nueva figura de la cultura en Venezuela. Pero no. La muchacha tiene otros objetivos, que no tienen nada que ver con los que la madre tiene en mente. La joven asegura que en el extranjero descubrió su verdadera pasión, y no solo eso, sino que asegura que ella es argentina y no venezolana, por lo que tiene planeado obtener la nacionalidad del país sureño y mudarse. Los lazos familiares, la convivencia y los sentimientos empiezan entonces a ser cuestionados, una trama en la que hay llamados también al sentido de pertenencia, al diálogo, a la comprensión, la diáspora y la reconciliación en medio de un convulso lugar en el que cada uno vive distintas historias.

Andrea Herrera Catalá: “Siento un profundo amor por esta película, que juntó a un montón de personas que tenían una necesidad en ese momento y que de alguna forma hicimos como esta extraña canción de amor, pero canción de amor al fin, a Caracas, Venezuela y a nuestras madres. Es una película que es una hija, y como se refleja en el filme, tengo sentimientos encontrados y contradicciones con ella. La veo y me encanta, pero hay varias cosas que haría distinto. Pero la quiero con alma. Estoy muy orgullosa. Entre todos, hicimos un gran trabajo”.

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Para Alfredo Hueck su ópera prima es un acto liberador en tiempos de autocensura

Paquete #3 (2015), de Alfredo Hueck. El Cholo (Beto Benites) es un taxista peruano que tiene que huir de su país para salvar su vida. Escapa a Venezuela, con la esperanza de estabilizarse y poder reencontrarse con su novia, quien se queda en Perú. Pero el plan no marcha bien. Le prometen trabajo y techo, pero lo embaucan. Empieza a deambular por las calles, hasta que se involucra con un grupo de sicarios que le brindan aparente protección. Comienza entonces su vorágine en un mundo de violencia, extraños acuerdos, corrupción, tráfico de influencias y sospechosas alianzas. El protagonista entonces verá como la vorágine lo acecha. En su ópera prima, el cineasta se vale del sarcasmo para mostrar un país atormentado por la violencia y la política turbia. Ironiza sobre planes gubernamentales para acabar con el crimen, a la vez que usa la comedia para desmontar parafernalias del discurso oficialista. Esta película venezolana busca romper con predisposiciones que puede haber hacia obras vinculadas con la denuncia social y la violencia. El cineasta obtiene buenos resultados con una tragicomedia que juega con los tiempos, que establece una paleta de colores que distingue su puesta en escena y además exagera con certeza características de varios de sus personajes para hacerlos caricaturescos, en función de una trama que se nutre también del humor televisivo venezolano. Por eso, no es casual que Emilio Lovera sea parte de un elenco que también conforman Daniela Bascopé, Vicente Peña, Dimas González y Eulalia Siso. Vale acotar que el director también es coguionista de Papita, maní, tostón, que dirigió su hermano Luis Carlos Hueck.

Alfredo Hueck: “La grabamos en una época en la que los artistas se autocensuraban. Se cuidaban de no decir algo que molestara al régimen. Tuve la fortuna de rodearme de gente muy talentosa. Todos juntos nos decidimos por la libertad de expresión, arriesgarnos. Nos atrevimos a decir cosas que en esa época muy pocos se atrevían. Es una sátira política de una Venezuela absurda. Si uno no es venezolano es muy difícil entender el fenómeno social que atravesamos. Se traduce en un despertar político. Duermo más tranquilo porque no me quedé callado. Me dolió que cuando estrenamos en 2015 muchos pensaron que atacaba a los venezolanos. Y no es así. Adoro mi país. Me encanta y estoy orgulloso, pero soy de las personas que piensa que nosotros somos los culpables de nuestros problemas”.

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Un documental muestra las inquietudes de un grupo de artistas venezolanos cuando el país todavía se sentía parte de Occidente

Zoológico (1992), de Fernando Venturini. Un documental que repasa la juventud inconforme del mundo cultural de principio de los noventa. El autor indaga en referentes históricos entre los entrevistados, quiere saber cuál es la relación de cada uno con el país, además de adentrarse en sus propuestas y perspectivas como creadores, que buscaban además nuevos códigos. Se pregunta qué es vanguardia en Venezuela y qué lugar pretenden ocupar cada uno en la escena de ese momento, en un país convulso, que ni adivinaba lo que vendría después. Quizá vagos presentimientos. En la película hay declaraciones de principios, reflexiones sobre el quehacer artístico de varios de los participantes. Pero más allá de los juicios, o las empatías con las declaraciones de cada uno, la obra es un importante testimonio de un grupo de artistas que habían logrado, o todavía buscaban, un lugar en una ciudad en la que, a pesar de las adversidades, había cabida a propuestas que en muchos casos se cimentaron para convertirse en referencia para las siguientes generaciones. Como dice Boris Izaguirre, uno de los entrevistados, la mejor obra de un artista es la construcción de sí mismo. También participan Diego Rísquez, Carlos Zerpa, Erika Tucker, Leonardo Henríquez, Kika Alcega, Ángel Sánchez, Fran Beaufrand, Horacio Blanco, Pablo Dagnino, Cayayo Troconis, José Tomás Angola, Miguel Ángel Noya.

Fernando Venturini: “Fue un placer hablar con todos estos artistas sobre la relación que tenían con Venezuela. Estaban a la par de todo lo que se hacía internacionalmente en aquella época. Viéndolo a la distancia, lo que demuestra Zoológico es la sofisticación del mundo cultural venezolano en ese momento. Creo que es un reflejo de la sociedad venezolana de aquellos años. Una sociedad abierta, cosmopolita, que se sentía parte de Occidente, no como enemiga o víctima de Occidente. En este momento el mensaje de esos artistas puede ser muy vigente, además, ahorita cuando estamos en pandemia y aislamiento, en la película encontrarán reflexiones muy interesantes sobre el país”.

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Luis Soles cumplió el sueño de filmar a sus ídolos de la infancia

Vuelo sobre ti  (2015), de Luis Soles. La peregrinación por distintos lugares del país para ver a una de las bandas de rock más importantes de Venezuela: Zapato 3. Un documental que registra la lealtad de un público hacia una agrupación de culto. El cineasta filma la gira que realizaron en 2012, cuando se reagruparon después de una década de haberse disuelto, ya superadas las diferencias. Soles confirma la euforia generada entre quienes esperaban el reencuentro y es testigo de anécdotas, recuerdos, vivencias y detalles de una relación con un público nostálgico. También es el descubrimiento de aquellos que empezaron a seguir a Zapato 3 luego de la separación, y de esa forma, ser testigos de una leyenda del rock venezolano. El  realizador obtiene el testimonio de un momento importante para la música en Venezuela, afectada ya entonces por una crisis social, económica y política. Da muestra de un grupo que surgió en mejores momentos de una industria, que alcanzó ser ideario para varias generaciones, y que además tuvo la aceptación de distintos sectores, más allá del público convencional del rock de estos lares. Emocionantes las reacciones de la gente que logra ver a los músicos fuera de la tarima para compartir impresiones y elogios.

Luis Soles: “Más allá de lograr llevar a la gran pantalla una película independiente sobre rock, fue la película que me dio la posibilidad de conocer a mis ídolos, a la banda favorita de cuando era niño. Esas figuras que veía en afiches, se convirtieron en mis amigos. También está el hecho de llevar este texto de consulta para que las nuevas generaciones conozcan a nuestros músicos. Ellos, que regalaron tantos buenos momentos al rock de Venezuela. Vuelo sobre ti es una pieza fresca y divertida que humaniza a ídolos de mucha gente y da la posibilidad de conocer la intimidad de un Zapato 3 que capaz no vieron en los medios abiertos. Es un sueño cumplido e inspirador. Que sea una punta de lanza para que muchas más personas hagan sus películas y cumplan sus sueños”.

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