El cantante de la banda uruguaya cuenta cómo cada vez se encuentra a más venezolanos en Montevideo. Acaba de grabar con Héctor Castillo. Estrenaron una canción surgida en pandemia

Caracas. El Cuarteto de Nos advirtió que nada es gratis en la vida. Pero también, recordó que es fácil perder la brújula y no saber qué hacer con uno mismo, a pesar de leer a Breton y Molière.

Su vocalista, Roberto Musso, es experto en breves descripciones de su persona, entre acordes y notas, mientras ha cantado que a veces se siente raro, un hijo único de la casualidad, con un padre hippie y una madre punk. Mientras caminaba a donde Damián —le costaba cada vez más llegar— pensaba en cómo logró trabajar en el lugar al que antes le lanzó piedras y escupitajos.

Tan solo imágenes de ese mundo trazado por la banda uruguaya, que nunca pasan inadvertidas. No hay indiferencia entre quienes reciben su obra desde los años 80, y que desde 2006, específicamente, empezó a expandirse cada vez más por la región con Raro, disco clave del reciente rock latinoamericano. Músicos del sarcasmo, la reflexión y la celebración. 

Recientemente, El Cuarteto de Nos estrenó “Fiesta en lo del Dr. Hermes”, un tema surgido en 2020 en el que dos bandos se increpan, pero con claras alusiones a dilemas previos al virus.

Desde Montevideo, Roberto Musso cuenta los planes del grupo, así como detalla el equipo con el que han estado trabajando, entre esas personas Héctor Castillo, el productor e ingeniero de sonido venezolano. 

A los venezolanos, les envía abrazos y saludos. “Escriben constantemente por redes sociales”. 

El Cuarteto de Nos
La banda uruguaya ganó el Latin Grammy por su disco Porfiado

¿Qué historia hay detrás de “Fiesta en lo del Dr. Hermes”?

—Es un poco lo que estuve componiendo en esta etapa pandémica. Cuestiones que no explícitamente tocan el tema de la pandemia, pero que se acentuaron durante ese tiempo. Temas que enfrentamos como sociedad.

Tenía ganas de hablar de las supuestas conspiraciones y la paranoia. Todo lo que la pandemia exacerbó, pero que estaba instalado desde años antes. El manejo del poder. Como dice la canción, por un lado la gente invitada a la fiesta, y por el otro, aquellos que no fueron invitados.

Que ocurriera esa serie de acusaciones entre ambos bandos, donde cada uno canta una especie de himno de pertenencia. Se acusan mutuamente sobre las razones por la que les ocurren ciertas cosas. 

También veo que en la música se siente ese enfrentamiento y variedad de sentimientos. Va de la calma hasta llegar a un clímax electrónico, muy cercano al drum and bass

—Sí. Yo quería que la canción tuviera ese paralelismo con lo que es una supuesta fiesta desenfrenada. No quería una estructura musical tradicional o evidente de estrofa, estribillo, estrofa estribillo, y luego cambiar. Me pareció bueno ese mood lento del principio y luego explotar la canción, cerca del final. Ese contrapunto de coro lírico, digamos, con el enfrentamiento entre los dos grupos. Los de afuera y los de adentro. Y que al final se volviera un caos, pero sin que se sepa bien qué pasa después de ese enfrentamiento. Creo que la mayoría de nuestras canciones dejan esa posibilidad de imaginación al escucha. Me gusta eso. Que no quede servido en la mesa lo que sucedió después. La canción y el video dejan ese final abierto.

Al principio dijo que la canción surgió durante la pandemia. Uno se pregunta cómo una banda tan irónica, sarcástica, con letras tan observadoras, interpretó este período tan sórdido y desorbitante. ¿Qué puede adelantar de esas canciones? 

—Creo que fue un desafío para todos los compositores y creadores: cómo encontrar inspiración en un momento tan antimotivacional. (Ríe). Con El Cuarteto de Nos hemos tratado de correr el foco de lo evidente, ¿viste? Me interesó escribir historias y personajes que estuvieran relacionados con lo que pasa, pero no tan entrelazados. Canciones que pudieron haber sido escritas hace cinco años, y que además sirvan dentro de 15. Por ejemplo, la exacerbación de las conspiraciones, la paranoia, la polarización de la sociedad, momentos en los que se extinguen los grises y nos ponen a elegir entre blanco y negro, extremos que no nos interesan muchas veces.

En esta canción vemos a los no invitados que le recriminan a los que están adentro. El amiguismo, el nepotismo, el favor por favor. Quien gobierna tiene los beneficios, mientras una minoría queda excluida. Los que están adentro dicen que los de afuera solo quieren entrar para usurpar su lugar y comer un pedazo de la torta. Y así, se recriminan hasta el infinito. 

Menciona algo interesante. Esa libre interpretación que va más allá del motivo inicial, uno podría verlo también como una crítica a la industria musical, dominada por ciertos género, que hacen todo algo redundante

—Tal cual, tal cual. Conocemos doctores Hermes en todos los países y en todos los ámbitos. Pero también la elección de Hermes como nombre de anfitrión no fue casual. En la mitología griega así se llama el dios de los tramposos. Fue usado para que la canción tuviera ese enigma.

Veo que trabajan con Eduardo Cabra como productor, también llamado Visitante, a quien conocemos por Calle 13 y por ser productor de artistas otros en años recientes. ¿Cómo surgió este vínculo?

—Con Eduardo Cabra, Visitante, trabajamos en el disco anterior, Jueves, nuestra última producción. Lo teníamos como gran referente de la producción latinoamericana. Ese álbum anterior lo hicimos con cuatro productores. Deseamos tener un grupo de canciones con un productor diferente, para que cada quien le diera su pincelada, su visión externa y regional. Quedamos muy contentos con el trabajo de todos. En este disco que preparamos quisimos repetir la experiencia con Eduardo. Se formó una linda relación profesional y personal. Vino a Montevideo, desafiando cuarentena e hisopados. (Ríe). Estuvo buenísimo. También trabajamos con Héctor Castillo, que es un productor venezolano, que está radicado en Brooklyn. Con él hicimos algunas canciones. También vino para acá y se creó una química preciosa. Viajó hace un mes. Grabamos el resto de las canciones con él. 

Consideran que son una banda que está llamada a buscar la reflexión del público. ¿Sienten que tienen esa responsabilidad porque es lo que busca el público de ustedes?

—Sí. Pasa es que todos los fans que tenemos esperan una sorpresa en las letras de El Cuarteto de Nos, curados de espanto como decimos acá. Cuando sacamos algo nuevo saben que se encontrarán un cambio, alguna letra que los descoloca. Me parece que se ha hecho lindo con la gente. También nos pasa que la pandemia nos pegó mucho más a nosotros, o al tipo de banda que somos, porque tocamos mucho. Siempre estamos girando por América Latina. Nuestro fuerte es el show en vivo, donde se arma una especie de catarsis psicológica grupal, en la que todos cantan de principio a fin. Eso es lo que más extraño, y lo que más la gente espera de nosotros: el regreso a los escenarios.

Se dice que el streaming ha dado mayor acceso a la música. Antes uno reunía el dinero, iba a la tienda a comprar el disco, pero ahora todo está a un clic. Hay quienes reflexionan sobre cómo esa oferta tan extensa hace que la gente dure menos en la canción y en los discos. Incluso, se dice que la música se ha vuelto desechable. ¿Qué opina al respecto?

—Totalmente. Venimos de la época de ser escucha de discos, el viejo long play, el vinilo. Con esta modalidad de canciones que tan solo son valoradas por la cantidad de likes o views, me parece que no contribuye a lo que me gustaba a mí y a mucha gente más. Con El Cuarteto de Nos seguimos siendo defensores del formato y del concepto de sacar varias canciones para eso, para no tener esa necesidad ni esa urgencia de que una canción siga midiendo por números. Soy muy defensor también del show en vivo, que es donde medimos la temperatura de los temas. Pero es cierto. Ha cambiado mucho, como vos decías.

¿A qué cree que se deba el reconocimiento de El Cuarteto de Nos en todos estos años? 

—Mira, creo que tenemos muy claro lo que nos gusta hacer. La gente encontró en El Cuarteto de Nos un lugar que nos agradecen. No hallan esas letras, o esa mezcla de música y letra, en otros artistas. Lo increíble para nosotros es seguir teniendo un público muy joven. Generalmente, en los shows, cuando vas a ver, 80 % es menor de 25 años. Un montón de adolescentes que se conecta con las canciones nuestras. Hay mucho de ese espíritu que se ha mantenido. Comenzamos a tocar siendo muy jovencitos, y permanece ese espíritu lúdico. Eso me parece. Hablamos de asuntos que afectan a la gente. Es muy fuerte cómo se identifica la gente con las canciones. Personas que se tatúan frases de las canciones. Es altísimo e increíble. No quiero saber cuál es la fórmula porque seguramente se pierde la magia. 

En la canción “El rey y el as” de Apocalipsis zombi canta sobre la suerte. ¿También cree que se debe a la suerte?

—Sí. Algo tiene el destino que es eso que puede mover la balanza para un lado y para otro. Pero como decimos ahí, si no hay trabajo y esfuerzo, nada hace la suerte. (Ríe). Me parece. Siempre digo que Raro, el disco que en 2006 nos hizo conocidos en el público latinoamericano, fue un disco con muy buenas canciones, muy bien grabado, con videos muy buenos, pero que sin esa cuotita de suerte, eso de que lo escuche la gente adecuada en el momento preciso, habría quedado en una teoría. Son esas cuestiones del destino, digamos. La suerte tiene ese desequilibrio. 

En Raro hubo una apuesta importante al incluir el rap en la forma de interpretar

—Sí, tal cual. Yo buscaba desde un poquito antes cómo podía componer canciones nuevas sin estar enlazado El Cuarteto de Nos anterior. Quería hallar otra forma de describir situaciones que no tuvieran ese humor de los noventa que nos hizo super famosos en Uruguay, pero que no hubiera sido decodificado fuera de las fronteras. En Raro encontré que escribir canciones en formato rap, pero con estribillos más pop rock, me daba la libertad de estar más suelto en la pluma, escribir canciones con más desarrollo lírico, como en “Yendo a la Casa de Damián”, con la que me sentí súper cómodo. Ese formato me permitió descubrir más ideas, jugar más con el lenguaje. Eso me gusta mucho.

Me imagino que hubo un público que los tildó de traidores por eso del rap. ¿Ya ese público se reconcilió con ustedes?

—Mira, nosotros hemos cambiado muchísimo. Te digo, si vas a la discografía de El Cuarteto de Nos, verás que hacíamos mucho rap al principio de los noventa. Capaz que el público más reciente sintió que cambiaba algo. Pero te digo que la mayoría de la gente, ¿viste?, se sintió muy bien con ese cambio. A partir de ahí, nosotros siempre cambiamos. Escucharás discos de nosotros que parecen distintas bandas, por todos esos cambios. 

Creo que desde siempre hemos intentado no ser una banda fundamentalista de rock. Incorporamos elementos de otros géneros que aportan artísticamente a la canción. No tenemos problemas en incluirlos.

Por ejemplo, en la homónima de Apocalipsis zombi, escuchamos unos ritmos de reguetón. ¿Forma parte de la ironía de la canción o es una reivindicación del género como una manifestación más de la música latinoamericana?

—Las dos cosas. El ritmo es reguetonero, pero es un ritmo que se usó mucho en los ochenta. Eso de tu tá, tu tá, algo así. Me pareció que estaba bueno hacerlo. Como hablamos de las zombificaciones, las cuestiones virales, todo ese de ser una copia de una copia. Me pareció interesantísimo poner un ritmo de música que está desde hace mucho en el mainstream

En Venezuela los vi en 2010 en el Sambil de Caracas. Luego volvieron al Teatro Bar. No sé en qué otras ocasiones vinieron. ¿Hay alguna banda venezolana que sigan desde Montevideo? 

—En esa época empezamos a ir a Venezuela. Llegamos a ir varias veces a Caracas. También hemos estado en Maracaibo y Valencia. Fueron los años en los que también empezamos a ir a Colombia. Nos sorprendió mucho la respuesta de la gente. Vos que estuviste en el Sambil, seguro te acordás. En el primer acorde de la canción, la gente se puso de pie a cantar las canciones. Era la primera vez en nuestras vidas que pisábamos el país. Fue muy fuerte y nos acordamos hasta ahora. Obviamente extrañamos ir. Ojalá se puedan dar las condiciones para poder estar allá con algún productor que nos quiera arrimar de vuelta por allá. (Ríe).

De artistas venezolanos de rock no hemos tenido contacto. En aquellos momentos que viajamos todo fue tan fugaz que no pudimos hacer un contacto. Sería bonito retomar ese lazo con Venezuela. Aquí en Uruguay es impresionante la cantidad de inmigrantes venezolanos que han venido. Era inimaginable hace cinco o seis años. Era muy raro cruzarse en Montevideo con alguno. Ahora es muy común. Y te digo más. Es ridículo el porcentaje de gente venezolana que me encuentro y me dice que vio El Cuarteto de Nos cuando fuimos al Sambil. (Ríe). Un porcentaje muy alto, demasiado. Me ha pasado muchas veces que me comentan que nos vieron en ese momento.

Son una banda de rock a pesar de las distintas influencias. Se dice que el rock murió. ¿Qué piensa?

—¡No! ¡No! El rock tiene un montón de subgéneros que ya no se qué califica como rock y que no. El tema de encasillar a alguien es un género cada vez es más difícil. Por suerte, el rock como autoparodia del rock es algo que por lo menos a mí no me entusiasma. No existe inspiración ahí. Creo que todo lo que ha hecho esta evolución del rock en distintas ramas me sigue pareciendo atractivo. Quizá he encontrado más inspiración en otros géneros, en tanto a letra como a producción, de arreglos, que dentro del rock más selectamente clásico. Pero sigue vigente lo que ha dejado el rock como identidad y como búsqueda permanente de ser una voz disidente contra el establishment, independientemente de los instrumentos que toquen.


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