El escritor e historiador publicó este año El oscvro señor V, una novela ambientada en los últimos días de Rafael Urdaneta, quien, desde París, repasa los pormenores de la causa independentista

Caracas. Son los estertores de una vida. El general Rafael Urdaneta pasa sus últimos días en París. Sabe que el final está cerca. El cuerpo lo advierte, y el espíritu solo observa. Mientras, la mente recrea y recuerda un pasado a veces heroico, otra veces incierto en la certeza de convicciones.

No está solo. Junto con él vive su esposa, Dolores Vargas París, quien también lidia con las sombras de esa guerra que se mantiene como si el campo de batalla estuviera en el cuarto de al lado. Ramón, el leal compañero, ayuda a sobrellevar las penurias físicas y mentales. 

Entonces, reciben la visita de Simón Rodríguez y Rafael María Baralt, con quienes surgen largas tertulias sobre el proceso de Independencia, los hechos posteriores a la gesta, las verdaderas intenciones de algunas decisiones, así como las consecuencias en la conciencia después de todo.

Ese es el lúgubre ambiente de la novela El oscvro señor V de Norberto José Olivar, novelista, historiador y profesor universitario marabino. Una historia sobre un personaje sobre el que recaen múltiples lecturas, y cuyas frases lapidarias, desde la novela, innegablemente resuenan en la Venezuela del presente. Como si desde el pasado, Urdaneta y compañía, acicalaran un oráculo que todavía se descifra. 

El oscvro señor V es también la concreción de una sugerencia de hace dos décadas, cuando amigos del autor convidaron a escribir sobre el general Rafael Urdaneta al profesor de la Universidad del Zulia.

El oscvro señor V
El autor es historiador con doctorado en Ciencia Política, además de profesor universitario

¿Podría recrear el momento cuando en la fuente de soda Irama de Maracaibo sus amigos le recomendaron escribir esta novela?

—Comenzaba apenas mi inquietud de pasar a la literatura muchos episodios históricos, por llamarlos de alguna manera. Como conocían algunos de los cuentos que había escrito, además de las conversaciones que teníamos en esa fuente de soda, me hicieron esa propuesta: escribir sobre Rafael Urdaneta, que aparentemente tenía un buen filón literario.

No se equivocaban en sus sospechas. Pero no era el momento para adentrarse en esa historia. He venido desarrollando mis novelas desde los cuentos. Es decir, muchos de los personajes que hay en mis novelas como Un vampiro en Maracaibo, El polvo de los muertos o El fantasma de la Caballero, aparecen esporádicamente en los cuentos. Creo que eso es natural en todos los escritores. Uno va escarbando en su mundo mientras construye sus intereses y logra su voz. Seguramente también estuvo motivado por la coyuntura que surgió hace 20 años, a esa revisión de nuestro proceso histórico. 

¿Por qué la figura de Rafael Urdaneta como protagonista de estas disertaciones en El oscvro señor V?

—Creo que Rafael Urdaneta es una especie de comodín para meterse dentro del panorama de la historia venezolana. Aunque suene un poco pretencioso, no creo que él se viera como zuliano, incluso como venezolano. Puede que lo haya dicho en sus memorias como una manera de referirse a su origen, pero él creció en Santafé de Bogotá. Se casó con una bogotana. Hizo su vida allá. No creo que él pensara en Maracaibo como lo hace un maracucho en el extranjero. No considero que haya sido su caso. No profesó un nacionalismo como el que nos quieren vender, especialmente desde el régimen que nos gobierna en este momento.

La figura de Rafael Urdaneta me servía para indagar en alguien que podía estar en una causa, dar su vida por ella, pero cuyos intereses no estaban ligados a esos espacios que la causa supuestamente defendía. Hablamos de una figura un tanto mercenaria.

Una desmitificación total del personaje

—¡Sí! ¡Sí! Pero no creo que eso sea una gran hazaña. Todos nuestros héroes son muy distintos a cómo están concebidos en la historiografía, que es litúrgica e intenta crear identidad en torno a un proceso y unos héroes. Hablamos de una historiografía que sirve de tapadero a unos intereses de una clase política en un momento dado. Fue así con José Antonio Páez, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras o con Isaías Medina Angarita. Intereses que por sí mismos no serían justificables, pero bajo la bandera de una identidad mal concebida, se pueden contrabandear con cualquier cosa.

El oscvro señor V
La primera edición de El oscvro señor V tiene un tiraje de 500 ejemplares

Claro, pero uno pudiera entonces pensar en el rol del académico, del historiador, que busca evitar ese contrabando

—Sí. Manuel Caballero, uno de los grandes de nuestra historiografía, decía que en este país todos nacen con la maldición de que nadie puede ser mejor que Simón Bolívar. Imagina una sociedad que es incapaz de superar a sus héroes del siglo XIX. ¿Qué futuro tiene? Estamos condenados de antemano.

Esos héroes respondieron a una coyuntura. Hay quienes dicen que los héroes son usados por el espíritu de la historia en un momento dado, y luego son desechados porque no sirven más. Se les agradece lo que hicieron, pero ese agradecimiento se debe entrecomillar. También el proceso estuvo lleno de muchos bemoles, como el Decreto de Guerra a Muerte, una barbaridad en el proceso de Independencia. No podemos prender velas a ciegas. Si uno estudió en mejores tiempos que los niños de ahora, no puedo imaginarme lo que está en las mentes de nuestros escolares en este momento sobre nuestros héroes. Por eso me preocupa el futuro. 

Acaba de mencionar el Decreto de Guerra a Muerte. Pareciera interpretarse como un hecho que marcó nuestro destino como nación hasta estos momentos

—Creo que sí. Muchos historiadores sostienen esa idea. Es un decreto que divide la Independencia en dos a partir de 1813. Salió a flote, convertido en ley, lo peor que teníamos por dentro. Esa idea de asesinar a quien no pensara igual. Era una sentencia. Deja muy mal parado a Simón Bolívar y a nuestros próceres. Se necesitan muchos estudios desapasionados de ese decreto. Detrás de él hay una radiografía de nuestros próceres que puede asustar a más de uno.

¿En qué momento se da cuenta de que es idóneo publicar El oscvro señor V?

—La novela estaba escrita desde hace unos cuatro años. La crisis de las editoriales y del mundo literario aplazaron la publicación. Entonces llegó la oferta de Monroy Editor, que comenzaba a publicar literatura. Me propusieron presentar una novela. Y bueno, dije que era el momento. Creo que sí lo fue. Tengo dos cuentos anteriores a la novela que van buscando explicaciones sobre lo que estamos viviendo. Luego viene El oscvro señor V,  que quizá es un replanteamiento de nuestros orígenes.

Hay una novela inédita, para la que tengo algunas propuestas. Es más contemporánea y bastante breve. Hay una especie de desesperación por encontrar algunas cosas que nos hagan entender un poco la situación. Las posibilidades de hacer números sobre este tipo de procesos es muy fácil. Ver las estadísticas de muertos por hambre, la destrucción de empresas. Todo eso se puede cuantificar, pero es más difícil el sentimiento, lo que espiritualmente vivimos. 

En una entrevista en El Nacional comentó que le parece que no vivimos en una coyuntura, sino en el desenlace de un proceso que no somos capaces de ver. ¿Cuál es ese proceso que no somos capaces de ver?

—Quizá desde el punto de vista objetivo, cuantitativo, puedes hacer una lectura de la destrucción. Pero es mucho más difícil transmitir esos sentimientos. Creo que nosotros en Venezuela vamos a necesitar mucho entender esos sentimientos, que son la condición sine qua non para que podamos saber qué pasó, las razones, y lo más peligroso: vislumbrar si puede suceder otra vez. A lo mejor morimos sin ver los cambios que deseamos. Al final, somos prescindibles, estamos de paso, y Venezuela queda. ¿Cuál es la Venezuela que nacerá de esas cenizas? Es la gran incógnita. Dudo si tenemos la capacidad para construir algo estable. Creímos que lo habíamos hecho, pero no fue así. Es algo peligroso. Creo que hemos fallado como nación. Fallamos como intelectuales, profesores y como ciudadanos. Tenemos que buscar una explicación real a esto.

¿Cuáles fueron esas fallas que permitieron esta tragedia?

—Soy profesor. Creo que no construí ciudadanía en mis clases. Es verdad que lo intenté, pero veo que fallé. Si a nivel universitario no construyes ciudadanías, sino que solo sacas a la calle técnicos en ciertos oficios, entonces no se logró. Pueden salir buenos médicos, ingenieros, arquitectos, pero sin ser ciudadanos. Así cavamos nuestra tumba. Las universidades no construyeron una ciudadanía sólida. Cuando nos dimos cuenta de qué estaba pasando, nuestro mundo se había destruido. Las universidades estaban prácticamente acabadas de alumnos y profesores, en un país metido en una dinámica destructiva. 

En El oscvro señor V, hay una escena en la que el general Rafael Urdaneta dice que se peleó la guerra como asesinos, y se gobernó como bárbaros. ¿En algún momento en este país no se gobernó como bárbaros?

—(Ríe). Creo que la barbarie caracteriza lo que vivimos. Estamos lejos de una sociedad regida por la ley, el sentido común, el respeto a los ciudadanos y a la autoridad. Tenerle miedo a un ministro porque te puede meter preso por verlo mal es indicio de barbarie. En los últimos 20 años le abrimos las puertas a eso. Me siento tratado como si fuera un idiota, una persona a la que se le puede decir cualquier estupidez para justificar lo injustificable. En ese sentido, la barbarie siempre ha sido política de Estado, especialmente en los últimos 20 años. Eso no quiere decir que en el llamado período democrático no hayamos visto hechos de barbarie. Si no, no habríamos llegado a esta situación. Lamentablemente, todos hemos contribuido a esto.

El oscvro señor V
Versión de Rafael Urdaneta de Enrique Bravo

Si tuviera la oportunidad de cambiarle el nombre al puente Rafael Urdaneta, ¿cuál nombre elegiría?

—No. Fíjate que no tengo nada en contra de Rafael Urdaneta. No hay intención de destruirlo como figura histórica. Si ves la novela con tranquilidad, al final hay un homenaje. Pero el homenaje no significa ceguera. Que le rindas homenaje a una figura de la historia, de la política o de la literatura, no significa que no puedes balancear esa percepción que tienes del héroe. No le cambiaría el nombre, de ninguna manera. Incluso, hay un guiño en la novela, donde Rafael Urdaneta dice que le encantan los puentes. Juguetear un poco en esa línea. Se trata de un deseo, de un replanteamiento de la percepción del personaje como héroe. También es una crítica a los zulianos que han usado Urdaneta para colarse dentro de un proceso histórico al que le fueron completamente indiferentes. 

¿Qué otra obra de su autoría ve como adaptación para una película como Un vampiro en Maracaibo?

—La verdad es que no he pensado mucho en eso. Tengo la idea de que El fantasma de la Caballero pudiera ser una película interesante. Pero eso es porque una vez me presentaron un adelanto de un guion, que finalmente no se dio. Más bien he pensado que El oscvro señor V pudiera prestarse para una versión en monólogo de teatro. Me imagino que puede ser un buen escenario, una oportunidad para hacer una versión de monólogo de esta novela. 

¿Algo más que quiera agregar antes de culminar la entrevista?

—Me preocupa las posibilidad de lectura de la novela, y de la literatura en general. No sé si se está leyendo en Venezuela, ni de qué manera. No imagino que la gente gaste $20 en un libro. No sé cómo se está moviendo la literatura en el país. Tengo meses sin ir a una librería. En Maracaibo no hay. Estoy pendiente de páginas para descargar libros en formato epub. Pero eso de ir a una librería, y pasar un día entero, es imposible en esta ciudad.


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