Algunos días la concentración de los vapores se condensa tanto en el ambiente que se le dificulta la visión, ya deteriorada después de nueve años de servicio en la industria y tres años trabajando sin la indumentaria de seguridad, porque no se la suministran.
“Vivimos en la miseria y expuestos al desastre. Durante las guardias nos dan unas viandas con pasta y nos sentimos afortunados, porque vemos a otros compañeros morir desnutridos mientras los dirigentes de la Federación Unitaria, como Wills Rangel, le aplauden al Gobierno, señaló”.
Pero hay otra amenaza más peligrosa que se cierne sobre quienes trabajan en el complejo refinador. Freddy Álvarez, trabajador activo de Pdvsa desde hace 43 años en el área de laboratorio de la refinería El Palito y dirigente sindical, señaló que en estas plantas se lleva a cabo un proceso de síntesis química entre el propileno, el buteno y el isobutano. Lo que se obtiene de esa síntesis es conocido como alquilado o gasolina alquilada, un hidrocarburo muy valorado por su alto octanaje. Lo que los alarma es que durante la producción de este combustible se genera H2S o ácido sulfhídrico, un componente tóxico que provoca daños irreversibles en el sistema óseo, principalmente en la columna vertebral.
Álvarez añadió que las unidades más contaminantes son aquellas en las que se maneja tolueno y xileno. La refinería El Palito dispone de un área habilitada para emplear estas sustancias y, aunque está paralizada, representa un riesgo, pues si bien los agentes tóxicos derivados de la producción de hidrocarburos no salen al exterior, siguen almacenados en las plantas.
“Los equipos que detectan las fugas o concentración elevada de agentes industriales perjudiciales en las instalaciones operan por debajo de su capacidad o están estropeados desde hace tiempo, lo que deja desprotegidos a los trabajadores ante el efecto progresivo y mortal que químicos como metilbenceno, fenilmetano, ortoxileno y paraxileno provocan en el organismo”, puntualizó.
Mónica Krauter, profesora jubilada del Departamento de Procesos y Sistemas de la Universidad Simón Bolívar (USB) y licenciada en química, señaló que en una refinería se genera una gran cantidad de compuestos nocivos, pero la mayoría se circunscribe al grupo de los carbonados, es decir, aquellos que contienen azufre, nitrógeno y compuestos metálicos. Aunque enfatizó que asociar una afectación a la producción de hidrocarburos es irresponsable sin registros ni estudios formales, afirmó que existe un descuido de la seguridad laboral que atañe a todas las empresas del Gobierno.
“Si a los trabajadores se les dota de la indumentaria completa con botas, cascos, tapa orejas, bragas y guantes para minimizar los riesgos, eso no resolvería el problema porque no se están atacando las fuentes generadoras de estos compuestos dañinos y, por tanto, no se evita la contaminación”, explicó.
Esto quiere decir que los equipos de seguridad no minimizan el riesgo de contaminación mientras la fuga y la emanación de químicos nocivos sea constante en las instalaciones de las refinerías.
La especialista explicó que hay patrones repetitivos que caracterizan el envenenamiento por sustancias asociadas a la producción petrolera. Uno de los síntomas más evidentes se percibe en el aparato respiratorio, con molestias en los pulmones, garganta y esófago. Si la exposición al compuesto tóxico es prolongada, ocurre un proceso en el cual la concentración de metales pesados remplaza el hierro en el torrente sanguíneo, lo que genera daños en el sistema nervioso y muscular.
“Los trabajadores intoxicados se quejan de un cansancio extremo y comienzan a hacer movimientos involuntarios y repetitivos. En este punto se compromete la respuesta motora y la persona cae en cama. Luego observamos episodios de taquicardia, disnea y convulsiones. En los bebés, niños, mujeres embarazadas, hipertensos y asmáticos los síntomas son más pronunciados y hasta fatales”, subrayó.
Excluidos y sin derecho a la salud
En los pozos petroleros por todo el municipio El Tejero, en los alrededores de la planta de Piamo, la jornada empieza cuando apenas se asoma el sol. A 150 kilómetros de Punta de Mata un grupo de supervisores de pozo se alista para tomar las muestras del hidrocarburo que se acumula bajo tierra. El objetivo del procedimiento es conocer el comportamiento de los yacimientos para optimizar la producción, hoy día venida a menos con 392.000 barriles diarios, según cifras de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) correspondientes a agosto de este año.
La cadena de evaluación sigue en el laboratorio de Piamo, adonde son llevadas las muestras. Allí Rosa se encargaba de procesar los rastros de crudo con xileno, un líquido blanco y de suave olor que se sintetiza industrialmente a partir del petróleo. En los laboratorios se emplea como solvente y es nocivo para la salud. La exposición a este componente se asocia al desarrollo de enfermedades hematológicas y renales, de acuerdo con la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés). Pese a los riesgos, Rosa se sentía satisfecha con la labor que desempeñaba, hasta que un día no pudo soportar los efectos que el xileno causaba en su salud.
“Soy asmática y me sentía muy mal. Introduje el reclamo varias veces para informarles a mis supervisores, pero nunca me brindaron apoyo, ni a mí ni a otros colegas que estaban en peligro. Las campanas extractoras de humo estaban inoperativas desde hacía años. Las mascarillas autofiltrantes de protección no funcionaban correctamente. Y solo nos daban un par de guantes a la semana. Me cansé y renuncié, porque nunca hicieron nada para mejorar las condiciones laborales”, contó.
Hostigados y en la mira
En la clínica industrial de Pdvsa Campo Rojo del municipio Punta de Mata, la enfermera Ana, nombre ficticio en resguardo de su seguridad, se las apaña para atender diariamente a entre 45 y 80 trabajadores de forma ambulatoria.
Los atiende en condiciones precarias, con solo dos camas disponibles en el área de emergencia, sin aire acondicionado, ambulancias, laboratorio ni kits de bioseguridad. Lleva puesto un par de guantes que ha reusado varias veces, y asegura que la atención es tan básica que no hay insumos para brindar cuidados especializados a los trabajadores contaminados. Hace más de tres meses la Unidad de Salud Ocupacional fue cerrada, al igual que la sala de observación que contaba con ocho camas que supuestamente serían destinadas a atender a los pacientes con coronavirus.
“Por denunciar esta situación y exigir salarios dignos nos han atacado. Nos amedrentan e intentan callarnos dejando en claro que la gerencia es un cargo vinculado a la preferencia política, y que por eso nada ni nadie los sacará jamás de allí”, sostuvo.
José Muñoz es capitán de lancha de la división EyP de Pdvsa Occidente y se define a sí mismo como un luchador de la clase obrera. Fue incorporado a la petrolera en 2009, cuando el fallecido presidente Hugo Chávez expropió la empresa Aguas Services, en la que trabajaba. Desde entonces se encarga de gestionar las movilizaciones marítimas hacia las estaciones de flujo del gas y hacia los pozos petroleros que están en alta mar. EyP Occidente Maracaibo y Ciudad Ojeda cuenta con 19 muelles. Once años después, de las 25 lanchas en las que se trasladaba para trabajar, ninguna está operativa.
Muñoz indicó que desde hace cinco años no recibe la indumentaria básica. Tampoco cuenta con atención médica, pues en la división Zulia Occidente los 30.000 empleados de Pdvsa disponen solo de 60 camas para recibir asistencia en la clínica Sur y el hospital Coromoto de Maracaibo.
“Nuestros registros semanales contabilizan de 250 a 300 emergencias entre nuestros trabajadores, bien sea por enfermedades, bien por accidentes. Vivimos a la buena de Dios y convertidos en mendigos”, reclamó con rabia.
Muñoz es padre de cuatro hijos, gana 4.500.000 bolívares mensuales y la limitada situación económica que altera la armonía en su hogar es lo que lo motiva a impulsar protestas en los sectores La Cañada, Maracaibo, La Concepción, San Francisco, Santa Rita, Ciudad Ojeda y Lagunillas.
Al igual que otros gremialistas, como Bartolo Guerra, capitán de remolcador de PDV Marina, y Eudis Girot, director ejecutivo de la Futpv, ambos imputados por supuesto terrorismo, Muñoz ha sido víctima de persecución y amenazas. El último hecho ocurrió hace dos meses cuando fue golpeado por la policía del municipio Lagunillas. El resultado de la golpiza fueron varios hematomas y unas costillas rotas que tardaron semanas en sanar. Pese a los riesgos, asegura que se mantendrá en la calle para reclamar sus derechos y los de otros 1000 trabajadores que se han sumado a la jornada de manifestaciones en más de 10 municipios de esa entidad.
Luis Hernández, sindicalista de la Futpv y quien tiene más de 20 años en Pdvsa, indicó que más de 40.000 trabajadores han renunciado a la industria como consecuencia de los bajos sueldos, y lamentó la situación de más de 1200 empleados que aún asisten a sus puestos de trabajo a cumplir guardias pese a la pandemia.
“Nuestros obreros, ingenieros y operadores de planta que se fueron del país están regados por Dubai, Colombia y Estados Unidos y ganan hasta 7000 dólares mensuales, mientras que aquí el salario de quienes cumplen jornadas de 24 horas no equivale ni a cuatro dólares. Algunos son manipulados por el Gobierno y tienen la esperanza de que todo se resolverá, porque los callan con promesas y un kilo de azúcar”, dijo.
La época dorada en que ser trabajador de Pdvsa era un lujo por los buenos sueldos, que oscilaban entre los 600 y los 1200 dólares, terminó. Ahora los empleados ganan el equivalente a tres dólares y no cuentan ni siquiera con seguro médico, uniformes ni equipos de protección. Quedaron a la deriva.