Un contraste de emociones marca la época decembrina en el ancianato San Vicente de Paúl en Naguanagua

La mayoría de los residentes del ancianato San Vicente de Paúl celebran las fechas decembrinas con alegría. Sin embargo, no es fácil para todos, pues algunos resienten el abandono de sus seres queridos. En sus mejores años, este hogar de retiro llegó a tener 200 huéspedes.

Valencia. La época decembrina siempre es sinónimo de alegría, de concordia y reencuentro. Sin embargo, para muchos cuando se piensa en ancianatos en esta festividad el panorama se tiñe de melancolía y nostalgia.

Pero, en el hogar de abuelos San Vicente de Paúl como la madre superiora prefiere que llamen a este espacio, la nostalgia no es el común denominador, es la minoría, sobre todo cuando se trata de las celebraciones decembrinas, que abarcan desde la víspera de Navidad hasta el fin de año.

En este hogar de dimensiones colosales, y que tiene más de 50 años de servicio en la urbanización Tarapio del municipio Naguanagua, hay 95 personas de la tercera edad. Hay abuelos desde 75 años hasta 96.

Fotografía: Armando Díaz

El lugar es un sitio de paz dividido en un ala para caballeros a la izquierda y a la derecha el de las mujeres, mientras en el centro se alza una enorme capilla que no pareciera pertenecer al lugar, Mientras que en el pasillo central dos nacimiento se alzan.

Hay al menos 200 habitaciones, pero solo 95 están ocupadas. Cada marco de la puerta está bordeado por una guirnalda navideña.

Fotografía: Armando Díaz

Ahí está Reyna Meléndez, sentada en una butaca leyendo un libro. Desde hace ocho años vive ahí, pero lejos de lo que muchos pueden pensar no se siente triste de estar en este lugar. “Nadie me obligó”.

El estar de forma espontánea se ha vuelto una regla de esta casa de acogida según la madre superiora. Hemos tenido muchos casos en el tiempo de personas que los familiares las dejan aquí a la fuerza y es triste. Luchan contra la corriente, se deprimen y se echan al abandono.

Fotografía: Armando Díaz

Meléndez llegó ahí luego de que su esposo murió. Antes de eso dice con mucha alegría que viajó por donde quiso y se realizó profesionalmente en colegios privados y la Universidad de Carabobo como investigadora. Es laboratorista clínica.

La muerte de su marido representó un giro inesperado que la sumió en soledad y la presencia de Dios sanó. No siempre fue católica, de hecho es de familia judía pero fue evangelizada por la hija de su vecina de cuarto. Yo no sabía que Thaiz era su hija y cuando nos dimos cuenta nos estrechamos en amistad.

Fotografía: Armando Díaz

Esa fe en Dios la mueve diariamente tiene su cuarto lleno de figuras católicas, fotos de familiares y un pequeño altar.

Cuando le mencionan la Navidad lleva las manos a su pecho y sonríe. Le parece la festividad más bonita y no pierde oportunidad de celebrarla en el San Vicente de Paul.

Hijo aquí se baila, se canta. Aprovechamos las tardes y nos reunimos varios amigos y eso es fiesta, fiesta y más fiesta. Nos reímos sin parar y es que muchos creen que estar aquí es estar en el abandono, no, no. Estar aquí es entender que no queremos ser una carga para nadie ya bastante tenemos con nuestros achaques para ser el achaque de alguien más.

Fotografía: Armando Díaz

En la semana ya han tenido varios almuerzos, cenas y bailes con villancicos de fondo. Si hay algo que tiene claro Reyna es que la música y el baile es la medicina para el alma.

La madre superiora aunque reconoce que el 2023 ha sido un año difícil y de mucha austeridad, esto no debe ser entendido como escasez o necesidad. Gracias a Dios nunca nos ha faltado nada y hemos podido atender a nuestros abuelos.

La Flaca

No muy lejos del cuarto de Meléndez está Rosalía Suzyk. “Sí, como la cantante”. Parece tener menos de 75 años, tiene voz ronca como de mujer fumadora y es extremadamente delgada, pero no al punto de verse famélica. Viste un vestido negro de girasoles y conversa con otra abuela de aspecto más convaleciente.

Fotografía: Armando Díaz

Llegó al San Vicente de Paúl también por voluntad. Vivía en La Isabelica pero hace 11 años entraron a mi casa con unos cuchillos y me quitaron todo. Al ver que no tenía nada decidió irse al ancianato.

Aunque fue el destino la que la llevó ahí tampoco está triste, por eso recuerda que hay que aprovechar la juventud física y de espíritu y encomendarse a Dios que fue su salvación durante los primeros años, así como el arte.

Algún día estudié en la escuela de Artes Arturo Michelena con el mismo Braulio Salazar y Vladímir Zabaleta que estaban detrás de mí. Los rechacé y eso les sentó terrible.

Fotografía: Armando Díaz

Sobre las celebraciones decembrinas dice que cada quien hace lo que quiere. No es nada del otro mundo, como verás esto es un sitio muy tranquilo cada quien se va por su cuenta a algunos los familiares los pasan buscando y comparten, otros nos quedamos aquí y compartirnos entre nosotros. Y otros se encierran en sus cuartos. Para todos decir Navidad no es algo fácil.

Antes de despedirse, explica que le dicen La Flaca y que las celebraciones decembrinas no son fáciles para todos y eso el tiempo se lo ha demostrado.

Fotografía: Armando Díaz
No hay celebración que valga

Justo en el cuarto de al lado Nevia de Santana lee un libro con fastidio, parece feliz pero en lo interno no lo está. Se quiere ir del San Vicente de Paúl.

A mi me dejó aquí mi hijo hace dos años y se fue del país. Nadie se puedo hacer cargo de mí.

En ese tiempo ha intentado darle después a ese abandono sin solución. Además su hija está en España y su otro hijo, el sacerdote murió. Le pido a él y a Dios que me saquen de aquí.

Fotografía: Armando Díaz

Para ella la Navidad es todo menos gozosa, se cubre el rostro y llora. No la celebra porque la soledad la embarga. “Esto es una prisión, una prisión para viejos como yo”.

Pero la realidad es que el ancianato San Vicente de Paul es un crisol de realidades e donde no todos están tan bien como la madre superiora lo hace ver. Cada cuarto es un mundo de penas, glorias y recuerdos. Sin embargo la mayoría espera con ansias la llegada de Dios y su pasado triste o feliz está sopesado bajo la omnipresente presencia de Dios creador, sus santos y su casta madre, la virgen.

Fotografía: Armando Díaz

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