La noche se hace más peligrosa en el terminal La Concordia en San Cristóbal

terminal La Concordia

Un mundo paralelo se vive en las adyacencias del terminal de Pasajeros de La Concordia. La ilegalidad y lo clandestino tiene cabida en este lugar. Lo peor es que todos saben lo que ocurre y quienes hacen cola para la gasolina allí, se exponen a estos peligros. 

San Cristóbal. Las zonas donde se encuentran los terminales de pasajeros suelen ser lugares peligrosos en muchas ciudades del país y uno de ellos es La Concordia, en Táchira. El movimiento de personas a diversas horas del día y la noche es el caldo de cultivo para que algunas actividades delictivas estén amparadas bajo el manto de la impunidad. 

Droga, prostitución, alcohol y delincuentes, entre otros, tienen su zona de operación en la periferia del terminal de pasajeros Genaro Méndez, conocido también como La Concordia. Quienes están al margen de la ley no tienen reparo en que personas ajenas a su mundo vean las transacciones por los “servicios prestados”. 

Al caer la noche, la oscuridad muestra la peor cara de esta zona. A ella se enfrentan los dueños de vehículos. Dada la falta de combustible en el Táchira, los conductores deben dormir dentro de sus carros que hacen fila frente a la estación de servicio, exponiéndose a los riesgos de la noche y de una de las zonas más peligrosas de San Cristóbal. 

Quienes se atreven a pernoctar en sus vehículos algo llevan para defenderse. Unos cargan navajas, otros tubos, mientras que otros más osados, llevan armas de fuego “por si acaso”. Estar en esta zona por obligación hace aflorar el instinto de sobrevivencia

termina La Concordia
Decenas de conductores pernoctan en las cercanías de La Concordia esperando surtirse de gasolina al amanecer. Foto: Ana Barrera

Mientras por un lado gritan los conductores que van a San Antonio, por el otro hay gente planeando fechorías. Un puesto de perros calientes, que está al lado de una tasca, fue el punto de reunión de una mujer y un hombre para planificar una serie de robos. 

“Yo me llevo a los hombres y tú llegas y nos atracas a los dos. Después nos repartimos la cochina”, decía sin temor la mujer, pese a que había un grupo de personas que se notaba a leguas que no pertenecían al lugar. 

La ronda policial no infunde respeto

Cada media hora pasan funcionarios policiales por el terminal de La Concordia, pero su presencia no impide las actividades delictivas. A eso de las 10:00 de la noche, muchas personas que se encuentran en la fila para surtir gasolina al día siguiente sacan sillas o se sientan en las aceras, con termos de café. La ocasión y las circunstancias se prestan para la camaradería y así aliviar la carga por un buen rato. 

Bajo la luna llena se cuentan historias de otras colas. Incluso en el mismo lugar, pero del día anterior. “Una muchacha le cayó a golpes a un travesti porque le robaba los clientes. Llegó la policía y le quitó la plata al “transfor”, pero esta le entró a zapatazos a la patrulla. Es una locura”, dice José Luis, quien llevaba su segunda noche fuera de casa. 

La lluvia llega y, con ella, todos corren. Unos hacia locales abandonados que sirven de guaridas y otros, a sus carros para protegerse. Estos últimos desean que la lluvia dure hasta las 4:00 de la mañana, “para que corra a todos esos bichos”. 

El silencio de la madrugada es interrumpido a veces por algún sujeto que pasa cerca de los carros y grita. Asusta a quienes están dentro de los vehículos. En otras oportunidades, es una patrulla con las luces de la coctelera prendida y una voz que dice a través del parlante: “Si no están anotados en la cola de ayer mejor que se salgan”. 

Al llegar las 5:00 de la mañana, ya el movimiento se empieza a notar. Las voces de los choferes de los por puestos que van a San Antonio despiertan a quienes lograron dormir algo. Un señor pasa por la fila vendiendo café y cigarros. Pero también ofrece unos “que dan risa” por 5.000 pesos sin ningún decoro o temor a ser detenido por la policía. 

Ya a las 6:00 de la mañana, todos están activos. Los últimos de la fila están en la bomba, pues saben que si se descuidan van a quedar por fuera, por lo que, con lista en mano, verifican placa por placa los carros que ingresan a la bomba. El juego termina para unos, para otros apenas comienza.


Participa en la conversación