Pacientes psiquiátricos viven condenados entre la escasez y los altos precios de los medicamentos

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Las personas con trastornos psiquiátricos suelen racionar su medicación para que les dure más, por lo que muchas veces tienen recaídas. El índice de escasez de pastillas para estos pacientes ronda 90 %.

Caracas. José Campos, de 60 años, sufre de depresión. Tenía una hermana, Leonor, que padecía de esquizofrenia, pero no figuró en las estadísticas de los pacientes psiquiátricos ya que siempre fue reacia a tratarse. Campos fue su cuidador durante 20 años, hasta que ella murió. “Leonor nunca quiso tratarse con ningún psiquiatra. Fue muy arisca con los médicos de todo tipo. Nunca fue a un odontólogo ni nada, era muy terca”.

Su muerte lo afectó tanto que decidió ir al psiquiatra. “Después de la muerte de Leonor fui a verme en el Hospital Vargas, donde me han tratado muy bien, con el doctor Jan Costa Müller. Actualmente, tengo cita todos los jueves y estoy tomando citalopram. Antes tomaba sertralina, pero no me funcionó porque me dopaba y me tumbaba. Yo soy una persona hiperactiva”.

Relató que, al comienzo, sí podía comprar los medicamentos, pero luego se le hizo más difícil porque no los conseguía, y dejó de tomarlos un tiempo.

Incluso he escuchado de otros pacientes que los hay [el tratamiento] de 60 y 62 bolívares soberanos. La sertralina la conseguí a través del Ipasme y este que me estoy tomando ahorita, citalopram, es porque el doctor Müller me dio una caja de 15 pastillas. Creo que va a costar conseguirlo, pero voy a ver. Aún no sé siquiera el costo, debo averiguarlo.

Los pacientes hablan de medicamentos que llegan a costar más de 1000 bolívares soberanos y cuyas presentaciones solo traen 15 pastillas. Se necesitan 30 para el mes.

El director de la Clínica El Cedral, Jesús Córdova, indicó que cuando un paciente no tiene medicación o empieza a usarla de manera interdiaria para tratar de alargar la vida de su tratamiento ante la escasez o los altos costos de los medicamentos, aumenta el riesgo de tener una recaída.

Un paciente que padece depresión o esquizofrenia con su tratamiento completo, bien medicado, tiene un riesgo de recaída de 50 %. Cada vez que empieza a bajar la medicación o a cambiarla porque no consigue la original, el riesgo de recaída se duplica o se triplica al año. Apenas bajan la dosis o suspenden la medicación, a la semana o a los 15 días ya están en recaída, explicó.

El paciente entra en crisis y también la familia. Empiezan a pegar carreras solicitando ayuda a fundaciones, entes privados o, inclusive, clínicas.

“El problema que se les presenta es que cuando consiguen los medicamentos en las farmacias estos tienen otros precios, que aumentan semanalmente. Hoy día, una caja de clonazepam de 30 tabletas, que costaba 500.000 bolívares fuertes, cuesta más de 200 bolívares soberanos y ese es el precio de esta semana. La próxima no sabemos cuál será. Y lo mismo ocurre con todos los medicamentos, bien sean sedantes o antidepresivos, de los más antiguos o los más modernos. Ni hablar de los antiepilépticos que, prácticamente, no se consiguen”, afirmó.

Cuando empezamos a “recortar” los medicamentos se está propiciando una nueva crisis, acotó Córdova, al tiempo que indicó que solo entre 5 % y 10 % de la población puede disponer de 1000 bolívares soberanos o más para tener su tratamiento completo. “Es muy difícil el manejo de algunos casos porque no tenemos las herramientas completas para ayudarlos”.

En la misma línea, Luis Francisco Cabezas, director de la Asociación Civil Convite, que defiende los derechos económicos y sociales, aseguró que los medicamentos para trastornos psiquiátricos no se consiguen en casi ninguna presentación.

“No se consigue ningún medicamento; es decir, aparecen y reaparecen. Los que más nos piden son sertralina, risperidona y alprazolam, al igual que el fenobarbital y el clonazepam. A eso hay que sumarle el litio. Quienes lo toman tienen tres años con suministro irregular. Las personas con trastornos del ánimo toman anticonvulsivos y de ellos no se consiguen carbamazepina, ácido valproico y la fenitoina soíca. El otro medicamento que toma mucha gente y no se consigue es la fluoxetina, un antidepresivo suave”, acotó.

Y añadió: “Con base en el registro de medicamentos y acción humanitaria de nuestro trabajo, donamos muchos medicamentos para trastornos nerviosos y en algunas farmacias ahora hay uno que otro, pero los pacientes no pueden con los costos y tienen que acudir a las ONG. No tenemos cifras sobre el tema”.

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La vida de Brian

A Brian González, de 20 años, le gusta jugar fútbol y nadar. Cuando está en su casa, sin hacer nada, se pone irascible, se aburre y se molesta por cualquier nadería. Pero su madre, María Eugenia Correia, tuvo que sacarlo de sus actividades porque no le alcanza el dinero. Ella no trabaja porque debe cuidar a su hijo, a quien le diagnosticaron bipolaridad y esquizofrenia hace seis años.

Yo no tengo dinero para comprar los medicamentos. Mi hermano me ayuda con el tratamiento y no puedo trabajar porque alguien tiene que cuidar a Brian, no puede estar solo. No le puedo costear las actividades que lo ayudan a salir de sus crisis y eso empeora todo, dice con frustración.

Brian toma tres miligramos de un antipsicótico llamado risperidona, dos pastillas de otro antipsicótico llamado valpron y un ansiolítico llamado clonazepam.

“Los costos son superelevados y necesito recibir ayuda familiar y de amigos para costear todo el tratamiento y, el día a día, correr para buscar los medicamentos”, apuntó.

Brian tuvo una crisis hace unas semanas y tuvieron que llevarlo a la Clínica Psiquiátrica El Cedral, para recibir sesiones de neuroestimulación, lo que antes se conocía como terapias de electroshock.

Miguel Ángel de Lima, actual presidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, indicó que, hoy, el índice de desabastecimiento es superior a 90 %. De cada 10 medicamentos que se prescriben, nueve están escasos. Asegura que no hay diversidad de moléculas. Y los hospitales no disponen de psicofármacos. En el Hospital Universitario de Caracas están suspendidos los ingresos por falta de fármacos, por falta de seguridad y de agua. Hoy ves a muchos pacientes que incurren en una conducta inmanejable. La deambulación errática, el famoso loco de carretera. Muchos de estos indigentes son pacientes esquizofrénicos, explicó.

Más depresiones y ataques de pánico

Córdova aseguró que los casos más numerosos que están recibiendo en consulta son depresiones, ansiedad y recaídas en depresiones combinadas con ataques de pánico. “Si no tengo las herramientas farmacológicas para ayudar al paciente o es muy costoso el tratamiento, la persona entra y sale de la crisis en el mejor de los escenarios. Muchos llegan, incluso, a tener ideaciones suicidas. El otro efecto secundario con una depresión es que muchos de quienes la sufren no están en capacidad de trabajar. La cantidad de reposos que estamos dando para pacientes que no están estables es mayor a la que teníamos hace dos años”.

Aseveró que, cada semana, él les prescribe reposo a, por lo menos, dos pacientes porque estos suspendieron la medicación, entraron en crisis y no pueden trabajar. “Para el país, para una empresas privada o pública, es un problema, porque tengo una persona que no ocupa un cargo y, a veces, los reposos se prolongan. Supone un tema con el seguro social. Eso genera angustia al paciente y al empleador”.

Dijo que, ante el deterioro de los hospitales y la ausencia de médicos, tratan cada vez con más regularidad a pacientes que les son referidos de hospitales y del Instituto Venezolano del Seguro Social hasta estabilizarlos y, luego, los refieren nuevamente a sus médicos tratantes.

Con relación a otros años, aunque no tenemos índices, sí tenemos certeza de que hay mayor búsqueda de medicamentos antidepresivos y hasta han perdido el tabú que pesa sobre las enfermedades mentales, añadió Cabezas.

Entre tanto, Wadalberto Rodríguez, expresidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, señala que los pacientes psiquiátricos no han tenido buena atención, sobre todo en lo que se refiere a condiciones de alojo. “Antes tenían buenas medicinas en los hospitales. Sin embargo, las condiciones de infraestructura, de hotelería, eran malas, siempre lo han sido. Nunca ha habido una política acertada de mantenimiento. Había, sí, una buena red de atención ambulatoria y hospitalaria. Ahora estamos en franco deterioro”.

En el Hospital Vargas, la dirección desarticuló el servicio de hospitalización por razones de tipo político. Tampoco les renovaron el contrato a algunos de lo que trabajaron en esa institución, como el doctor Wadalberto Rodríguez. De 15 especialistas que había en ese servicio en el año 2000, ahora solo queda uno y dos residentes.

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La unidad de psiquiatría del Vargas se cerró en octubre de 2017. Más tarde se presentó una falla de agua y electricidad que impidió que se reanudara el servicio. Hay quienes atribuyen la persistencia del cierre a los supuestos trabajos de remodelación, pero no hay nada por escrito en torno a por qué se suspendió la hospitalización en esa unidad.

María José Rodríguez, coordinadora del posgrado de Psiquiatría del Hospital Vargas y entonces especialista del servicio, explica que no hay data anual desde el año 2014 que detalle en qué medida están creciendo las enfermedades mentales. “Todos estamos seguros de que están creciendo los trastornos maníacos. El estrés social es uno de los factores que produce enfermedad mental”.

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