La segunda parte de la saga dirigida por Denis Villeneuve se apunta en la lista de obras maestras como El señor de los anillos 

Caracas. Duna: parte dos es la consagración de una saga como obra de culto. Con la primera entrega de 2021 ya se avizoraba el ímpetu de quien presenta una historia para la posteridad, ahora no hay decepción para quien apostó por la trascendencia de un viaje desde el desasosiego. 

En la primera parte Paul Atriades (Timothée Chalamet) es testigo de la muerte de su padre, el duque Leto Atreides (Oscar Isaac), líder de una de las casas más poderosas y respetadas de ese mundo.

Es entonces cuando esa primera entrega se convierte en una historia contemplativa, en la adaptación desde el vacío del personaje ante la repentina muerte de quien admiraba tanto.

Duna: parte dos
En Duna: parte dos, el protagonista encuentra en el desierto la misión ante su realidad

Un plan que aparentemente acaba con los Atraide y fortalece todavía más a los los Harkonnen en el planeta Arrakis. Ya en Duna: parte dos, la contemplación al personaje y su nueva realidad tiene un viraje hacia la reacción y el descubrimiento.

Oculto en el desierto con quienes lo acogen se concreta ese proceso en el que debe decidir si es el mesías que tanto dicen, si es aquel elegido para liberar Arrakis y mucho más. Su mente es rodeada por la repetición de una profecía de la que él es protagonista.

Duna: parte dos
La historia de amor de la trama se verá truncada por la lectura de un futuro incierto pero necesario
Como las mejores

Denis Villeneuve se consagra así como el director de una saga que se perfila en el Olimpo de otras como El señor de los anillos y La guerra de las galaxias. Sin embargo, a diferencia de la obra de George Lucas, lo que logra en la adaptación de los libros de Frank Hebert luce mucho más profundo en su planteamiento, especialmente por los matices de ciertos personajes, difíciles de descifrar en sus intenciones.

El director y también guionista posiciona a su personaje frente a la cámara de una manera acertada para expresar la complejidad de su desafío. El desierto es el recurso para su empresa. En aquellas escenas en los que parece que la contrariedad es avasallante, el desierto resulta demoledor y enorme, y Paul Atriades es aparentemente insignificante.

Por el contrario, el realizador es certero en enfrentarlo al espectador para subrayar su arrojo en la medida en que comprende su lugar. No necesariamente lo que quiere, pero sí en lo que debe hacer. Sin embargo, en el transcurso de su proceso habrá más cabida a la convicción de lo que considera debe realizar. Y es ahí cuando su posición como mesías es subrayada por su entorno, aunque falta ver si es capaz del martirio en el futuro.

Duna: parte dos
Son varias las lecturas sociopolíticas al largometraje de Denis Villeneuve

También están aquellas escenas que evocan delirios totalitarios por parte de aquellos a los que el protagonista enfrentará, aunque siempre queda esa puerta abierta a la deriva en el futuro de quien se asume líder.

Personajes místicos

Duna: parte dos plantea a un protagonista que va adquiriendo una determinación avasallante, a la vez que se presentan las distancias con quien antes lucía como un presagio de lo venidero: Chani, el personaje de Zendaya. Todo luce a que el protagonista conoce su futuro, por lo tanto no le resulta inquietante el quiebre.

Duna: parte dos posee esos elementos que rodean de misticismos a sus personajes. Jessica (Rebecca Ferguson) mantienes un rol inquietante y aumenta más su misterio en la trama. Ahora bien, Stilgar (Javier Bardem) pierde en esta entrega la fuerza. Pues su fe en el mesías es exhibida de manera casi caricaturesca. Pues ya no hay duda en su lectura, sino la plena convicción de la aparición del mesías. Entonces, es un tanto cliché la manera de su veneración y convicción. Luce forzada.

Duna: parte dos
En Duna: parte dos Paul Atraides debe enfrentar a un enemigo físico, una vez superado el mental

Es una película de contrastes bien definidos. La pulcritud de quienes poseen en el poder y lo harapiento de aquellos que se preparan en lo oculto. Cada escena está muy bien compuesta para resaltar esas diferencias entre luces, sombras y destellos.

Abreboca de lo que viene

La guerra santa planteada en esta película promete un festín de viajes internos en la siguiente entrega de la saga. En esta oportunidad el protagonista debe finalmente enfrentarse físicamente a quien está dispuesto a derribarlo, pero el futuro le espera otro tipo de luchas, mucho más intensas que aquellas surgidas en el vacío del padre, a quien supera en la capacidad de arrojo ante la amenaza. Era otro de los conflictos del joven, la sombra del papá.

La fotografía de Greig Fraser nunca traiciona el espíritu de la obra. Cada elemento dentro del margen es una declaración de la acción, postales que no buscan el sosiego, sino la empatía con quién está emergiendo desde la nada.

Denis Villeneuve concatena así una obra para la posteridad del cine, una que afianza y suma seguidores de historias que se desarrollan en mundos adulterados de tanta imaginación, pero sin dudas muy cercanos al imaginario de muchos, pues son luchas personales para nada equidistantes a los motivos del conflicto perenne de la humanidad.

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