En Apure a los maestros jubilados solo les queda sobrevivir

Apure

Con 84 años y sobreviviente de un ACV, Hermes García es el reflejo fiel de la situación que viven los maestros en Venezuela. Además de ser educador, García en sus mejores años también fue un productor de cacao. La crisis económica, las reconversiones monetarias y la depreciación del salario condenaron al maestro García a vivir con un salario mensual de 1.500.000 bolívares que no le alcanza siquiera para comprar sus medicinas.

San Fernando de Apure. “En cada familia de este país hay un maestro; es raro donde no hay un padre, una madre, un hijo, un tío o un primo maestro”, opina José Gregorio García, hijo de Hermes García, maestro jubilado del estado Apure, quien dedicó casi la mitad de su vida a la enseñanza.

Con 84 años de edad y sobreviviente de un accidente cerebrovascular (ACV), el “maestro García”, como le llaman en la población de El Amparo, municipio Páez, en la frontera de Apure con Arauca-Colombia, apenas percibe un salario mensual de 1.500.000 bolívares, equivalente a un dólar al cambio actual.

Eso no le alcanza ni para comprar sus pastillas para la tensión, que debe tomarlas de por vida”, asegura García hijo.

De la secuela del ACV que le dejó el lado derecho inmóvil y le apagó el ojo, el “maestro García” ya se encuentra bastante restablecido, tras siete años de terapia, que pagó con sus ahorros, producto del comercio itinerante y una bodega en su residencia, a lo que se dedicó mientras se lo permitieron sus fuerzas, después de haberse jubilado, hace 30 años.

Actualmente, y debido al deterioro de su salud, vive con José Gregorio, quien se encarga de su alimentación, medicamentos y cuidados.

Asegura el único hijo varón del educador: “Después del ACV, mi papá toma varios medicamentos de por vida que son muy costosos, y por eso lo registré en Arauca (Colombia) para que le hicieran sus chequeos mensuales, le tomen su tensión y le den sus medicamentos”.

García hijo se refiere a las agencias de derechos humanos actualmente ubicadas en Arauca, Colombia, frente a la población de El Amparo, que ofrecen ayuda con atención médica y medicinas a los venezolanos desplazados y en condición de indefensión en esa frontera colombo-venezolana.

De Yagrumal para El Muerto

El 2 de marzo de 1960, el “maestro García”, con apenas 20 años, inició sus labores en la escuela de la isla Yagrumal, ubicada en medio del río Arauca, entre las comunidades El Muerto, ribera de Apure, Venezuela, y La Palmita, ribera de Arauca, Colombia.  

El educador, de memoria prolija, cuenta un incidente ocurrido el 11 de agosto de 1963 y por el cual la escuela rural en la que trabajó casi 40 años fue cambiada de su ubicación original en la isla Yagrumal a la comunidad El Muerto, de la parroquia El Amparo, que le quedaba enfrente, en el margen venezolano del río.

“Como la isla Yagrumal no se sabía si era colombiana o venezolana, los militares colombianos llegaron armados y reclamando la escuela, y aunque nosotros estábamos muy asustados yo les dije que no era de ellos y les mostré mi nombramiento, donde decía que la escuela Yagrumal era la escuela estadal número 108, distrito escolar número 4, municipio El Amparo, distrito Páez del estado Apure; así se fueron y nos dejaron tranquilos, pero nosotros nos asustamos mucho, por lo que yo viajé esa misma semana a San Fernando, a pedirles permiso a las autoridades para rodar la escuela hacia El Muerto”.

Levantada por los mismos pobladores, con horcones de madera, techo de palma, piso de tierra y medias paredes de caña brava (un tipo de madera), la nueva escuela de Yagrumal se convirtió de la mano del “maestro García” en el epicentro de la comunidad, que servía no solo como aula integrada para los niños de primero a cuarto grado de primaria, sino para todas las actividades de la comunidad, relata quien desde su escuela fue líder comunitario de El Muerto durante 35 años.

En la escuela hacíamos todo, nos reuníamos para hablar de los muchachos; para ponernos de acuerdo con la siembra; para recoger la cosecha; para acordar los precios del cacao, de los plátanos, de los frijoles; éramos muy unidos, planificábamos juegos deportivos, todo era en la escuela”, relata el maestro estadal.

Una inusual inundación que derribó la escuela, sumada a una plaga de escoba bruja, devastó las plantaciones de cacao en la finca del maestro García, ubicada al lado del centro educativo, y esto derivó en la jubilación de García en 1995. 

Al momento de su retiro, García era económicamente estable, ya que con su sueldo de maestro impulsó sus labores de productor agrícola, con lo cual llegó a tener una finca de 100 hectáreas, casi la mitad de ellas sembradas en cacao, cómoda casa, un vehículo rústico, dos embarcaciones de carga y una lancha rápida con motores fuera de borda, entre otras propiedades.

Hoy día recuerda con añoranza: “Antes todo era fácil, uno trabajaba duro, pero conseguía las cosas, el sueldo alcanzaba y uno podía ahorrar, no como ahora, que no alcanza para nada; yo tenía un capitalcito en el banco de 10 millones de bolívares, lo que llamaban antes millardos, y cuando llegó la devaluación de quitarles los ceros a los billetes me quedé sin nada, y quién me responde por eso, por los ahorros de toda mi vida”.

Hoy el ingreso de García quedó reducido a un salario mensual de 1.500.000 bolívares, muy lejos de aquellos tiempos en los que podía invertir para reactivar su finca cacaotera. 

“Indigentes con título”

Escuchar esta frase por primera vez pega, sin embargo, “ese es el sentir de los educadores de Apure hoy día”, asegura el profesor Bofill Torres, presidente del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Pública, Privada y Similares (Sutepps). 

Según el dirigente sindical, el ya precario salario del educador apureño pierde su valor diariamente 10 % frente al dólar, y en la primera semana de enero ya se había depreciado más de 50 %.

No es posible que hoy, cuando tenemos un dólar paralelo muy por encima del millón de bolívares, el docente I tiene un sueldo de 1,25 dólares al mes, el docente II, $1,29; el III y el IV, $1,32; el V, $1,43, y $ 1,45 el docente VI con posgrado, especialización, maestría, doctorado, esto raya en un sueldo indecente que lleva al magisterio hacia la indigencia”, reclama.

Señala, además, que hay “indiferencia”, incluso “burla” del Estado frente a esta situación, debido a que se niega a las discusiones de las convenciones colectivas y ajustes salariales conforme a las necesidades actuales, e insiste con la fijación del salario de manera unilateral.

“El patrono ha convertido la docencia venezolana en un ejercicio indigente, ya que los salarios no alcanzan para nada, el maestro tiene que hacer otras actividades para sobrevivir; un docente uno podrá, si acaso, comprar un kilo de harina de maíz y un huevo, con lo que tendría que comer un mes, por lo que tiene que dedicarse a lavar baños, a ser vigilante, a vender helados, andar deambulando, y amén de que no se le muera un familiar, porque tiene que salir con la perolita a recoger para los gastos funerarios”, subraya.


Participa en la conversación