A la cárcel, no al exilio

El escritor argentino asegura que el país vive una degradación social. Propone salir del Gobierno a través de vías democráticas y juzgar a funcionarios como Cabello

Omar Genovese/ @genowitzky

Buenos Aires/Argentina. Venezuela es Siria pero sin combates. Su economía y sistema político están devastados, en ruinas, pero la guerra civil no dispara munición ni lanza bombas sobre la población civil. Al menos no las reales, sino las otras, las que llevan a la degradación social. Como ocurrió con la gran crisis argentina en diciembre de 2001. En esa instancia, luego de las revueltas que llevaron a la renuncia de De La Rúa, la consigna “que se vayan todos” quedó flotando en el aire como el olor a pólvora de la represión oficial y de la otra, la que llevaron a cabo quienes defendieron sus propiedades desde los techos. El conteo de muertos nunca fue puntual, la tierra de nadie, hasta hoy, sigue siendo de nadie…

Pero para la clase política argentina era tan importante que no se vaya nadie como poner un poco de orden. El mismo sistema político desactivó el estado de asamblea permanente en cada punto del país. Es que la revolución tocaba a la puerta, pero una revolución a la francesa: para instalar unas cuantas guillotinas y proceder en consecuencia. No exagero, estuvieron ahí de que la turba enfurecida hiciera justicia por mano propia. El método fue sencillo: cooptar con dinero (ayuda social) a cada punto díscolo. El resultado es que la deuda interna social no tiene quién la reconozca. Los pobres de hace 15 años, fundamentalmente los niños hambreados y cuyo desarrollo quedó trunco, hoy siguen siendo los pobres de siempre pero con capacidades reducidas. Otra pesada carga para el país. Ignorancia, rechazo, el caldo de cultivo perenne para la exclusión social por delincuencia, trata de personas y drogadicción. Muy bonito todo. Muy globalizador.

Venezuela no está exenta de terminar su período revolucionario cleptócrata en un desmadre de miseria sin solución. A modo de paliativo deben tener en cuenta algo básico: el que robó que devuelva. Para ello es fundamental que los responsables políticos de la decadencia y el saqueo queden a disposición de la justicia venezolana (si es que todavía existe tal institución). No me refiero a que un delincuente narcotraficante como Diosdado Cabello sea ejecutado por la furia popular. No. Deben responder con sus bienes y cuentas en el exterior por el robo de las arcas del Estado. Corrió el rumor que era inminente la renuncia de Maduro y su fuga a un país sin extradición para proteger a su esposa (y él mismo). Sería muy triste que semejante fantoche tuviera refugio, al igual que sus cómplices titiriteros.

En un último gesto desesperado, Cabello desconoce el carácter democrático de la Asamblea Nacional que ha dictado una amnistía. Para él, todos son delincuentes, incluso narcotraficantes. O es más mentiroso que Goebbels o sabe por formar parte del rubro mafioso. Seguramente imagina que será necesaria tal medida más tarde, cuando él mismo esté entre rejas esperando un juicio justo, y hasta entonces “no es el momento político” para libertades. El tema es que la revolución bolivariana ya no es una revolución sino una tiranía, pero una tiranía que debe ser juzgada. La furia nada soluciona, al contrario, es un manto que justifica la represión indiscriminada y la inmunidad al cesar el estado de derecho por fuerza mayor.

Si tuvieron paciencia hasta este extremo no desperdicien la oportunidad de terminar con un sistema de corrupción. Ah, y que se vayan todos, pero a la cárcel.


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