La ruta por la visa humanitaria pareciera no tener fin. En los consulados de Chile, Perú y Ecuador la resistencia de los próximos migrantes venezolanos se aprueba entre pagos en dólares, listas de espera, citas que demoran meses y cambio en los requisitos.

Caracas. “¿Humanitaria? Vas del lado de pared”, le dicen. Sostiene una carpeta amarilla con su nombre: Jonny Villegas, visa humanitaria. Después de 50 días, de docenas de listas, de ver su nombre entre 2000 personas, de intentar ser seducido si pagaba 70 dólares para estar de primero, de cambios en la información: llegó el día de su cita. La felicidad la comparte con otros 29 venezolanos en la acera del Consulado de Perú. Diariamente atienden a 30 personas.

Tener una visa humanitaria no es tan fácil como presentar los antecedentes penales apostillados, el pasaporte, dos fotos y copia de la cédula. Los requisitos se leen fácil en las páginas de las cancillerías, pero en las aceras de los consulados de Perú, Ecuador y Chile en Caracas, es donde se pone a prueba la resistencia del próximo venezolano a emigrar.

En medio de una emergencia humanitaria y un salario mínimo de menos de 2 dólares al mes, los venezolanos buscan una visa para intentar vivir. Los principales países de acogida han endurecido sus controles migratorios y ahora piden visado a los venezolanos. Acnur llamó a los gobiernos a flexibilizar la entrada de los migrantes.

Visa humanitaria
Cada día en el Consulado de Perú atienden a 30 personas que pidieron la cita para pedir la visa humanitaria

La carrera de Jonny Villegas comenzó el 10 de julio. El 8 de agosto abrieron el portal del Consulado de Perú para tramitar la cita por internet. Desaparecieron las listas y ahora la cola es virtual.

“Dicen que ya las citas son para mayo de 2020, son muchos quienes necesitan irse”, expresa Villegas. Él está más cerca de ser parte de los 4,3 millones de migrantes y refugiados. Entiende que desde afuera puede ayudar a su familia, es joven, tiene 20 años y quiere ver otras cosas.

Quedó en el quinto semestre de Administración de Empresas Turísticas. Estudiaba en una universidad privada. Le llegó el momento en que le tocó decidir entre cubrir gastos, vivir o tener vida social. Tener las tres es imposible.

Uno no puede seguir apostando a la universidad. Es increíble que un estudiante se gaste diariamente entre 60.000 bolívares y 150.000 bolívares, dice mientras espera su turno para entrar al consulado.

“La experiencia por sacar la visa ha sido ruda”, expresa y se rasca la cara. En esos 50 días se cansó de escuchar cómo los requisitos iban cambiando. “Que si la carpeta identificada con la cédula, que si los pasaportes vigentes o con prórrogas”.

En junio el gobierno peruano de Martín Vizcarra anunció que los venezolanos necesitarían una visa para entrar a su país. Ya han acogido a 800.000 y quieren una migración ordenada y segura. También decía que aceptarían el pasaporte vigente, por vencer o vencido.

La carrera sin fin

La carrera por la visa humanitaria pareciera no tener fin. Cuando se está próximo a llegar, hay cambio en la ruta. Carolina Garmendia tiene dos días yendo al Consulado de Ecuador para obtener una respuesta sobre el pago por 50 dólares para la visa de excepción por razones humanitarias.

Pagamos el 27 de agosto, pero no lo han validado. En la página dice que después de pagar hay que esperar una notificación, eso no ha llegado todavía. El muchacho del consulado dice que me meta en la página para buscar la cita. No entiendo, dice.

La visa es para su mamá, Carmen. Tiene un boleto rumbo a Quito para el 9 de septiembre. Quiere llegar para ver a su hija después de casi dos años y celebrar el cumpleaños. El pasaje lo compraron antes del 26 de julio cuando se decretó el visado ecuatoriano para los venezolanos.

En el Consulado de Ecuador las personas acuden para preguntar por los requisitos de la visa humanitaria. Son organizados y luego los llevan hasta la oficina consular.

A Garmendia le tomó un día conseguir a alguna persona con una tarjeta de crédito internacional para pagar los 50 dólares por la solicitud de la visa. El consulado no acepta transferencias, depósitos ni dinero en efectivo. “Es una restricción de una u otra forma”, dice.

Lo superó. Ahora espera poder avanzar en obtener la cita y la emisión de la visa antes del 9 de septiembre. Mientras su mamá de 66 años repite: “Ya yo me quiero ir”.

Ecuador acoge a parte de la familia de Carolina y Carmen. Ellos están entre los 330.000 venezolanos que viven en territorio ecuatoriano. Desde 2012 Ecuador ha emitido 110.000 visas para ciudadanos venezolanos. El repunte comenzó en 2015 cuando aprobaron 10.282, tres años después, fueron 43.231. Solo en 2019 van 13.750.

“Seguir esperando”

Deinar Ortiz compró un boleto para Chile en enero. Después de casi dos años sin ver a sus padres, el periodo de vacaciones sería una oportunidad. El 24 de julio viajaría, pero un mes antes, fue sorprendida al enterarse de que necesitaría una visa consular de turismo para llegar a Santiago.

Desde hace dos meses comenzó a tramitarla. “Al día de hoy no tengo respuesta de la cita. Me toca seguir esperando”, dice. Su papá se fue del país porque es paciente con trasplante de riñón. Durante siete meses dejó de recibir por parte del Seguro Social los inmunosupresores, el tratamiento le llegaba a través de donaciones.

“Allá, una vez que mi papá y mi mamá consiguieron un contrato de trabajo, fueron ingresados a la seguridad social y comenzó a recibir los medicamentos”, cuenta Deinar. Ella tiene 21 años y se quedó en Caracas para terminar sus estudios en Economía. “No es fácil estar sola en Venezuela”, dice.

En el Consulado de Chile las personas no saben cuándo serán atendidas. Muchos esperan por respuesta sobre los trámites que iniciaron hace meses.

Quienes acuden al consulado escuchan por parte de un funcionario que apenas están procesando las solicitudes de citas realizadas en julio, que la entrevista puede demorar hasta ocho meses.

Según datos del Consulado de Chile, 95 % del total de las visas otorgadas se concentra en visados de Responsabilidad Democrática y Turismo.

Cada semana, Deinar aguarda en las afueras del Consulado de Chile para escuchar la misma frase en la que le piden esperar la cita. Y ella siempre responde: “Quiero ir a visitar a mis padres, pero no tengo la visa”.


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