El largometraje español se puede ver en Netflix. Cuenta la historia de un niño que huye con su hermana del peligro por ser testigos de un hecho condenable.

Caracas. Adú es un niño de seis años de edad que con su hermana mayor pasea por el monte. Ruedan una bicicleta que los divierte hasta que escuchan un ruido que llama su atención. Se detienen y revisan alrededor.

Esa pausa, provocada por el impulso de saber qué ocurre cuando se interrumpe lo cotidiano, cambia la vida de los dos pequeños, y comienza así una trama de distintas historias que se vinculan sin que los protagonistas se enteren.

Los ruidos fueron provocados por traficantes de marfil, quienes matan a un elefante para extraerle los colmillos. Los malhechores se percatan de que los observan, pero solo encuentran la bicicleta que los niños dejaron a un lado del camino.

Adú es una película española dirigida por Salvador Calvo con guion de Alejandro Hernández, dupla que ha trabajado junta en obras como 1898: Los últimos de Filipinas (2016) y más recientemente en el cortometraje Maras (2019).

El largometraje, que ha sido uno de los más vistos recientemente en Netflix en Venezuela, es protagonizado por el niño Moustapha Oumarou, quien tiene que huir de casa junto con su hermana ante el asedio de quienes no quieren testigos del crimen cometido.

Viven en un palafito en Camerún, desde donde emprenden un camino incierto hacia una promesa de salvación que parece estar en España, la meca de miles de inmigrantes que buscan un mejor futuro.

Paralelamente hay dos historias que subrayan el mensaje que pretende dar el director con la película Adú. Primero está el personaje de Gonzalo, interpretado por Luis Tosar. Un millonario español que no puede regresar a su país por problemas legales, pero en África lleva a cabo una labor altruista con una ONG que protege a los animales de la caza furtiva. Por otro lado, en la ciudad de Melilla, un grupo de guardias civiles españoles se ve involucrado en la muerte de un inmigrante que trataba de cruzar la valla fronteriza.

Tanto el director como el guionista, quieren que el espectador reflexione sobre el problema de la inmigración ilegal, que suele copar los medios españoles. La historia del pequeño Adú, no exenta de tragedia en su transcurso, funciona para presentar la perspectiva de quien padece unas condiciones graves en medio de la pobreza, y que ve amenazada su corta vida por mafias que encuentran en África un lugar idóneo debido a la pobreza, la precarización institucional y la corrupción.

Adú
El escape de Adú está lleno de pérdidas, pero también de encuentros.

Puede parecer un tema gastado en el cine, predecible en su paradero, y en los sentimientos que se quieren generar, pero el director logra una obra que puede llegar a sorprender en las decisiones tomadas. De hecho, hay momentos rocambolescos, pero presentados con una intención de verosimilitud que terminaría de cuadrar si no hubiese la osadía de mostrar obviedades sin los recursos técnicos suficientes. Sin embargo, se perdona, así como también la música de Roque Baños, que es clara en su intención de manipular al espectador. Sin sutilezas, y con lugares comunes.

Más allá de eso, Adú cautiva por los tenues giros que se presentan en pantalla. Y entre las historias paralelas, llama la atención la del millonario Gonzalo, a quien se muestra como una persona poco empática con los habitantes del lugar donde vive y más concentrado en unos animales por los que es capaz de entregar la vida, un comportamiento que tuvo su revisión al extremo sarcástica en el capítulo de South Park dedicado a PETA.

Pero su causa tan solo es una forma de compensar los vacíos, en particular cuando aparece su hija Sandra, interpretada por Anna Castillo, una adolescente rebelde que reprocha las ausencias de su padre, quien a su juicio la abandonó por ir a cuidar elefantes en África.

Adú
Anna Castillo y LuisTosar protagonizan una de las historias más interesantes de Adú

Esa tensión entre ambos es otro de los momentos cautivantes del largometraje, especialmente por las ironías que hay en el papel de Luis Tosar, un guiño también a esas profesiones enfocadas en los otros, mientras se está roto por dentro en medio de pretendidas superioridades morales. La otra historia de los policías es menos llamativa, con un evidente llamado de atención a la brutalidad policial, aunque sin caer en generalizaciones y con un espacio para la excepción que se agradece.

Adú es una película con una clara denuncia hacia una situación que plantea un reto para las sociedades y el Estado, en este caso el español, pero no brinda soluciones, pues su mensaje queda abierto en la incertidumbre en la que deriva todo, y en la que se evitan soluciones aleccionadoras. Mayor mérito tiene su repaso a las transformaciones individuales en medio de la complejidad del entorno.

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