Negocios turísticos del Lago de Maracaibo están al borde de la quiebra por el verdín y la contaminación (III)

Turismo en Zulia

Las pérdidas que ha dejado la contaminación del lago en la economía circular son incalculables. En el caso de Santa Rosa de Agua, las ventas han bajado más del 50 % y los restaurantes temen una nueva temporada de quiebra en la zona turística.

Maracaibo. Santa Rosa de Agua es un asentamiento Añú que existe desde antes de la colonización hispánica y que data de hace más de 2000 años. Un pueblo que conserva sus caminerías de madera entre casas suspendidas por troncos que ya no flotan en el agua de un cristalino lago, sino en un amasijo de basura.

Basura en los palafitos Zulia
Los palafitos de Santa Rosa de Agua flotan entre basura y petróleo que aleja a los turistas de los restaurantes de la zona/Mariela Nava

Con el paso de los años, esta zona del norte de Maracaibo se convirtió en parador turístico y recientemente logró levantarse de una devastadora pandemia con esperanza y optimismo, pero ese aliento duró poco. Ahora la contaminación del lago por el verdín, los desechos sólidos y los derrames petroleros han puesto en jaque a más de 50 comerciantes que ofrecen en sus restaurantes la gastronomía zuliana con productos del mar a propios y extraños.

El sol abrasador le quema la piel a Humberto D’Pool, mientras invita con insistencia a un par de mujeres que llegan a la plaza de Santa Rosa buscando con la mirada dónde almorzar, para que entren a su restaurante.

No lo logra, pero se empeña: “Señora, aquí tiene camarones, bocachico, tostones. Dígame que quiere comer que aquí se lo preparamos”. Las mujeres finalmente siguen su camino y lo ignoran.

Decepcionado, se resguarda del sol en un techo de zinc que da la bienvenida a su local y cuenta que no solo es comerciante, sino pescador desde los 12 años de edad. El nombre de su restaurante se lo puso en honor a lo que el lugar era “El paraíso de Santa Rosa”, pero hoy el panorama es otro.

Tengo los botes parados y el restaurante a medio andar. El turismo ha bajado mucho por los malos olores y la basura que se acumula en la orilla y que nadie limpia, porque para acá vienen los gobernantes a echarse fotos y se van, más nada”, reclamó.

Él, como el resto de los comerciantes del lugar, dependen únicamente del turismo y sin dudar reveló que lleva la cuenta exacta del tiempo que tiene sin pescar: un mes, porque los derrames no permiten que la faena sea productiva.

Mientras mostraba las embarcaciones estacionadas en el fondo de su casa, manchadas de petróleo, no pudo esconder la impotencia que le produce esa situación.

“Por un lado si salgo a pescar pierdo los anzuelos, chinchorros, se nos daña la pintura de los cayucos. Después no tenemos con qué desmanchar todo eso, porque en las bombas no nos quieren vender gasolina si no tenemos chip o pagamos un poco más. Por otro lado, tengo las ventas por el suelo, estamos desesperados porque este es nuestro sustento”, dijo el hombre de piel tostada antes de continuar con su trabajo.

Adentrado en los palafitos estaba Jhonny Guzmán, propietario del parador turístico La Romancera. Fue tajante: “Hace dos meses que tenemos baja de 50 % en las ventas. Temo que todo esto termine en la quiebra de nuestros negocios, con tanto que nos ha costado levantarnos después de la pandemia”.

Santa Rosa de Agua Zulia
El parador turístico lucha por sobrevivir en medio de la contaminación y la desidia. Sus habitantes temen que la contaminación del lago traiga más pobreza al pueblo de agua/Mariela Nava

Pero con todo y miedo, busca la manera de mantener su espacio libre de plástico y verdín, por lo que planea hacer rompeolas con cauchos y colocar una malla que filtre el agua que llega a su pedazo de orilla. Mientras tanto, tiene que pagar cinco dólares a unos muchachos para que barran y recojan lo que a diario trae la marea.

Es difícil e injusto que sin ganancias, sin trabajo, tengamos que solucionar nosotros un problema que es del Estado, porque el plástico que llega aquí viene petrolizado”, reclamó.

Economía en jaque

Las empresas de turismo que hacen vida en el lago de Maracaibo manejan lo que llaman economía circular, donde pescadores y lancheros, empresarios y vendedores de comida se benefician de la visita de turistas que hasta hace tres meses llegaban de todas partes del mundo, porque luego de la pandemia hubo un pico de reactivación.

Hoy esa economía está estancada, como es el caso de la empresa de ecoturismo Fitlosophy Beach Sport Club, quienes ya suman seis semanas sin prestar sus servicios de recorrido en kayak, visitas a la isla Mágico Manglar y guiaturas educativas, debido a la floración del verdín, la basura y el petróleo que permanece en su bahía.

Basura en la costa zuliana
El panorama es el mismo desde San Francisco hasta el norte de Maracaibo, toda la orilla del lago está repleta de basura, pero en el caso de Los Palafitos se queda atrapada debajo de las casas/Mariela Nava

Adelso Pineda, director de la empresa dedicada al turismo local, calificó de degradante y denigrante el escenario actual.

“El verdín vino acompañado de un grupo de ‘amigos’ como aceites, petróleo, desechos tóxicos, sólidos, cualquier cantidad de cosas que atentan contra la integridad de las personas y eso nos preocupa. Por eso decidimos clausurar nuestras playas”.

Un derecho humano

A través de un comunicado, la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez) recordó que es un derecho humano tener un medio ambiente limpio, saludable y sostenible según la Asamblea General de las Naciones Unidas y contemplado en el artículo 127 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

“El Codhez lamenta que los pronunciamientos por parte de las autoridades parecieran no considerar en su totalidad la gravedad del contexto actual que vive la región zuliana, por lo que hace un llamado al Estado venezolano a que asuma su responsabilidad de proteger el ambiente, priorizando la situación actual del Lago de Maracaibo en la agenda nacional y otorgándole la urgencia que merece, de manera que cumpla con su obligación de garantizar que la población se desenvuelva en un ambiente libre de contaminación”, se lee.

Palafitos Zulia
Ambientalistas zulianos esperan que en dos meses, aproximadamente, el lago vuelva a tener condiciones tolerables y así reiniciar actividades/ Mariela Nava
El futuro da miedo

Hasta ahora las pérdidas que ha ocasionado la contaminación son incalculables; pero más allá de eso, la economía circular que trabaja en el estuario teme que cuando cambien las condiciones climáticas y el lago vuelva a poner en reposo sus malestares, los turistas sigan sin llegar.

No queremos que la gente tema volver a hacer actividades en el lago, eso nos tiene preocupados”, dijo el guía Lenin Parra.

Ese mismo miedo camina por los palafitos.

“Nos preocupa mucho que la gente no viene porque le tiene miedo a comer pescado y eso no es así porque el pescado que nosotros traemos está limpio y sano”, dijo una comerciante mientras sacaba cuentas de las pérdidas que ha tenido su restaurante durante la semana.

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