“No puedo hacer el papel de maestra, sencillamente no puedo”

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Los padres zulianos enfrentan cuadros de estrés, ansiedad y depresión por la responsabilidad que les genera la educación de sus hijos en casa. Especialistas alertan de que estos cuadros podrían desencadenar a largo plazo problemas de salud mental o violencia intrafamiliar. Educar desde casa es aún más difícil que mantenerse a salvo de la COVID-19.

Maracaibo. Los padres zulianos describen la educación a distancia como un constante estrés. Preparar académicamente a sus hijos de un momento a otro, a causa de la pandemia por la COVID-19, trastoca no solo la rutina de los estudiantes, sino la de sus padres, quienes batallan a diario con desánimo, ansiedad y fallas de pedagogía para cumplir con las actividades escolares.

“Me siento mal, frustrada, no sé cómo educar a mi hijo”. Andrea Maldonado contó que llevó a su hijo Ricardo de tres años, por vez primera desde que se decretó la pandemia en el país, a la escuela en octubre pasado. 

Maldonado dijo que, mientras caminaba las dos cuadras de distancia que hay de su casa al colegio donde estudia su hijo, lloraba de impotencia. Una radiografía de cómo es el día a día de los padres zulianos y la educación de sus hijos.

“Me decía: esto no tenía que ser así. Siempre pensé que cuando llegara su primer día de colegio sería agradable. Pero que se adapte a estudiar en casa por primera vez me ha costado mucho y a él también”, agregó. 

Impotencia desbordada

Cuando, finalmente, terminó la hora que la maestra dispuso con cada niño para conocerlos y pautar las primeras actividades, Andrea entendió que toda la responsabilidad la tenía ella: “Me asusté, cuestioné si sería capaz”. De ahí en adelante la madre soltera dedica al menos seis horas diarias a cumplir con las asignaciones que la maestra le envía cada lunes.

Cada vez me siento más estresada. Yo no tengo teléfono inteligente y una semana después de que comenzaron las clases me botaron del trabajo, así que tengo que resolver la comida, las tareas y después sentarme con él para que haga sus cosas, pero muchas veces pierdo la paciencia, quiero que esto termine ya”, confesó la mujer mientras secaba sus lágrimas.

María Teresa Núñez, especialista en educación especial en el área de dificultades de aprendizaje, explicó que los cuadros de ansiedad que los padres zulianos, y de todo el país, enfrentan con la educación a distancia recaen en la poca experiencia que tienen en el proceso de formación de sus hijos. 

Esta generación de padres se dedican a trabajar, y el aprendizaje del niño lo dejan en manos de tareas dirigidas o atención psicopedagógica, es decir, atención desde la calle para que los muchachos hagan sus tareas. Entonces, ahora se enfrentan a todo un reto que los pone en una tormenta diaria de ansiedad y preocupación por no saber cómo ayudarlos”, dijo la especialista.

La psiquiatra Marvin Chávez señaló que asumir la educación de los hijos en casa es un nuevo factor de estrés para los padres zulianos que se ha agregado a la crisis venezolana. 

“La escuela en casa es difícil no solo para los padres zulianos, porque no todos están preparados y no poseen las herramientas necesarias, esto genera estrés en altos niveles y podría desencadenar problemas de salud mental relacionados con depresión y ansiedad. A su vez, estos cuadros podrían transformarse en violencia intrafamiliar debido a la tensión en la dinámica diaria; en casos más graves, violencia, maltrato y abuso dentro de la familia”, advirtió. 

Electricidad e internet, los enemigos de educación en pandemia 

Según el Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos, 53 % de los hogares venezolanos no tienen acceso a internet, y se cree que el acceso de los estudiantes a los contenidos educativos por medio de internet es sumamente bajo. 

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Madres como Andrea Maldonado deben luchar contra el desánimo para ayudar a sus hijos. Foto: Mariela Nava

Esto fue confirmado por Nicolás Maduro cuando en abril pasado dijo: “El 44 % de los estudiantes tiene acceso a los contenidos educativos por internet”. Es decir, más de 50 % de la población estudiantil nacional no cuenta con ese servicio.

Vanessa Hurtado tiene dos niños. Virginia, de 9 años, cursante de cuatro grado de básica, y Juan Diego, de 12 años, en primer año de diversificado. En su caso las actividades que realizan desde casa son únicamente vía WhatsApp. 

La maestra de Virginia envió en formato PFD unas fichas con más de 40 páginas, de las cuales debe realizar cuatro al día. Juan Diego realiza no menos de tres tareas de asignaturas diferentes diarias. Vanessa manifestó que los profesores han dicho que esto es solo un proceso de nivelación y refuerzo que cubre el primer lapso.  

La madre describió sus días como difíciles, en referencia a la falta de conectividad y electricidad que persiste en Maracaibo. 

“Cualquiera de las dos que falte retrasa mucho el sistema que tenemos en la casa para estudiar. No es posible tener horarios; a veces estoy haciendo comida o algo más y dejo todo botado porque llegó la señal después de seis horas”, expresó. 

La representante confesó que lo más difícil es cuando se va la luz en la noche: “Ahí es cuando siento más impotencia que nunca, porque significa que me tengo que parar a las 3:00 a. m. a investigar, grabar las tareas en el teléfono para que en la mañana tengan toda la información, y acostarme muy tarde buscando lo que se atrasó el día anterior, porque en la madrugada funciona un poco más rápido el internet”. 

Otra opción es ayudarse con libros y guías para completar las actividades escolares; sin embargo, la mayoría del tiempo las tareas se acumulan y con ellas el estrés y el cansancio. 

“Me estreso mucho, porque no es lo mismo que uno le explique a que un profesional lo haga; a veces a uno se le complica”, lamentó Vanessa. 

Otro punto negativo es el golpe que da al bolsillo de los padres zulianos la renta de los teléfonos inteligentes. Mantenerlos activos es otra preocupación que muchas veces recorta el presupuesto familiar ya moribundo ante la falta de empleo en medio de la pandemia. 

“Las tarifas están muy caras, los megas no duran nada, 100.000 bolívares me duran dos días cuando mucho, y eso incluye también la renta. Entonces semanalmente meto 2 millones de bolívares para únicamente revisar los mensajes de la maestra y buscar por internet información”, indicó.

Alternativas escolares 

Las escuelitas o tareas dirigidas en Maracaibo comenzaron a funcionar para este período escolar 2020-2021 con cuotas desde un dólar semanal por alumno, solo para refuerzo del grado, o cinco dólares semanales por alumno, dinero que incluye el acompañamiento en las actividades escolares. Vanessa refirió que esta alternativa es de gran ayuda. 

El año pasado no aprendieron nada. Menos mal ya no tienen que ver clase por televisión, porque no funcionó, ni les gustaba, solo se atrasaron. Los tengo en una escuelita en las mañanas. Por dos horas pago un dólar semanal para que les refuercen lo que corresponde a cada grado. Se van con tapaboca, la maestra los pone separados y les echa antibacterial”, relató.

Salir del “paquete” sale caro 

La Federación Venezolana de Maestros seccional Zulia alerta de que los estudiantes se han convertido en transcriptores y observadores de su educación, por las alteraciones psicológicas que han sufrido los padres hasta ahora. 

En la mayoría de los casos son los padres los que hacen la tarea y no el niño, para salir más rápido del paquete. Generalmente pierden la paciencia y se sacuden el problema así. En conclusión, el muchacho se convierte en un simple observador y a la larga esto termina en un estado de atraso que genera alarma”, dijo Marlene Hernández, presidenta de la FVM Zulia.

Para la federación el impacto que ha tenido este tipo de educación en los hogares venezolanos es negativo. 

“La educación a distancia se define con una sola palabra: estrés”. A medida que avanzan las políticas de flexibilización de la pandemia en el país, mayor es el reto, señaló Hernández.

Los padres tienen la terrible carga de sentarse con su hijo a hacer la tarea cuando llegan cansados del trabajo o, peor aún, porque también están trabajando a distancia desde casa. Eso les provoca un estrés insoportable”, añadió.

Deserción para “ayudar”

Neida Urdaneta tiene a dos de sus cinco hijos en educación primaria, segundo y tercer grado, respectivamente. Este año escolar decidió no inscribirlos. 

“Yo no puedo trabajar, hacer las cosas de la casa y hacer el papel de maestra al mismo tiempo. No puedo, sencillamente no soy capaz. Por eso este año están en pausa, mientras que los dos mayores me ayudan a vender conservas de coco y besitos en la calle. Es preferible así, porque conmigo no van a aprender nada”, manifestó. 

La federación de maestros confirmó que los índices de deserción escolar en el Zulia son elevados pero incuantificables. 

Por el contacto que tenemos con nuestros delegados en las escuelas, sabemos que la cantidad de muchachos que está abandonando es alarmante. Las cifras de deserción las maneja el despacho, y no las dan, al contrario, te suavizan la cosa y dicen que la inasistencia es mínima, que las escuelas están abarrotadas el día que se hace el asesoramiento pedagógico y no es verdad”, denunció Hernández.

La Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez) publicó el 16 de octubre un boletín sobre el derecho a la educación, en el que reportó que a inicios de 2020 se registraron altas tasas de ausentismo estudiantil, que promediaban 70 %.

“Están sacando a sus hijos a la calle a trabajar para poder garantizar la alimentación en casa, son los mismos muchachos que dejan de ir a la escuela. El representante es el que va a los centros educativos un día a la semana a recibir la tarea que asigna el maestro. Hasta el nombre: Asesoramiento pedagógico, es ridículo. ¿Qué asesoramiento es que el padre reciba una hojita full de tarea?, eso no es adquirir conocimiento”, reclamó Marlene Hernández. 

La representante de los maestros en el Zulia reconoce que hablar de alarma frente a esta realidad que enfrentan los padres y, en consecuencia, los estudiantes, se queda corto. Su llamado es a preservar el derecho a la vida sobre todos los demás. 

“Vale más preservar la vida y evitar los riesgos que estamos corriendo, la mala preparación y esperar que las cosas lleguen a su cauce. Vale más un año más usando la terrible expresión de ‘perdido’, a terminar perdiendo la vida. Lo más cierto que tenemos es que la pandemia no se ha ido, es más, ni siquiera está realmente controlada. El virus está ahí encima de todos. Están disfrazando una tranquilidad que no tenemos”, sostuvo.


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