Milán es una chica transgénero que se inició en febrero pasado como dama de compañía. Para esa fecha podía tener entre cuatro o cinco servicios en un día. Luego bajó a uno por semana hasta que decidió migrar a los productos web. 

Caracas. ¿Hay trabajadores sexuales en medio de la cuarentena? ¿Cómo se hace ahora? ¿Hasta dónde llega el contacto físico? ¿O también se vino a menos el oficio más viejo del mundo? Todas esas preguntas y otras tantas las responde Milán, una joven transgénero que decidió salirle al paso al aislamiento, combinando a sus clientes fijos con el trabajo sexual virtual.

No ha sido fácil, pues saltó de estar en el campo laboral formal –en una organización no gubernamental– a ejercer el trabajo más antiguo del mundo.

Estuvo seis meses como secretaria e igual tiempo como defensora de derechos humanos. En febrero salió de nómina sin previo aviso, situación que la obligó a cruzar una línea que, por ahora, no tenía previsto.

Quería trabajar para ahorrar y así pagarse su carrera universitaria, Comunicación Social era la primera opción. “Pensé en romper con ese cliché de que una chica trans solo consigue empleo en una peluquería o parada en una esquina”.

Al ver cerrado, en estos momentos, ese camino, y luego de escuchar las recomendaciones de otras amigas trans, decidió no retrasar su incursión, y a finales de febrero ya estaba debutando con los primeros amantes.

Empezó con muy buen pie el trabajo sexual, se armó una agenda con clientes fijos y un tanto seguros. Siguió al pelo las sugerencias de las amigas y se abrió paso. 

Muy pronto le llegó, como a todos los venezolanos, el decreto de cuarentena y más atrás los traspiés para el negocio que recién comenzaba.

Aun cuando estaba digiriendo los alcances del aislamiento, no tenía claro si hasta los hoteles se verían afectados, si podía trasladarse en Metro, en camioneta o a pie para hacer el trabajo sexual… Milán estaba en el limbo como la mayoría de los venezolanos, pero en su caso siendo mujer trans, dijo, sería más complicada la cosa.

Pero no podía dar pasos en falso ni echarse para atrás. En la casa su mamá era la única con ingresos fijos y debía pagar el alquiler.

Así que para atrás ni para agarrar impulso y probó con lo que llamó “productos sexuales para la web”, un reto en un país donde al menos cinco de cada 10 venezolanos denuncia tener fallas en el servicio de Internet todos los días, de acuerdo al Observatorio Venezolano de Servicios Públicos. 

Rechazo y discriminación

Ser mujer en Venezuela implica una lista enorme de responsabilidades y cargas, unas propias y otras obligadas. La superación personal, la familia y la casa pudieran entrar en el primer renglón; jornadas dobles o triples de trabajos, colas para comprar comida, cargar potes de agua, bombonas de gas, dormir horas en una estación de gasolina para llenar el tanque, pudieran ser las cargas difíciles de sobrellevar. 

“Y ser mujer trans lleva el doble de la carga, pues es enfrentarse a la discriminación, a la negación”.

Foto: Luis Morillo

Hace dos años comenzó su proceso de transición –con tratamientos hormonales– de hombre a mujer. Una transición dura y costosa. Su familia la apoyó al máximo, pero no le fue fácil en el liceo.

“Fue una etapa difícil, me puse agresiva por el rechazo, por el bullying, estuve de liceo en liceo, de psicólogo en psicólogo. Terminé de estudiar en un parasistema. En el colegio los profesores decían que me tenía que comportar como un niño y que esa era mi identidad. No pude entrar a la universidad, el cambio de género es todo un tema, así que comencé a trabajar”.

Se alarga y agrava la crisis

59 días en cuarentena lleva el país, con una extensión por 30 días más. Otro mes de aislamiento, de incertidumbre y de crisis económica para millones de familias.

Citando a Transparencia Venezuela, numerosos países han acogido el llamado de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, a tomar medidas urgentes para amortiguar el impacto de la pandemia en los trabajadores. 

Estados Unidos, a finales de marzo, aprobó un plan de estímulo económico de 2,2 billones de dólares, otorgando casi 350 millones de dólares en préstamos parcialmente condonables a empresas pequeñas y organizaciones sin fines de lucro con menos de 500 empleados. 

Japón firmó un esquema por un billón de dólares, equivalente a 20 % de su PIB, para salvar vidas y proteger los medios de subsistencia. 

En China, las acciones incluyen el apoyo a las empresas de material sanitario, transporte y suministros básicos, así como medidas fiscales integrales para empresas, individuos y organizaciones sociales, mientras que en Rusia el Kremlin aprobó más de 16.000 millones de euros para ayudas económicas. 

En Latinoamérica, el Banco Central de Brasil puso a disposición 1200 millones de reales para aumentar la liquidez del sistema financiero; el gobierno colombiano anunció que más de 2 millones de familias serían beneficiadas con ayudas superiores a los 330.000 pesos (80 dólares, aproximadamente); y en Perú, informaron de un bono de 108 dólares para los trabajadores.

Mientras en Venezuela, las medidas adoptadas son limitadas e insuficientes: la ratificación de la inamovilidad laboral hasta el 31 de diciembre y la suspensión por seis meses del pago de alquileres de locales comerciales y viviendas familiares. 

Un aumento pírrico que llevó el salario mínimo a 400.000, un bono de guerra para pensionados de 300.000 bolívares y la promesa de las cajas Clap, que ya no llegan cada 21 días, sino con retraso hasta de mes y medio en sectores favorecidos.

También se va a repetir el Plan Especial de Pago de Nóminas a comercios, pequeñas y medianas empresas, por un lapso de seis meses, que alcanzaría, de acuerdo con la investigación de Transparencia Venezuela, a cerca de 6 millones de personas (4 millones de trabajadores independientes y 2 millones de empleados del sector privado). 

En ninguno de esos rangos entra Milán, pues está ahora en los trabajadores de la economía informal que representan 50 % de la fuerza laboral del país, calculada en 2017 en más de 14 millones de personas.

trabajo sexual
Foto: Luis Morillo
Dama de compañía 

Milán es una mujer con una altura promedio de que no pasa de 1,65 metros, es un poco rellena y para las fotos siempre procura ocultar los kilitos demás, tiene el cabello de un largo que sobrepasa los hombros, coloreado entre castaño y un degradé amarillo hacia las puntas. 

Sus uñas no sobresalen, son naturales y cortas, nada que le exagere las manos. El maquillaje es algo que no falta, así como tampoco su celular, aparato que usa para el trabajo en línea.

Al principio de la entrevista se definió como dama de compañía, sin prejuicios ni complejos. Fue directa y segura, tal vez para darle una relevancia que su mente y su cuerpo de 19 años puedan tolerar. 

Cuando se inició en el trabajo sexual, su tarifa era de 20 o 30 dólares por una hora, y podía cuadrar entre cuatro o cuatro negocios al día.

“Antes de la cuarentena había mucho más solicitudes, luego pasó a una vez por semana. Por eso vi más factible esto de los productos sexuales vía web. La mayoría de los clientes están en el extranjero y además resulta un poco más seguro. Ya no me traslado mucho y no tengo que subirme a un carro, aunque esa práctica no la hacía mucho. El cliente me esperaba en la habitación de un hotel y yo llegaba”, aclaró.

Cuando no hay Internet, paga el paquete de datos, gasta cerca de 30 dólares semanales en recargas. 

Las videollamadas pueden durar 20, 30 40 minutos máximo, y todos los que demandan el servicio deben pagar con antelación. “Al principio, como era muy ingenua, me estafaron y por eso tomo precauciones”.

Foto: Luis Morillo

El teletrabajo, incluso el sexual, no es nada nuevo, en Estados Unidos y Europa es una técnica ya en uso desde hace algún tiempo. En Venezuela, se hizo tendencia a raíz de la cuarentena; y a pesar de las dificultades tecnológicas, hay quienes consideran que es aplicable el teletrabajo como una alternativa a los nuevos desafíos que se imponen en el país.

Analistas privados han hablado de la necesidad de que el gobierno garantice una conexión estable y un marco jurìdico que regule el teletrabajo.

Evidentemente estamos en pañales frente a este reto. Pero a Milán ese carencia de un marco legal no le preocupa por ahora, pues piensa que se puede promocionar on line. “No me da miedo mostrar mi cuerpo y mi realidad, no me preocupa que se si alguien graba se reproduzca mi trabajo, pues es proyección. Pero me daría pena si llega a mi familia o a personas cercanas”.

Su problema ahora es como obtener todo lo que complementa su imagen: maquillaje, vestimenta, manicure. Nada de esa es muy factible ahora, pues no hay tiendas ni peluquerías trabajando. 

“No quiero ni verme las manos. Me las estoy arreglando yo misma, también me plancho el cabello, pero hay otras cosas que se complican como la depilación general, necesario para nuestra higiene y trabajo”.

En día bueno esta chica trans ganaba entre 150 y 250 dólares. Ahora ronda los 80, 90 dólares. Pero se mantiene con optimismo.

-¿Vas a continuar en esto, de seguir la cuarentena?

-Es probable, hay hombres que me están llamando porque están cansados del encierro con sus esposas, dijo riendo. 

Además, quiere culminar su transición posiblemente en España, donde, dice, son más abiertos al trabajo sexual y la sexodiversidad.

Ya pasaba el mediodía del día 58 de cuarentena. El sol y el calor no daban tregua, mientras una funcionaria de la Alcaldía de Chacao merodeaba la entrevista y solo con sus gestos y miradas indicaba que debíamos retirarnos de la plaza. Así que dimos por terminada esta segunda conversación con Milán, quien junto a su novio y a su mejor amiga, también trans y que igual se dedica al trabajo sexual, siguieron su camino saludando a los vecinos, con algunos abrazos y besos de por medio.

trabajo sexual
Foto: Luis Morillo

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